Crítica de clásica
Juventud a toda vela
La Jonde viaja estas semanas de la mano del joven portugués Nuno Coelho, titular actual de la Sinfónica del Principado de Asturias
Obras de Dvorák, Stravinski y Beethoven. Joven Orquesta Nacional de España (Jonde). Director: Nuno Coelho. Auditorio Nacional, Madrid, 12-I-2023.
La Jonde, creada en 1983 y cuyo primer director musical y artístico fue Edmón Colomer, es un rico crisol en el que se han formado y forman futuros instrumentistas. Su actual directora artística es la violinista y docente Ana Comesaña Kotliarskaya. La orquesta viaja estas semanas de la mano del joven portugués Nuno Coelho (Oporto, 1989), titular actual de la Sinfónica del Principado de Asturias, con el que ha actuado en Madrid en el concierto que reseñamos y que ha puesto en evidencia la excelente forma de la agrupación. A la vez que ha mostrado las virtudes del maestro, hombre menudo y de corta estatura pero que se crece sobre el podio hasta extremos insospechados.
Exhibe una muy buena técnica de batuta, clara, ágil, precisa, imantadora y corajuda. Es cierto que ha de templarse, tranquilizar su agitación permanente, apaciguar su nerviosa «maniera». Buscar en mayor medida el «legato» y las distintas formas de «rubato», planificar con más sapiencia y conseguir la sonoridad ideal y propia de cada composición. El programa ofrecido desde luego no era nada fácil.
Comenzaba con la oscura, sinuosa y poco prodigada obertura de «Otello», de Dvorák, que se inició bien, de forma pausada y con una tímbrica muy apropiada. Luego apreciamos la buena pintura de los momentos más dramáticos y, particularmente, la precisión de los ataques, controlados por un gesto seco y conminativo. «El pájaro de fuego», de Stravinski (versión de 1919), tuvo una adecuada atmósfera, evanescente y asordinada en una cautelosa y bien declinada «Introducción». Después, buen juego tímbrico en la «Ronda de las princesas». La «Danza infernal de Kastchei» tuvo un correcto desarrollo rítmico y una muy relativa claridad. Coelho supo otorgar el adecuado aire pausado y balanceante a la «Berceuse» y estableció un acusado contraste con el «Final», donde nos parecieron demasiado secos y fustigantes los acordes masivos. Cierre esplendoroso tras un conseguido silencio.
Para terminar, nada menos que la «Sinfonía nº 3», «Heroica», de Beethoven, dirigida con buen pulso y con casi total ausencia de lirismo. Un poco, para entendernos, en la imaginaria estela de Toscanini. Perfiles claros en general y sabor agreste. En la reexposición, luego de un desarrollo (gigantesco, como se sabe) bien trabajado, hubo numerosas borrosidades y la coda, bien impulsada, con nervio y mucha tralla, quedó algo confusa. Destacamos en la «Marcha fúnebre» la buena mano en los pasajes fugados.
Ritmo bien establecido en el «Scherzo», con tres trompas formidables. Sus nombres: Marta Montes, Cristina Cortés y Jesús Díez. Las variaciones del «Finale» sobre el tan conocido tema trabajado por Beethoven en tantas ocasiones quedaron generalmente bien perfiladas, aunque no todo fue claro. Las maderas quedaron sepultadas más de una vez. Abundantes cambios de «tempo», bien destacados. Mucha lentitud en la gran perorata con el motivo central por todo lo alto, excelentes subrayados de la intensa cuerda en la coda, a falta de una nitidez mayor.
Gran éxito, vítores y bravos de la concurrencia que casi llenaba la sala, y dos propinas marchosas a toda pastilla: el final de la Obertura de «Guillermo Tell», de Rossini, y el Preludio de «La boda de Luis Alonso», de Giménez, en los que se lucieron los fogosos instrumentistas en su seguimiento de la fustigante y desbocada batuta. ¡Y qué habilidad la suya para pasar, limpia y vertiginosamente, las páginas de las partituras!
✕
Accede a tu cuenta para comentar