Buscar Iniciar sesión
Sección patrocinada por
Patrocinio Repsol

Luz Casal: «Pasaré al olvido y ya estoy preparada»

La artista publica «Las ventanas de mi alma», un disco en el que se enfrenta a sus debilidades con serenidad: «Tengo ambición, pero ya no espero nada»
Luz Casal presenta "Las ventanas de mi alma", su primer disco de estudio integrado por material inédito en cinco años
Luz Casal presenta "Las ventanas de mi alma", su primer disco de estudio integrado por material inédito en cinco añosSergio PérezEFE

Creada:

Última actualización:

A estas alturas de la vida, Luz Casal (Boimorto, La Coruña, 1958) ha desarrollado un superpoder muy gallego, una especie de intuición inexplicable. «Es el olfato, que lo tengo muy desarrollado. Pero no se puede entrenar ni hacer nada, es espontáneo. Un sentido que te dice por dónde ir, cómo tirar adelante, qué canción es buena, o a qué ciudad tenemos que ir a actuar», explica la artista, hecha de granito atlántico y roca de mar. «Lo tenía mi madre», dice confirmando la cuestión sanguínea, el salitre que se huele dentro de una, incluso a lomos de la meseta. Casal abre «Las ventanas de mi alma» (Virgin), título de su nuevo trabajo, canciones confesionales que se enfrentan a heridas, deudas y dolores consigo misma.
De entre la avalancha de lanzamientos musicales, el olfato también nos dicce cuándo un disco llega a la calle sin la adecuada cocción. No huele a sustancia, todo lo contrario que el que nos ocupa. «Bueno, yo nunca he hecho un disco por hacerlo... bueno, salvo el segundo, que ese...», dice Casal con su retranca involuntaria. «Pero tengo la sensación de haber hecho el mejor trabajo de mi vida». Después de cinco años sin publicar canciones y 15 álbumes de estudio, la artista se abre, se muestra vulnerable y se enfrenta a lo inevitable con sarcasmo. En «Antes que tú», una de las canciones más animadas y bailongas del disco, canta un verso a traición: «Pronto seré la nada y el olvido. Me preparé antes que tú». «Hay sarcasmo en esas líneas, pero creo que no crudeza. Pero digo las cosas como las pienso. Parece una canción frívola pero tiene escondido un bofetón –sonríe–. Yo sé que tengo gente fiel, que me sigue y está conmigo y me escucha, pero pasaré al olvido. Y estoy preparada, así que no miento. Eso de permanecer... No lo tengo nada claro. Y por eso no ando mirando al pasado ni a lo que pueda venir. No manejo bien los tiempos esos». Casal, superviviente a dos cánceres consecutivos, no hace más que constatar una realidad. Pero está curada de espantos tanto como de medallas. «En algunos momentos de mi vida pensaba que tenía que ser recompensada o reconocida, pero ya no lo necesito. Claro que quiero que a la gente le sirva para algo lo que hago, y que piensen que es bueno. Y que me quieran. Me encantaría que el disco fuera un éxito, también, claro. Pero no necesito lisonjas y eso da una sensación de ligereza total. Yo me exijo, me aprieto las clavijas pero lo hago porque sí. No quiero casi nada. Así es como me tomo la vida», explica la artista.
Hay, quizá, que recordar que la gallega ha recibido las mayores distinciones culturales de Francia, como la Orden de las Letras del país galo y las llaves de la ciudad de París. «No sé si me harán comandante ya o qué será lo próximo. Pero lo recibo con agradecimiento. No te lo niego. Las medallas sientan bien, pero no las necesito». Tampoco ambiciona un reconocimiento equivalente en España. «No. Las cosas que me han sucedido, no las esperaba. Creo que soy una persona agradecida. Pero no hago nada para que me recompensen. Soy muy ambiciosa con lo que pueda provocar mi trabajo, pero no espero algo grandilocuente por ello. Si pasa, me maquillo y lo disfruto, pero la mejor expresión de mi estado anímico con mi profesión y con la vida no es que no espero nada. No lo necesito. Hasta el fin de mis días haré lo mejor sin conformarme, en todas las canciones me autoimpondré la tarea de que sea mejor. Pero sin esperar que me consideren la mejor».
Parece ya un tiempo lejano, pero, durante el confinamiento, Casal abrió la cámara de su ordenador para charlar con más de dos mil desconocidos durante aquellos días. Para escuchar sus problemas, entrar en sus vidas. «Me parecía que debía hacer un esfuerzo personal, íntimo, humano. Quería aportar algo y hacerlo directamente. Dar la oportunidad que me dijeran: ‘‘estoy hasta el moño’’. Pero claro, algunos te decían que estaban al límite de su aguante y de que podían hacer alguna locura, así que no todo fue cómodo. Pero la mejor lección de todas es ver cómo la gente necesita del otro en los momentos duros. Poder desahogarte. Y que te digan después de hablar contigo que ya pesan menos. Eso mismo es lo que siento yo escribiendo canciones. Cuando escribes algo malo que llevas y lo lees ya no estás igual de mal, sino menos», dice sobre una experiencia que ha plasmado en la canción «Hola, que tal». «Ese tema habla de la importancia de escuchar a los demás. Y que eso ya es suficiente. No hace falta ni dar un consejo... aunque tampoco podría, ¿eh?». A pesar de todo lo vivido, no se atreve a dar recetas de resiliencia. «A mí me funciona pensar que todo se puede modificar en tu beneficio. Creo que hay que saber adaptarse a las circunstancias y revertirla en los casos duros. Los conflictos que te parecen insuperables se van en el sueño».
La artista se reconoce «culpable de no darle valor a lo importante». «Tenemos que resistirnos a no perder la inocencia. A valorar la amistad y la franqueza. Decir las cosas como son, sin querer herir, pero con franqueza. Por ejemplo, el amor entendido como la amistad siempre me ha interesado porque parece que se pierde con la edad. Y cuando dejas ir esa pureza primigenia, el ramalazo que al menos a mí me sale es el rencor. Pero son poquitos los casos. Creo que ese defecto está, en mis propósitos vitales, matizado». ¿Se juzga demasiado severamente a sí misma? «Sí... creo que lo hago. Yo hice ballet clásico y mi profesora me enseñaba que puedes hacer así –estira el brazo–, aunque si te lo propones puedes hacer esto –lo estira más–. Y en esa lección hay un momento que no llegas más allá, pero el propósito en mi cabeza es de siempre hacer más aunque estés cansada. Puedes ensayar más, puedes cambiar esta palabra, puedes mejorar para hacer algo más bonito o ir más lejos...».
Después de abrir tantas ventanas, Casal se siente en paz. «Todo lo que necesitaba decir ya lo he dicho. Estoy vacía. Eso para mí es muy importante, porque quiere decir que estoy en mi disco».