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La «piratería» discográfica

La Razón

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La revista «Ritmo» ha publicado su número 900, 88 años de actividad, todo un récord. En ella publiqué mi primer artículo. Corría marzo del 72 y, en homenaje a «Ritmo», no me resisto a extractar el mismo, que resulta revelador: «(...)Los avances de la técnica a partir de 1940 han hecho posible el desarrollo de un negocio que alcanza en la acutalidad su apogeo, con unos ingresos superiores a los siete mil millones de pesetas anuales. El comercio ‘‘pirata’’ no sólo se alimenta de grabaciones en cintas magnetofónicas, sino también de discos, lo que ha ocasionado que las discográficas alcen su voz para solicitar unas leyes que lo prohíban. (...) Esa ‘‘piratería’’ comprende, entre otras actividades, la transferencia del sonido de un disco a otro, con posterior venta ilegal del mismo. Dado que cuando una compañía firma contrato exclusivo con un artista adquiere no sólo el derecho de sus servicios musicales, sino también el de usar su nombre para promocionar la venta de sus discos, la presentación de las grabaciones piratas suele ser diferente a las originales, llegando incluso a la utilización de nombres falsos para los artistas. Frente a este tema, la opinión pública se halla dividida. Se comprende el perjuicio que ocasionan a artistas y discográficas, pero en algunos casos se aprueba su existencia. Las ganancias de este negocio son muy elevadas. El campo más productivo para la piratería es la ópera. Muchas de sus grabaciones corresponden a voces amadas en papeles no comerciales. (...) Hoy por hoy los «piratas» no han puesto proa hacia nuestro país, y el problema no nos afecta en demasía; pero quién sabe si en un futuro no muy lejano anclarán también aquí...». Ahora ya sabemos cuanto sucedió después.

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