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Eagle-Eye Cherry: «Entiendo lo que le pasó a Avicci, yo sentí esa presión»

El hijo de Don Cherry encadenó dos discos de éxito y se autoexilió para administrar en el anonimato los beneficios de «Save Tonight». Ahora vuelve con gira y anuncia disco.

Eagle-Eye Cherry: «Entiendo lo que le pasó a Avicci, yo sentí esa presión»
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El hijo de Don Cherry encadenó dos discos de éxito y se autoexilió para administrar en el anonimato los beneficios de «Save Tonight». Ahora vuelve con gira y anuncia disco.

Cuando su padre, Don Cherry, falleció, Eagle-Eye, regresó a Suecia, su país de nacimiento. Allí grabó su primer disco, «Desireless» («Sin deseo»), que fue un éxito mundial en el que se incluía «Save Tonight», uno de esos éxitos mundiales de la radio. Eagle Eye (ojo de águila en inglés), bautizado así por el gran trompetista de jazz al ver la expresión de su cara en el nacimiento, cumplió todos sus sueños profesionales con aquel disco y con el siguiente («Living in the present Future»), de éxito más moderado, y aún publicaría otro álbum más («Sub Rosa») antes de desaparecer. Ahora, está a punto de publicar un nuevo álbum y pasa por España a petición de sus fans, en el ciclo Shows On Demand.

–La mayor parte de los fans españoles se preguntan dónde ha estado metido.

–Ha sido demasiado tiempo y estoy feliz de volver. Echo mucho de menos el directo y casi nada de lo demás. Nada de la tormenta del negocio musical. Este tiempo ha sido como estar metido en una cueva y de repente salir y decir: «¿qué ha pasado?» Las redes sociales ni se imaginaban cuando lo dejé. Lo primero que quería hacer para regresar era un falso documental buscando a Eagle-Eye Cherry. Quería hacer una serie de pequeñas películas, como unas siete, sobre dónde estaba yo y cómo iban a encontrarme. Porque me he sentido como Jason Bourne. Nadie sabía en qué he estado metido.

–¿Qué le pasó?

–En 2004 estaba demolido, acabado. Después de tres discos seguidos, con sus giras y sus promociones... no me quedaba nada dentro y quería tomarme un descanso. Pensé que sería un año o así, pero empecé a sentir cómo el anonimato volvía a mi vida y cada vez me sentía mejor. Poco a poco volví a utilizar el metro y a jugar al fútbol (soccer) con mis amigos. Mi vida social durante algunos años quedó reducida a cenizas. Me sentí genial. Además, salieron un par de giras por Brasil y de vez en cuando hacía algún bolo, pero en general me dediqué a ser yo mismo, una persona normal.

–¿Estaba exhausto?

–Mi intelecto era cero. Estaba vacío. Entiendo lo que le sucedió a Avicci, yo sentí esa presión. Aunque su nivel de éxito era una locura, ese éxito y la soledad te empujan al precipicio. Yo al menos tenía una banda. Esa vida se puede poner muy intensa y muy exigente. Tienes que hacer esto y lo otro. Y ahora ve allí. Y ahora este viaje y este rodaje. Y la agenda cada vez te deja respirar menos. Recuerdo lo que me sucedió para mi segundo disco: como tuve que promocionar tanto el anterior, cuando me habían reservado el estudio junto a Rick Rubin para grabarlo, llegó el día y apenas tenía canciones. En dos semanas tuve que hacerlo todo. Él me decía: «Me encantaría escuchar las canciones, pásamelas cuando puedas». Y yo: «Sí, sí, enseguida». Y me puse a escribirlas en ese momento. Se volvió una locura porque no hay nadie, ni una persona en tu atmósfera, que piense qué es mejor para ti, sino qué es mejor para el proyecto.

–¿Quién puso esa presión, la compañía?

–Todo el mundo. Incluso tu mánager, que se supone que está de tu parte, empieza a tomar decisiones para ganar más.Y es verdad que en el fondo es un problema fantástico. El éxito y el dinero y que las cosas te vayan bien. Haces un programa una noche, coges un vuelo al otro lado del mundo, cruzas al Pacífico y justo cuando parece que cumples el programa, te dicen: «El single está arrasando en EE UU, volvemos». Y eso te mata.

–¿Cómo lo superó?

–Lo dejé. Fue para mí relativamente fácil, porque en el fondo tenía un puñado de sueños cuando iba a sacar el primer disco y antes del tercero ya los había cumplido todos. Grandes conciertos, festivales, giras mundiales, fui a David Letterman, Jay Leno, viajé en el Concorde y toqué en el Madison Square Garden...

–Tuvo que producir nuevos sueños.

–Sí. Y esa es una diferencia con otra gente. A mí no me importa la normalidad, estoy encantado con ella. La disfruto. Cuando estaba empezando a escribir, me encantaba mirar al infinito y dejar la mente volar. Y no podía hacerlo mientras tenía éxito porque todo el mundo esperaba cosas de mí, todos los focos me apuntaban.

–¿Vuelve a sentirse anónimo?

–Sí. Y volver a escuchar mi canción en la radio es emocionante.

–¿La música es su prioridad?

–No, mi hija es mi prioridad. Y viajar, no sé, ver a qué altura llegamos. Tocar en directo.

–¿El éxito es una presión?

–Cuando digo altura, me refiero a que las canciones gusten, que las escuche la gente y sean importantes. Así que sí hay cierta presión porque me gusta el disco y es importante para mí que llegue arriba. Pero puedo decir que soy afortunado de que económicamente no tengo esa presión.

–¿Invirtió bien su dinero?

–No lo malgasté. Y eso ya es suficiente. Hay un programa en MTV que se llama «Cribs». Y ves a los ricos y famosos enseñar su piscina, sus coches... y está muy bien, pero debería hacerse el mismo programa diez años más tarde, porque no terminan bien esas historias. Pero sí, hice lo correcto con mi dinero. Y «Save Tonight» todavía tiene vida, es increíble. Recibo buenos cheques de las radios americanas.