Liceu

Kaufman, idóneo Adrea Chenier

«Andrea Chenier» de Giordano. J.Kaufmann, E.Westbroek, Z.Lucic, D.Graves, R.Plowright, C.Bosi, E.Zilio. Coro y orquesta de la Royal Opera House. Dirección de escena: D.McVicar. Dirección musical: A.Pappano. Royal Opera House. Londres, 23 - I -2015.

La Razón
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Los tiempos han cambiado, pero no tanto. Al menos para poetas, dibujantes o escritores. Pocos días antes del estreno de la nueva producción de «Andrea Chenier» en Londres, eran asesinados dibujantes y redactores en París, la misma ciudad del poeta, a manos de la misma intolerancia que llevó a aquél a la guillotina durante una revolución que Robespierre justificó: «Incluso Platón prohibió los poetas en su república».

El estreno de la nueva producción era esperadísimo. La ópera de Giordano fue la elegida por Beniamino Gigli en 1930 para su debut en el Covent Garden y en él no se representaba la obra desde hace 30 años, cuando alternaron Domingo y Carreras. El tenor alemán no lo tenía fácil, pero ha cosechado un enorme éxito. Presencia escénica, inteligencia y musicalidad en la lectura del personaje componen un trío que nadie puede hoy igualar. Si se quiere, lo canta tan bien, que un exceso de control resta algo de dramatismo. Se reserva en el inicial «Un di all’azurro spazio» para realzar su poética más que su denuncia, explota en «Si, fui soldato» sin dejar en evidencia a sus compañeros y entona un precioso «Come un bel dí di maggio», esa aria tan paralela al «Adiós a la vida» de «Tosca». Eva-Maria Westbroek tenía que haber cantado Maddalena en Perelada el pasado verano, pero canceló. No es el papel más idóneo para una voz alemana, lo que se deja sentir en los dos primeros actos, pero logra una aceptable «La mamma morta» y se calienta con Kaufmann en el dúo final.

No hay muchas voces baritonales como la de Zeljko Lucic, aunque le falte un punto de metal y, sobre todo, matizar. ¿Quién le iba a decir a Rosalind Plowright que acabaría siendo la condesa de Coigny, la madre de quien ella cantó en el mismo escenario? La mezzo Denyce Graves resultó calante y en Elena Zilio pudo más la contundencia vocal que la expresividad. ¡Qué lejos de como interpretó María José Montiel a Madelon en París! Este tipo de óperas no permiten un traslado de época y David McVicar ha sido consciente en una producción tan tradicional pero menos inspirada que su «Adriana Lecouvreur» para el mismo escenario y, sobre todo, menos espectacular en la dirección actoral que la del recientemente galardonado con la Legión de Honor francesa Giancarlo del Monaco. Afortunadamente, se contó, junto al buen hacer de Kaufmann, con el de Antonio Pappano en el foso, cuidadoso con los cantantes salvo quizá en el final del tercer acto y sacando sus mejores jugos a la excelente orquesta de la Royal Opera. El día 29 será retransmitida en varios cines españoles y el día 3, por la BBC Radio 3. Merece la pena no perdérselo.