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Cuando menos es más

Temporada del Liceo. «Il Pirata» de Bellini. G. Kunde, M. Devia, V. Stoyanov, V. E. Madrid, F. Radó, E. Copons. Orquesta y Coro del Gran Teatro del Liceo. Director: A.Fogliani. 4-I-2013. Teatro del Liceo, Barcelona.
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¡Ojalá todos los inicios musicales de año fuesen como el presente –Wälser Most aparte– y este nivel se pudiese mantener! En el Liceo ha habido la suerte de poder escuchar «Il Pirata» y ver «Rusalka» en días consecutivos con repartos de primerísima fila. «Il Pirata» es la tercera ópera de Bellini, encargada para la Scala a través de Domenico Barbaia, el empresario de la época con el que hoy sólo Alfonso Aijón tendría parangón. Controlaba el San Carlo y el Nuovo de Nápoles, la Scala y el Canobbiana en Milán e incluso la temporada italiana de Viena, siendo apodado «Napoleón». Para un compositor trabajar con él aseguraba la máxima repercusión y los mejores repartos. Bellini había triunfado para él con «Adelson e Salvini» y «Bianca e Fernando» en Nápoles y eso le permitió llegar a la Scala, donde conoció a Felice Romani, que sería el libretista de todas sus siguientes óperas excepto «Puritani», y estrenó su tercer trabajo en 1827. La partitura ofrece muchos avances sobre lo habitual en la época –más contenido dramático en los recitativos, mayor expresión en las melodías e incluso el argumento pasaba de lo «clásico» al romanticismo– pero no es su obra maestra. De hecho «Capuletos y Montescos» reúne mayor belleza y sorprende que sólo cuatro años después viera luz «Norma», donde sí se halla el mejor Bellini. Aún queda mucho Rossini, sea ejemplo de ello el interrogatorio de Ernesto al ermitaño. La obra triunfó y recorrió buena parte del mundo lírico, pero se perdió hasta su resurrección de 1958 en Palermo y, con Callas, Bastianini y Corelli, en la Scala. Apenas se ha escuchado en España. Se estrenó en el Liceo en 1971 con una pletórica Caballé, que antes la llevó a Nueva York, Florencia, Filadelfia y Londres y Aprile Millo la «apañó» en Bilbao en 1993.
Mariella Devia recordaba la declaración de Caballé «Este repertorio lo descubrió Genzer, lo grabó Sills y yo lo canté». No fue el caso de «Il Pirata», donde ella y Callas resumen su reciente historia, a la que sin duda se puede unir ahora Devia. A medio camino entre la personalidad dramática de la griega y la belleza plástica de la española, interpreta una Imogene irreprochable, con todas las notas en su sitio, sin truco alguno y, recordemos, Caballé afirmaba que Imogene era más difícil que Norma o Isolda. Toda una lección que haya de ser una soprano de 64 años quien sea capaz de volver a hacer justicia al papel. Como también lo es la de Gregory Kunde a los 58, un tenor con la voz bien colocada en toda su extensión, de agudos impresionantes –la partitura es más que generosa en ellos y en tesitura– y centro sólido, con la gran ventaja adicional de su importante caudal. No conozco otro tenor de estas características y acaba de cantar el «Otello» verdiano con gran éxito. Los ecos de bravos y vítores del público a ambos artistas aún deben estar resonando por las paredes del Liceo tras los quince minutos de aclamaciones finales. Junto a ellos cumplieron el barítono Vladimir Stoyanov, con los agudos no del todo bien proyectados, Vicenc Esteve Madrid, Elena Copons y causó inmejorable opinión el jovencísimo bajo argentino Fernando Radó. Bien el coro y la orquesta en ascenso, aunque la eficaz dirección de Antonino Fogliani adoleciese de brillo. Con conciertos así mucha parte del público, que por cierto no llenaba el teatro, se preguntaba a la salida por qué estropear estas obras con puestas en escena especulativas.

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