España era diferente
La gran mayoría de los niños españoles en los años sesenta vivía al margen de la explosión beatlemaníaca, más preocupados por las aventuras catódicas de los Chiripitifláuticos que por el terremoto mediático de la «British Invasion». Yo disfrutaba con el humor surrealista de Locomotoro y el Capitán Tan, pero también con aquel programa de canciones de actualidad interpretadas en «play back» por actores de la casa que se llamaba «Escala en Hi-Fi». Esa conexión ortopédica con el mundo pop y la sincrónica colección de discos de mis primos mayores posibilitaron mi contagio con el microcosmos beatle. Aquellas portadas de los singles y EPs españoles asentaron esa iconografía sorprendente, moderna y audaz en una España cerrada, mate y oblicua.
Yo en aquel momento era un niño demasiado pequeño como para paladear en el cine el humor británico de «A Hard Day´s Night» o la protopsicodelia de «Help», obviamente tampoco asistí al concierto de Las Ventas en 1965, pero puedo dar fe de haber escuchado muchos de los discos del cuarteto de Liverpool que se vendían en El Corte Inglés, Galerías Preciados o Sepu. Los teníamos casi todos, nos los traían los Reyes Magos o eran regalos de cumpleaños, de fin de curso y de Comunión. «Twist & Shout», «I Feel Fine», «I 'm a Looser», «Ticket to Ride» o «Help», escuchados con delectación una y otra vez en un tocadiscos Kolster. Canciones infecciosas de tres minutos en las que no acertábamos a entender la temática aunqque resultaban rítmicamente infalibles desde la primera audición. Si como afirmaba Rilke: «La patria de un hombre es su infancia», la mía fueron los Beatles, aunque España fuera diferente, Yeah!