Fangoria: «El futuro sólo lo predijo Berlanga»
Alaska y Naho Canut publican «Canciones para robots románticos», producido por Guille Milkyway y Jon Klein.
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Alaska y Naho Canut publican «Canciones para robots románticos», producido por Guille Milkyway y Jon Klein.
No hace falta decir mucho. Fangoria publica un trabajo electrónico, e incluso «zapatillero» a ratos, con una portada retrofuturista. Hablamos con ellos de androides, replicantes, sintéticos, autómatas, políticos y seres humanos.
–¿Es una elegía a la inteligencia artificial?
–Canut: Sí que lo es. Tienes que ver la película «The Stepford Wives», de la que hicieron un «remake». Amas de casa perfectas de los años 50 que resulta que son robots.
–Alaska: Ahora esta portada es retrofuturista, pero en el año 64 habría sido futurista porque pensábamos que viviríamos con robots.
–Claro, «Regreso al futuro» ya es el pasado.
–A: Sí, vamos dejando el futuro atrás. Primero fue «1984», luego «1999» de Prince, después «2001: Una odisea en el espacio», y desde ahí, todo. No vamos tan rápido como deberíamos.
–¿Eso les decepciona?
–C: Hombre, sí. Sobre todo es que yo creía que a estas alturas del siglo ya no hablaríamos de fachas, progres, casta y todo ese tipo de lenguaje. Y que la religión sería algo privado. Yo me creí el «Fin de la historia» de Fukuyama en el sentido de que ya no habría guerras por religión o ideología, sino por petróleo o agua, y que ya nunca moriría gente por esas razones.
–A: Yo me creí la «Tercera ola», de Toffler, o sea que imagínate... Pero el avance tecnológico ha sido desigual. Internet ha avanzado más de lo que esperábamos y en nuestra mano llevamos móviles que son casi robots. Pero el transporte, o la decoración...
–C: Pienso que en tres o cuatro años va a haber un super avance en temas de guerra porque llegarán los drones, y es donde todo va a empezar. Pero lo otro no interesa, sólo que cuanta más gente entre en el avión, mejor.
–Entonces, ¿se puede creer en la inteligencia artificial?
–A: Sólo le veo un problema: no ha avanzado porque las máquinas están programadas por humanos. Cuando haya máquinas que programen máquinas, yo me pongo a su disposición (risas). Porque entonces no habrá condicionantes morales, culturales o religiosos. Las cosas serán o buenas o malas.
–N: Pero no porque lo haya dicho un señor, o porque esté escrito en un libro. O porque te digan que la carne de cerdo es impía. No. Es bueno o malo porque está estudiado o porque lo es.
–¿Nos hace falta a los humanos inteligencia artifical?
–C: Claro, igual que a las vacas las llevas con un palo, los humanos necesitamos a los robots. Porque sólo se nos ocurren tonterías.
–A: hay una trampa en los humanos. Alguno dirá que si nos robotizamos, no sentiremos amor ni empatía, pero es que tampoco sentiremos odio ni celos ni ira. Lo bueno y lo malo no se pueden separar.
–¿Lo que ganamos por lo que perdemos?
–A: Exacto, a mi me gustaría poder elegir. Aunque esto es una distopía. Y habrá rebeldes que no quieran tener inteligencia artificial y serán los nuevos rebeldes, como en «Terminator».
–Entonces, en las relaciones humanas ¿sobra tanto sentimiento?
–N: Hombre, pues totalmente sí. Cabezas frías es lo que hace falta. Gente que piense.
–A: En los humanos funciona mucho el componente hormonal, que es fatal. Igual que las chicas y las transexuales saben que una inyección de hormonas o tenerlas nos trastorna; o los que van al gimnasio y se meten un ciclo de testosterona, que también les transforman. Pues todo está ahí, marcando territorio. Y eso tiene poco que ver con lo necesario y con lo práctico.
–¿Los sentimientos estupidizan?
–C: Y te distraen. No piensas.
–A: Por eso no crees en la fase inicial del enamoramiento en la que se disparan las hormonas y la serotonina. Pero cuando se estabiliza, es más placentero.
–N: Se nos murió el amor, dicen. No, lo que pasa es que ves más allá de tu cerebro cómo es de verdad la otra persona.
–Tengo la sensación de que esa fase les da material de canciones.
–A: Tenemos una fuente inagotable de inspiración en culebrones, rancheras, boleros y coplas.
–C: Y la cosa política de provincias enteras que van a la cárcel, o Rita Barberá, que es tragicómica, es muy inspiracional.
–A: Es berlanguiano.
–Puede que «Todos a la cárcel» sea una premonición más fiable que Artur C. Clarke.
–A: Desde luego. Ese sí que era un visionario, el único que predijo el futuro. Pero si ves la trilogía de la Escopeta, Patrimonio y esa película, es tan claro todo... ¿cómo es posible que pase algo si te están advirtiendo de que va a pasar?
–C: Los humanos somos así y no se puede cambiar.
–¿Tocarían el álbum con casco a lo Daft Punk?
–Los dos: Noooo.
–C: Porque esa imagen es de robots muy 90, y nosotros somos de los 50, que es más Kraftwerk. Somos más de un robot humano, que no sabes si lo es. Tampoco sabemos si algún político es un robot. Hasta que no se corte y le salga un chorro amarillo... no se sabe hasta que le pasa algo. ¿Cuántos robots hay que no sabemos que lo son? Seguro que algún presentador no tiene nada de cintura para abajo.
–Han titulado una canción «La nostalgia es una droga».
–C: Es que hay mucha gente de todas las edades que piensa que todo lo anterior es mejor. La comida, la música, la televisión. ¡Mira las revistas musicales!
–A: Hemos pasado de viejos nostálgicos con Franco a jóvenes de 30 que reniegan... (se enzarzan por «La guerra de las galaxias». Canut: «Cuando fui a verla por primera vez, pensé: ‘‘¿Qué mierda es esta?’’». Alaska: «¡Pero si te gustó!». Canut: «¡No, es que fuimos con alguno que se había comido un ácido!». Alaska: «Pues dijiste que te gustó»).
–Retrofuturismo en la música: se llevan Raphael y Los Chichos.
–C: Yo me pregunto por qué no llevan Andy y Lucas o Estopa.
–A: A mí Los Chichos me gustaban en el 73 y...
–C: Ahora es por culpa de las petardas. ¡Las petardas! ¡Las petardas! Pero hay que respetarlas. Lo que me da rabia es que Pablo Alborán estará de moda dentro de 20 años.
–A: La nostalgia es una actitud que tú decides llevar y también es una industria que vive de eso a lo bestia.