Frank Zappa, un peligro público
Manuel de la Fuente recoge por primera vez la obra lírica completa del músico, que le convirtió en una amenaza para la hipocresía y la estupidez


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En la historia de la música popular, ninguna carrera alcanza las cotas de complejidad, originalidad y extensión de la de Frank Zappa (EE UU, 1940 –1993). El estadounidense no concebía los discos como una simple colección de canciones, sino como obras temáticas conceptuales donde desarrollaba, a lo largo de sus cortes, una historia o un concepto. «The Residents decían que una canción pop es una canción de un minuto repetida tres veces. Y Zappa se niega a hacer eso. Si lo hace, es para burlarse. En su caso, no se puede hablar tanto de canciones como de suites contemporáneas», dice Manuel de la Fuente, biógrafo del estadounidense, y uno de los mayores expertos en su figura. De la Fuente acaba de publicar en español «Zappa. Obra lírica completa» (Libros del Kultrum), un volumen que recopila por primera vez el cancionero íntegro del músico, en edición bilingüe. Un trabajo de años que busca hacer honor a alguien que llevó la escritura de canciones a otro plano, alguien que, como dice Julián Hernández (Siniestro Total) en el prólogo del libro, «puso en peligro los cimientos de la cultura, la política, la moral y las costumbres occidentales».
«Zappa es un artista singular, raro. Es un músico de rock que no quería ser rockero; él quería ser compositor contemporáneo, pero se dio cuenta de que para tener éxito tenía que utilizar el lenguaje de su momento. Hoy quizás haría reguetón para reírse del reguetón», dice De la Fuente. Sus letras, plagadas de humor y sátira, no son en absoluto sencillas de traducir. «No, porque utiliza mucho argot y mucho ‘‘slang’’ de la época y también referencias culturales que son entendibles en el contexto de su época pero menos en el presente. Por otro lado, la comicidad y el humor exigen un estilo determinado, un tono procaz pero no vulgar, que es como él escribía», dice el traductor, que se enfrentó a un primer desafío: establecer el canon, determinar, de los 62 LP’s que publicó en vida y los 37 póstumos que dejó para sustento de sus descendientes, qué debe formar parte de este cancionero íntegro y llevar a cabo su transcripción y traducción. «Yo quería hacer una traducción según los cánones literarios, como si se tratase de un volumen de Cátedra, para ser leído. Porque lo que pasa en los cancioneros de rock demasiadas veces es que se confunde literalidad con fidelidad, y es un error. Yo creo que para ser fiel debe recoger, dentro de los límites de la expresión, la comicidad, el tono coloquial, que lleve al lector español a la carcajada tanto como al oyente anglosajón», dice De la Fuente.
Contra el sentimentalismo
El estilo literario de Zappa no tiene parangón: ni es intelectualoide, ni ñoño, ni banal, ni hippie, ni usa la poética como una máscara. Es limpio y claro, cáustico y ácido, y plasma el descontento social a través del humor. «Es un estilo muy infrecuente, porque el rock está impregnado de sentimentalismo. Por eso es más fácil traducir una balada de los Beatles que una pieza satírica como las suyas. Ahí es donde se sitúa la demolición de los patrones culturales y políticos de los que habla Julián Hernández: ridiculiza todos los estereotipos, los códigos habituales de la creación artística o musical, del discurso que prevalece en la propia industria. De la misma manera, creo que Siniestro Total es quien mejor recoge ese legado, esa crítica social escondida debajo del humor, como las películas de Billy Wilder, Lubitsch o Woody Allen. Esa actitud contiene también un posicionamiento, una manera de estar en el mundo, un compromiso ético con la reivindicación de la individualidad, el pensamiento crítico, la asunción de que todo poder es risible. No hay institución sagrada, ni política, ni cultural ni religiosa, todo tiene que ser sometido a la burla y que cada cual haga lo que considere necesario. Lo que viene a decir Zappa es que estamos siendo manipulados por los poderes mediáticos y políticos y que todos tenemos que ser conscientes de eso. Después, que cada cual saque sus conclusiones», dice el escritor y traductor.
Un espejo de idiotas
«El meollo de la cuestión es el sentido del humor, la comicidad que huye de cualquier afectación –apunta De la Fuente–. Él es procaz porque refleja el habla de los norteamericanos, igual que cuando uno lee ‘‘El Quijote’’ está lleno de hideputas. Él huye de la romantización de la manera de comportarse y coloca un espejo para que veamos cómo actuamos, cómo nos expresamos, cómo la gente miente, cómo la gente es idiota. Cómo domina la estupidez sobre el sentido común en un porcentaje importante de las decisiones que tomamos en la vida. No creo que sea tanto hablar de él, como la manera en la que su obra nos hace reflexionar a través de la carcajada. Y es lo que hacían Rabelais, Lewis Carroll, Cervantes... toda una tradición de escritores que utilizaban el sentido del humor como enganche», explica este experto, que apunta al autor francés como claro referente, a pesar de que Zappa nunca lo citó en las muchas entrevistas que concedió. El rockero compartía con Rabelais un talento único para construir micromundos ficcionales, grandes sátiras de nuestro cosmos. En «200 Motels», una película surrealista de 1971 (en la que aparecía Ringo Starr), Zappa levanta ladrillo a ladrillo Centerville, una ciudad plagada de iglesias y licorerías que podría ser cualquiera entre las miles que existen entre la costa atlántica y la pacífica de su país. Por si no les suena todavía, esa ciudad imaginaria bien podría haberse llamado Springfield, la Macondo de «Los Simpsons» creada por el admirador número uno de Zappa, Matt Groening. Zappa fue muy crítico con los telepredicadores televisivos que en los año 80 hicieron campaña a favor de Regan, en los tiempos más oscuros de la mentira como cotidiana como elemento central del discurso político. Parte de la parodia a aquel fundamentalismo religioso está filtrada, con el paso del tiempo, en Ned Flanders. «Él plasma la estupidización de la gente y el ridículo del poder y sus máscaras, algo que está completamente vigente», asegura el biógrafo del músico.
Por todas estas razones, la obra de Zappa puede disfrutarse tanto leída como escuchada. «Mi preocupación es que los textos pudiesen ser leídos de principio al final o por capítulos y que se mantuviese el texto como una entidad. Si le dieron el Nobel a Dylan en 2016, hay que reivindicar a estos artistas que escriben con musicalidad. Como en el romancero español: expresión con un número de sílabas para ser rimada, cantada y recordada. El hecho de que sea una obra que se haya publicado en forma de discos no va en menoscabo de su calidad literaria. Y bueno, hay que decir que, aparte de las letras, se incluyen las notas del aparato crítico que explican las referencias, y además hay textos introductorios en cada disco. Leídos todos en orden construyen una especie de biografía de Zappa porque en cada introducción se mencionan sus principales peripecias», explica De la Fuente. Pero el volumen, sobre todo, hace justicia por primera vez a la obra literaria de Frank Zappa.