Valencia

Corrupción y desorientación

La Razón
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La música tiene un inmenso poder evocador. La escucha de una partitura puede hacernos retroceder al pasado para evocar episodios de nuestras vidas e incluso puede provocar reflexiones tan potentes que éstas mismas nos alejen del instante concreto que estemos viviendo en ese momento particular.

Así me sucedió la semana pasada en la ópera de Múnich al asistir a la premier de «Manon Lescaut». Inmediatamente me llegaron recuerdos de una interpretación maravillosa en el Met neoyorquino con Scotto, Domingo y Levine. Al final de aquella función, en el backstage, me presentaron a Pilar Miró. Años después me llamó para encargarme un programa en la 2, en «prime time», que bautizamos como «Melómanos» y que alcanzó una gran audiencia. Pudimos trabajar juntos muy poco tiempo ya que a los dos meses de empezar a grabar tuvo que dimitir como directora de RTVE, acosada por haber cargado al presupuesto público, sin ocultación alguna, el vestuario que precisaba para las funciones de representación que conllevaba su cargo. Devolvió íntegramente su coste. Era diciembre de 1988 y veintiséis años después parece una niñería comparándolo con cuanto está sucediendo ahora. ¡Y qué decir de cuanta música había entonces en el ente, programas divulgativos, educativos, retransmisiones en directo! Poco queda hoy de todo aquello.

Cierto es que entonces había más ilusión que ahora, pero los males endémicos de nuestra sociedad también se dejaban sentir. Nunca he contado esto. Cuando terminó la serie inicial de trece programas me propusieron realizar otros tantos, pero me fijaron una condición: había que tardar el doble de tiempo en su producción y posproducción porque nuestros tiempos destrozaban las estadísticas de la casa y hacían quedar mal a otros productores y realizadores. Me negué a tal manipulación y no se grabaron más programas. No es de extrañar el déficit de las televisiones públicas si se actúa con tales criterios que, evidentemente, no son los empleados en la privadas.

Aquello bien podrían considerarse corruptelas además de ineficiencias; ahora emplearíamos palabras más gruesas. La corrupción es sin duda un mal a erradicar, pero en buena parte ha llegado por la desorientación que padece nuestra sociedad y ésta también habría de superarse. Un contratenor como Jaroussky, que en diciembre actuará en el Real, se hizo famoso en todo el mundo por cantar a dúo con ballenas Beluga en el acuario de Valencia. Unos pocos creían que con sus visas podían comprar todo y otros muchos se apuntan a probar el elixir que nos tratan de vender unos avispados, cual donizettianos doctores Dulcamara, como la solución a todos nuestros problemas. Y sólo es agua teñida con enormes posibilidades de producir cólicos.