El toque del maestro Achúcarro
Obras de Ravel, Falla, Martínez Burgos y Rimski-Korsakov. Orquesta Nacional de España. Piano: Joaquín Achúcarro. Director: Miguel Harth-Bedoya. Concierto conmemorativo del 25º aniversario de la inauguración del Auditorio Nacional de Música. Madrid, 22-XI-2013.
Hace algo más de 25 años, el 12 de octubre de 1988, se inauguró, López Cobos en el podio, el auditorio madrileño con «La Atlántida» de Manuel de Falla, compositor que, con toda lógica, presidía el acontecimiento que hoy glosamos con sus «Noches en los jardines de España». Ante el teclado, el decano de nuestros mejores pianistas, Joaquín Achúcarro, quien, pasados ya los 80, ha mostrado de nuevo, quizá con algo menos de vigor, sus credenciales: ataque certero y natural, toque sutilmente poético, fraseo bien construido, rubato elegante y un juego dinámico de altos vuelos.
Los pasajes más delicados han sido reproducidos con refinamiento y con duende, de manera evocadora. Y un sonido transparente, de calidad casi clavecinística. Nada más apropiado para introducirse en la entraña profunda de estos pentagramas. De ellos tiene un concepto muy superficial el director peruano Harth-Bedoya, impulsivo y movedizo, de gesto amplio pero más bien inerte, que ofreció un acompañamiento aparatoso empleando una orquesta en exceso crecida que no tuvo uno de sus mejores días.
Se apreció ya en la prosaica elaboración, tras un comienzo pianísimo prometedor, de la «Rapsodia española» de Ravel, exenta de aroma, de dibujo fino. La batuta sacó un partido, puede que demasiado charanguero, del «Capricho español» de Rimski, y se batió el cobre en «Before Silence», obra ganadora del III Concurso Internacional de Composición Auditorio Nacional-Fundación BBVA, escrita muy pulcramente por Manuel Martínez Burgos, ambiciosa y reflexiva composición «cósmica» que intenta trazar –algo siempre presuntuoso– un «a modo de resumen», puede que algo confuso, de la historia de la humanidad y aun del universo, según palabras del autor redactadas para aquella oportunidad. El variado material está excelentemente trabajado por una orquesta abundosa en percusiones. Los tramos heroicos se combinan con pasajes líricos y «rarefactos». No faltan frases melódicas y hasta soñadoras y gestos de dramatismo un tanto altisonantes. Lo mejor, por tanto, Achúcarro, que brindó como bis una exquisita «Preludio para la mano izquierda» de Scriabin.