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Crítica
Festival Little Opera: Lirismo de distinto cuño
Festival LittleOpera: Gala Lírica. Elena Sancho Pereg, soprano, Airam Hernández, tenor. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Director: Guillermo García Calvo. Plaza de la Catedral, 25 de julio. “El Duelo”: “El Empresario” de Mozart, “Prima la Musica e poi le Parole” de Salieri. Mar Morán, Anna Cabrera, Juan Ramos, Mauro Pedrero, Arantza Ezenarro, Alejandro Sánchez, David Cervera, Aarón Martín, Hugo Porris. Orquesta Vigo 430. Directora: Lara Diloy. Directora de escena y diseñadora de escenografía-vestuario: Rita Cosentino. Zamora, 25 y 27 de julio de 2025.

El Festival zamorano, del que hablábamos hace poco a propósito del estreno de la ópera “Hildegart” de Juan Durán, ha cerrado su última edición con el doblete, ya tradicional desde que ambas obras se estrenaron conjuntamente en Viena el 7 de febrero de 1786, constituido por “Der Schauspieldirektor” de Mozart y “Prima la Musica e poi le Parole” de Salieri. Una gozada disfrutar de nuevo de estas dos partituras tan diferentes: la una, un “singspiel” de alrededor de una hora de duración que alberga solamente una espléndida obertura, una “arietta”, un rondó, un terceto y un cuarteto. Con ellos el compositor trazó una amable crítica de los medios teatrales y operísticos de la época. Hay mucha palabra, siempre con sentido y miga (creada por el libretista Stephanie el joven), y una música exquisita; la de un compositor en lo mejor de sus medios creadores y que en cuestión de semanas estrenaría “Las bodas de Fígaro”.
La obra de Salieri es una ópera bufa a la italiana que broma a broma plantea un tema lleno de sustancia; que fue tratado por Richard Strauss muchos años después en su “Capriccio”. Rita Cosentino, que ya ha ofrecido en el Festival otras muestras de su conocimiento del “métier”, ha potenciado la gracia de las anécdotas, aunque a veces se excede un poco en la dimensión bufa, bien que sea en principio un hallazgo el personaje mudo del criado con sus muecas y movimientos. Y que actúa también en la ópera de Salieri y en el prólogo y epílogo del espectáculo. Cosentino sabe mover con gracia a sus peones y sale victoriosa; al urdir también la idea de que estamos ante un duelo operístico cuyo resultado final ha de ser dirimido por el público. La obra más aplaudida sería la ganadora.
Y lo fue la mozartiana. Con independencia de su extensa palabra, la música que la acompaña, aunque breve, es maravillosa, incluidas las dos arias, de coloratura tan exigente. En conjunto nos lo pasamos muy bien y disfrutamos asimismo, claro, de la gracia, donosura y desparpajo de la de Salieri, que es en su estilo una composición estupenda, en la que los acontecimientos se solapan continuamente. Recitativos secos y acompañados, arias y conjuntos muy bien hilvanados sobre estupendo texto de Giovanni Battista Casti.
Todo estuvo bien movido y, más allá de las exageraciones y acentuaciones excesivas, el espectáculo se desarrolló sin problemas, de manera fluida y continua. Hubo escasos ensayos y eso se notó sobre todo en el pequeñísimo foso, en el que se situaron a lo más 14 o quince instrumentistas de la joven Orquesta viguesa. No hubo total encaje y apreciamos una afinación relativa. Lara Diloy se mostró muy activa y diligente, expresiva y cordial, pero no mantuvo en todo momento la exactitud y minuciosidad deseables.
Se dispuso de un equipo de cantantes bastante solvente. Brillaron particularmente las sopranos, Mar Morán (Sra Herz en Mozart), que exhibió su rico y restallante metal y su facilidad para la coloratura para acceder por ejemplo al Fa 5, y Anna Cabrera (Sra Siverklang en Mozart y Tonina en Salieri), de timbre más sedoso y fraseo muy ajustado, igualmente fácil arriba. A señalar también la buena prestación en Salieri de Arantza Ezenarro (Eleonora), expresiva, sólida y de técnica asentada. Aplaudimos la bien asentada voz de bajo de David Cervera (Maestro en Salieri), la solidez más lírica de Mauro Pedrero (Buff en Mozart), la reciedumbre baritonal de Alejandro Sánchez (de relativa vis cómica) (Poeta en Salieri). El buen actor que es Aarón Martín mostró su flexibilidad y comicidad en el señor Frank (Mozart) y en el ayudante del Maestro (Salieri). También como inventada y cómica presentadora del Duelo. Hugo Porris se limitó a sostener con gracia los carteles.
El día 25 asistimos a una gala lírica un tanto frustrada. La soprano Natalia Labourdette hubo de suspender por circunstancias familiares. Deprisa y corriendo, a última hora, se consiguió la participación de Elena Sancho Pereg, de consistencia sopranil algo más ligera que la de aquella. Pero es cantante segura, generalmente afinada y expresiva. Controla bastante bien la coloratura. Hubo de prescindir de algunas de las obras anunciadas y aportó otras no previstas. Moduló correctamente dos páginas de “Lucia di Lammermoor”, con casi todo en su sitio, y cantó diáfanamente “Ah, je veux vivre” de “Romeo y Julieta” de Gounod. Junto al tenor Airam Hernández entonó con propiedad el dúo de “Lucia”.
En cuanto al cantante canario se vio que no estaba fino. Luego supimos que estaba afectado de sinusitis. El timbre, no especialmente brillante, pero sí agradable, bien acolchado, dotado de una curiosa pátina penumbrosa, quedó claramente perjudicado y la zona aguda resquebrajada, sin penetración. Problemas también de fiato. Algo que pudimos apreciar sobre todo en el aria de “Werther”. Expuso como regalo una bien fraseada “Alfonsina y el mar” de Mercedes Sosa. El programa sufrió por todo ello modificaciones que nadie comentó. Con todo el concierto resultó ameno. Prestación muy digna de la Orquesta de Castilla y León bajo el mando en esta ocasión de Guillermo García Calvo, que mostró su aplomo y su seguridad, con instantes líricos bien medidos. El Coro evidenció debilidad y relativa afinación.
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