Barcelona

Deacon Blue se aclara la voz

La banda regresa a España para celebrar el 30 aniversario de su exitosa carrera, que arrancó con «Dignity».

La banda, liderada por Lorraine McIntosh y Ricky Ross, en el centro de la imagen
La banda, liderada por Lorraine McIntosh y Ricky Ross, en el centro de la imagenlarazon

La banda regresa a España para celebrar el 30 aniversario de su exitosa carrera, que arrancó con «Dignity».

Glasgow es una de las ciudades más feas del planeta. Seguramente habrá gente a la que le guste –hay gustos para todo–, pero sigue siendo objetivamente fea, opresiva y decadente. Ciudad industrial, bulliciosa, cosmopolita, era el gran puerto comercial del norte del Reino Unido y uno de los astilleros más importantes del mundo, y aún así, o tal vez por ello, sigue siendo fea. No es extraño que de esta ciudad escocesa surjan tantos músicos, escritores y artistas. ¿Cómo se reacciona contra la fealdad diaria y ambiental? Pues creando belleza como sea. Según las estadísticas la ciudad tiene 615.000 habitantes, de los que 300.000 tocan la guitarra. Sí, han leído bien. Para nombrar unos pocos ejemplos, de Glasgow han salido bandas como Belle & Sebastian, Travis, Franz Ferdinand, Mogwai, Primal Scream, The Vaselines, Orange Juice, Simple Minds, Chvurches, Camera Obscura, Glasvegas, The Blue Nile, Del Almitri y la más exitosa y popular, Deacon Blue.

Huir de la fealdad

Este año se cumple el 30 aniversario de la irrupción de esta banda liderada por Ricky Ross y Lorraine McIntosh, una joven y enamorada pareja de veinteañeros que, en la ciudad más grande y más horrenda de Escocia decidió crear un grupo de música con el que poder conquistar el mundo y huir de allí. Él era un angustiado profesor de escuela y ella una aspirante actriz con una voz densa y personal. Ambos eran fans de Steely Dan y se unieron con otros seguidores de la banda como James Prime, Dougie Vipond, Ewen Vernal y Graeme Kelling para formar Deacon Blue.

Estamos hablando de 1985, pero no fue hasta dos años después cuando publicaron su primer disco, «Raintown», que contenía una canción que los catapultaría al estrellato. Era la historia de un pobre barrendero público que recorría día sí y día también el centro de Glasgow con una basura a cuestas y que por las noches soñaba con el día en que pudiera comprarse una pequeña barca e ir a navegar. Durante más de 20 años han continuado con el mismo sueño y ahorrar todo lo que puede para hacerlo realidad. Hasta que llega el día en que tiene el suficiente dinero y se compra el barco, bautizándolo con el nombre de «Dignidad». La canción, «Dignity», una sensible y delicada joya pop que hizo llorar a medio mundo, les puso en boca de todos. «Yo la escuchaba sin parar en el coche. Puede que formara parte del grupo, pero también era su mayor fan», comentaba McIntosh.

Después de triunfar en Reino Unido, con su segundo álbum, «When the world knows your name», publicado en 1988, aterrizaron con fuerza en España. La canción «Real Gone Kid» se escuchaba en todas partes. Con solo dos discos ya habían vendido más de un millón y medio de copias y eran la imagen de Escocia al mundo, chicos sanos, divertidos, comprometidos, lejos de la suciedad y violencia que se oía en las calles de Glasgow. Se convirtieron en icónicos. Incluso escritores como Ian Rankin, en su serie del inspector Reebus, los mencionaba.

Pero claro, la juventud se acaba, las prioridades cambian y los deseos y motivaciones son otros. Ross y McIntosh se casaron en 1990 y empezaron a tener hijos. En total, cuatro, y la música pasó a ocupar un segundo plano. Seguían haciendo giras y publicaban algún que otro tema, pero se limitaban a tocar cerca de casa los fines de semana, cuando podían llevarse a sus niños. Nunca hubo una banda más alejada del tópico de sordidez y vicio de la historia del rock que ésta.

Ahora que los chavales han crecido y se han hecho mayores han vuelto con fuerza. En realidad, desde hace un lustro viven una especie de segunda juventud, a un ritmo de disco por año. El último es de 2016, «Believers», con el que ya han superado la cifra de seis millones de discos vendidos en todo el mundo. Glasgow les debe un monumento. Muchos han ido allí atraídos por su magnetismo y luego han dicho, «vaya». La belleza no es contagiosa, debían saberlo. Por suerte ya no hace falta ir tan lejos para verlos. Ayer tocaban en la sala Barts en Barcelona, dentro del Festival de Guitarra, con todas las entradas vendidas y hoy aterrizan en Madrid para deleite de sus fans. La banda escocesa con mayor dignidad de la historia.