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Muere en Madrid el músico Allen Toussaint, sólo unas horas después de ofrecer un concierto

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Allen Toussaint, el genio de Nueva Orleans, falleció ayer en Madrid a los 77 años pocas horas después de dar un triunfal concierto en el Teatro Lara. Como cada noche después de una actuación, se retiró a su hotel. Comenzó a sentirse mal, fue trasladado de urgencia a la Fundación Jiménez Díaz y allí falleció. Se fue, con esa idea tan romántica como estúpida, en la carretera, prácticamente sobre el escenario. El artista estadounidense, no muy dado a las giras, había decido emprender un tour europeo junto a un reducido número de instrumentistas simplemente por darse el gusto de disfrutar haciendo música en recintos de pequeño aforo, pero cálidos. No le movía el ego ni la necesidad económica, sino simplemente disfrutar de su inmenso talento. Pero encontró su fin de manera sorprendente. Imposible de creer para quienes unas pocas horas antes se rompían los dedos de aplaudirle mientras él bajaba al patio de butacas del teatro para estrechar sus manos con la complacida audiencia. Se fue un auténtico animal de la música, un hombre cuya inspiración e influencia va mucho más allá de lo que dicen las ventas de sus discos o el reconocimiento popular. Para muchos, él fue “el sonido de Nueva Orleans”, su sublimación, el hombre capaz de convertir un subgénero en un verdadero género. Su música olía a maddie grass, pollo frito y caldos especiados. A fiesta, alboroto, resaca y melancolía.
A primeros de los 60, compuso y produjo numerosos éxitos para gente como Irma Thomas, Aaron Neville o Lee Dorsey. Sus composiciones eran mucho más intrincadas de lo que parecía en una primera escucha, con una sucesión de acordes realmente originales. Y luego estaban los arreglos, donde Toussaint era un auténtico genio. Sus vientos sonaban espectaculares y cada instrumento encontraba un hueco sin necesidad de aturdir lo realmente importante: la canción y el intérprete. Él conocía el secreto. Una composición como “Fortune Teller”, de 1962, encontró versiones de intérpretes como Rolling Stones, The Who o The Hollies. También de Robert Plant y Alison Krauss en 2007. Toussaint comenzó a ser reclamado por numerosos intérpretes blancos enamorados de la raíz negra que proponía el arreglista y compositor de Louisiana. Gente como Paul McCartney, Glen Campbell, Dr. John, Robert Palmer, Frankie Miller o The Band trabajaron junto a él y sólo pudieron contar maravillas de la experiencia. Pocas veces encontrará el mundo de la música a un autor que reciba elogios tan ruidosos tanto a nivel personal como profesional. Nunca necesitó satisfacer su ego –tan pequeño, casi imperceptible- con una carrera en solitario continuada. Realmente, sólo grabó discos suyos cuando le apeteció. Pero cada trabajo tenía un impresionante sello de calidad. Cómo olvidar discos tan magníficos como “Toussaint” (1971),
“Life, Love and Faith” (1972) o “Souhern Nights” (1975). Tras un semirretiro en la década de los 80, Toussaint regresó con enorme fuerza la siguiente década y en 1998 entró en el Rock and Roll Hall of Fame. Y en 2006 su popularidad registró nuevas cotas con su alianza con Elvis Costello para publicar conjuntamente el monumental álbum “The River in Reverse”, que además dio origen a una gira mundial no menos antológica. Ahora se va el héroe, pero deja un legado enorme y de valor incalculable. Sólo el paso de los años pondrá a Toussaint en el lugar que se merece, en el escalón más alto de la música popular, acompañado sólo de los elegidos. Él era Nueva Orleans, él solo era un género de música en sí mismo.