España

La gran Beller Carbone

«La gran duquesa de Gerolstein». De Offenbach. Voces: N. Beller Carbone, A. Gorrotxegi, E. de la Merced, M. de Diego, C. San Martín, G. Peña, F. Crespo. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de la Zarzuela. Dir. de escena: Pier Luigi Pizzi.Dir. musical: Cristóbal Soler. Teatro de la Zarzuela. Madrid

La Razón
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Corría el año 2009 cuando escribí a raíz de una «Salomé» en Tenerife: «Nicola Beller Carbone iluminó la fundamental parte aniñada de Salomé y mostró lo que hoy día es una artista completa, capaz de cantar y también de dar total credibilidad escénica a un personaje. Resulta incomprensible que debutase en España, país al que tan ligada se encuentra en lo personal». Era un descubrimiento en España de Giancarlo del Monaco, entonces director del festival de ópera y curiosamente también con una regia de Pizzi. Permítaseme una observación y un inciso: hay poco artistas como Del Monaco que brinden a un «enemigo» un triunfo como hizo en aquella «Salomé». Dos años después encarnó a Floria Tosca en el mismo escenario y en 2013 volvió a llamar la atención como Pepita Jiménez en los Teatros del Canal. Por lo demás, casi ausente de las carteleras españolas. Hay personajes que le van como anillo al dedo y la gran duquesa de Gerolstein es uno de ellos. Da gusto ver a una actriz, escuchar a una cantante no siendo la mezzo que el papel exige y entenderla perfectamente en los diálogos hablados. Apuntado lo de mezzo, añadiré que el papel lo tenía que haber cantado en un principio María José Montiel, pero hubo de renunciar a él cuando Pinamonti la pidió cantase «Carmen» tras la negativa de Fabiola Herrera. Al lado de Beller Carbone empequeñecen los demás, aún con la inesperada vena cómica del seguro Andeka Gorrotxategi o la corrección del resto. Ella sobresale en esta opereta de Offenbach de 140 minutos de música a la que le habrían venido bien algunos cortes en ballets y escena. Partitura tan viva como intranscendente, cuyo libreto ha sido traducido al español por Enrique Mejías en un proceso de «zarzuelización». Se estrenó en Madrid en 1870, una vez que la censura lo permitió olvidando las posibles comparaciones entre la duquesa e Isabel II. No vino a Madrid Pizzi, sino que se encargó Gasparoni del montaje. Como siempre con Pizzi hay que reconocer su elegancia, vistosidad y, en este caso, el acierto del vestuario en azules y blancos. Cristóbal Soler dirigió la orquesta con más pulso que matiz en lo que es un espectáculo recomendable para pasarlo bien y disfrutar de la protagonista en todos los sentidos.