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Enrike Solinís: «La música, como el amor, es una historia de desengaño»

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Este músico es consciente de lo lejos que se puede viajar escuchando una canción, en el tiempo y en el espacio.
Toca en presente música del pasado. Y se recrea. Virtuoso de la guitarra, no da puntada sin hilo. Enrike Solinís dirigirá hoy, en Madrid, «El amor brujo 1715», un particular homenaje, rindiéndole su admiración, a Manuel de Falla, en el primer centenario del estreno de esta célebre obra. El concierto reunirá sobre el escenario a su grupo, Euskal Barrokensemble, y a Rocío Márquez, una revelación del universo flamenco.
–¿El amor es brujo?
–Sí. Con la música española ocurre lo mismo que con el amor. Es una historia de desengaño. Nuestra cultura es de lo más variada y esa parte de embrujamiento se puede percibir. La riqueza cultural, sin parangón, es un signo de distinción absoluto. Hace disfrutar de la vida, pero no somos capaces de valorarla. El legado musical que tenemos es impresionante. La marca definitiva de la cultura española es su música. Somos seres humanos y lo único que nos diferencia de los animales es la cultura, que está siendo engullida. Esperemos que se apoye para que el sustrato popular no se venga abajo.
–¿Cómo diferenciar la música antigua de la moderna?
–La música antigua es como el pan, un alimento inventado hace muchísimo tiempo pero que comemos todos los días. No entra en el concepto de paso de moda. Estilísticamente, la barrera que nos ha llevado al tiempo actual ha distanciado la música culta del público, que nota como contemporáneo cosas anacrónicamente contemporáneas. En cambio, para mucha gente es más moderno escuchar música antigua.
–¿Qué opina de las actuales modas?
–Hablar de música, para bien o para mal, me parece perfecto. La educación es fundamental. Los que no hayan recibido formación musical tendrán difícil comprender las piezas complicadas. Serán reacios, no las entenderán y, por ende, no les gustarán. Pero cada tipo de música tiene una finalidad. Si tienes educación musical podrás comprender la música y disfrutarla, que es lo fundamental.
–¿A qué suena Euskal Barrokensemble?
–Amamos la música en general y, en particular, la música antigua, que quizá no estaba clasificada para poder expresarse con libertad. Es una vuelta a la persona y al intérprete. El músico tiene que tocar, crear y ser una parte activa. La música antigua, en relación a otras del ámbito clásico, disfruta ahora de este apogeo porque los intérpretes aprovechamos la genialidad de grandes compositores del pasado y del presente para recrearnos. No somos Madonna, pero hemos desbordado las previsiones de venta. Pese a tratarse de música antigua, ya hemos alcanzado las 5.000 copias. Ahora vamos a sacar otra edición.
–Música del Renacimiento y el Barroco interpretada por un grupo de música antigua. ¿Poco sugestivo para la venta?
–Claro. Nos han educado de tal manera que la etiqueta de antiguo puede resultar injusta. La música antigua es la más viva, porque las personas la tienen que recrear. Y si la gente lo supiera quizá no tendrían la reticencia de escucharla. El negocio discográfico ha clasificado todo de una manera que, a lo mejor, no existe una etiqueta para este tipo de música. Habría que dejarse de etiquetas y empezar a reflexionar para enfrentarse a la realidad de otra manera. El público lo demanda.
–¿Pero es España un país de etiquetas?
–Sí, y la música es un ejemplo. El negocio lleva a etiquetar para vender. Como la crisis no ha hecho rentables algunas de las etiquetas, ¿reetiquetamos o cambiamos el sistema? Estamos parcheando la realidad. La crisis ha ayudado a que el público demande algo más del intérprete. Hoy, a la antigua usanza como se hacía en el Barroco, el intérprete se tiene que desvivir, debe poner todo de su parte e improvisar.
–¿Desaparecerá el nombre de música antigua cuando reviva la música misma?
–Sin duda. Cuando la gente comprenda lo que significa la música antigua desaparecerá esa etiqueta porque la gente la vivirá. La música culta y la popular han convivido estrechamente, pero la música culta sólo se puede disfrutar con educación musical. Los músicos de música antigua necesitamos la popular para inspirarnos. La Iglesia tenía todo el poder y el dinero, por lo que es en la música religiosa donde está el acervo cultural más importante de la música culta. Hubo un tiempo en el que convivían, hasta que el clasicismo defenestró el parámetro del ritmo, tildado de vulgar.
–¿Se puede leer la historia de un pueblo a través de su música?
–Por supuesto. No sólo descubrirla, sino disfrutarla. La música es atemporal, pero te puede transportar a otra época, acercarte a las vivezas de un pueblo en un momento determinado. Mediante los sonidos se descubre la historia de manera más directa que leyendo un libro porque estás viviéndolo. Es casi alquimia, una manera de dar vida a una idea.
–¡Qué difícil es vivir de la música en España!
–Tengo tres hijos. Mi mujer y yo somos músicos. Es complicado, pero se puede. Yo adoro esta vida. La crisis nos ha machacado a todos, aunque nuestra propuesta musical ha salido reforzada. Nosotros nunca hemos tenido cachés desmedidos. Verse millonario en este mundo lleva a afrontar la música de otra manera. Los músicos tienen que ser personas trabajadoras, conscientes de tener la suerte de vivir del arte.
–Si le hablo de Paco de Lucía...
–Le adoro desde pequeño. El primer disco que me compré en el Rastro con 12 años era suyo. Me lo sabía de memoria. Tuve la suerte de compartir mesa con él. Me temblaban hasta las manos porque es un genio. Su manera de tocar era toda verdad. La música y las notas caían por su propio peso gravitatorio.
–¿En sus ratos libres?
–Escucho de todo. Desde el «heavy» en mi época de juventud hasta la denominada contemporánea. Me encanta la música africana, la del Este...
–Y más allá de los sonidos...
–Me gusta estar con mi mujer y mis hijos, e ir al monte. Huesca me parece el paraíso europeo.
–¿Con que música acompañaría la actualidad española?
–Con un gran silencio para evidenciar la importancia que tiene la música. No somos conscientes de lo que representa.