Maika Makovski, la música de universos colisionando
Publica “Búnker Rococó”, un trabajo de filosofía pop pero alma vanguardista
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En el universo de Maika Makovski hay una galaxia de referencias, diversas constelaciones sonoras que flotan en el infinito sujetas por fuerzas difícilmente explicables. Mil músicas acompañan a la artista de Palma de Mallorca (1983) desde su infancia y todas y cada una de ellas juegan un papel en su creación, como demuestra en “Búnker Rococó”, el nuevo y poco complaciente disco que publica el viernes 29 de noviembre. “Quería llevar la habilidad humana de la que soy capaz lo más lejos posible. Y me exigí muchísimo porque quería que me interesara al máximo nivel posible”, dice la artista sobre un álbum en el que pocos temas que duran menos de cuatro minutos y en los que hay desarrollos clásicos dentro de estructuras pop, ritmos partidos y letras a veces incómodas, a veces crípticas.
El proceso creativo del álbum fue, como indica el propio nombre del trabajo, el de una persona que se refugia, que se encierra en sí misma para encontrar respuestas a un problema de estilo y de esencia, una especie de barroquismo (de rococó pero no entendido como exceso sino como esencia). “Ha sido una pequeña odisea, porque dentro de mí conviven muchas músicas que están en mi vida desde que nací, porque mi padre es músico y esa ha sido una constante en mi vida. Me di cuenta de que, quizá, aunque siempre he sido ecléctica y mis discos han sido viajes, aun no había conseguido hacer una buena mezcla de todas las músicas que considero mías y ese era el concepto que tenía bailando en mi cabeza. Y no pensaba hacer una canción más corta para que la radien o para que a la gente le resulte más fácil llegar a ella”, dice Makovski, que lleva años buceando en sus raíces macedonias para encontrar eso que también le pertenece. "Si creces en el folclore es sencillo, pero acercarse a una música compleja como la balcánica en la edad adulta es realmente difícil. Los ritmos son una especie de corriente que lleva la canción encima y se trata de conseguir montar todo un paisaje encima de un río balcánico e integrarlo todo en un ritmo partido, como el ritmo típico macedonio, que es 7 x 8, para que lleve la canción encima. Y yo no quería un pastiche”, explica. Así que la solución era dejarse llevar por esa corriente fluvial. "Has de abrir la puerta al caos. No es lo mismo hacer country, que las pautas están marcadas, que una canción que no es exactamente una canción sino una pieza de estructura clásica que tiene un estribillo, como una canción de pop, pero una instrumentación que te recuerda a una banda sonora de Vangelis y se da la mano con un pasaje muy crudo y pantanoso y pasa a ser algo sinfónico. Y eso no sé cómo se hace. Obsesionándote mucho y dejándote llevar, haciendo un equilibrio complicadísimo que no siempre he sabido hacer de cabeza y de corazón”, cuenta Makovski, que lleva 20 años haciendo música desde su “faro interno”.
Hay, a lo largo del disco, una dualidad muy presente, un choque conceptual de contrarios. Desde el “búnker rococó” del título hasta “Muscle cars”, el tema que abre el trabajo, en el que hay una colisión de conceptos. Lo orgánico y lo mecánico. "Ese tema fue uno de los que más se me metió entre ceja y ceja. No sé cuántas maquetas hice. El concepto de la canción era un pilar para el disco aunque luego haya otros temas más crudos. Existe ese choque entre el carácter orgánico y sintético. Era una especie de obertura y me gustaba hablar de la habilidad humana, de la mecánica humana, de digamos el triunfo de la naturaleza cobre la era tecnológica, el triunfo de la mecánica sobre la electrónica, digamos”, cuenta Makovski. Hay, también, una fábula sobre la inteligencia artificial (“IA”): “Está narrada a través de la voz de un chico que vive en una ciudad grande dentro de 50 años y se siente obsoleto, bloqueado como ser humano frente al poder y la capacidad y la inteligencia con la que se mueve la máquina. Y no moraliza ni demoniza, pero plantea un futuro un poquito distópico”, ríe la compositora. Enfrente, canciones que hablan de la mente orgánica y sus fantasmas, como “My head is a vampire”, sobre el diagnóstico que recibió recientemente: un TDAH, trastorno de déficit de atención con hiperactividad que le ha dado problemas en algunas materias y mejores capacidades para la música, o “B series”, que habla "de los monstruos que somos nosotros con nosotros mismos a partir de las pelis de Serie B".