One Direction: Vivan las madres
Vagones de metro repletos de adolescentes pintadas con el nombre de sus ídolos y pancartas imposibles de amor «teenager». Como si de un partido de la «Champions» se tratara pero con sólo un equipo, One Direction, y, claro, cero rivalidad; todos a una. Cómo mucho, piques para ver quién es más fan. Ése es el ambiente que se respiraba de camino al Estadi Olímpic Lluís Companys, recinto que ayer acogió la primera parada española de la nueva gira del grupo británico. Una banda que también debe mucho a las madres de sus jóvenes seguidoras. Fieles escuderas de sus retoños que durante el concierto, les dan agua a sus hijas cuando se sofocan, las tranquilizan cuando el ataque de histeria se acerca, y las consuelan cuando lloran de pena al no poder acercase más a sus ídolos. En Barcelona las madres fueron heroínas anónimas, aunque eso sí, a algunas de ellas también se sabían las canciones al dedillo y parecían estar casi más entregadas que su descendencia.
Pasan los años y el fenómeno fan sigue ahí ajeno a modas y crisis. Gritos de «One Direction, One Direction» minutos antes de que los firmantes de «Midnight Memories» salgan al escenario y una devoción religiosa que, a pesar de ya vista recientemente en otros conciertos (hace solo unas semanas con Miley Cyrus en el Palau Sant Jordi, a pocos metros del Estadi Olímpic), no deja de sorprender. Con The Beatles pasaba lo mismo en los sesenta. Vale la pena recordar que los «Fab Four» decidieron dejar de tocar en directo debido al griterío ensordecedor de sus fans, tan exagerado que hacía inaudibles sus conciertos. Pero volvamos al concierto. Sobre un escenario One Direction recuerdan a sus paisanos Bay City Rollers, grupo fenómeno para las jovencitas de Reino Unido en los años setenta. Como los escoceses, estos cinco chavales de Londres practican un pop blanco en intenciones con un objetivo claro: hacer pasar un buen rato. Puro entretenimiento y buen rollo que en directo se traduce en constantes alusiones a la participación del público, coreografías ejecutadas a la perfección y «singalongs» como si no hubiera un mañana de proporciones épicas. Un pequeño parque de atracciones para menores de dieciséis años de usar y tirar. Ahora bien, como dicen los participantes de todas las ediciones de Gran Hermano, «dentro de la casa las emociones se amplifican», algo que se podría aplicar perfectamente al clima casi de histeria colectiva que se vivió ayer en Barcelona. Un estado que al finalizar el concierto se transforma en una bajada de tensión bastante considerable. Eso sí, durante el mismo, estos cinco chicos se tienen la lección muy bien aprendida. Fuegos artificalies desdede la primera canción, confetis por todas partes, y como es habitual, agradeciendo al público por estar ahí. Uno de los momentos álgidos de la noche fue la interpretación de la balada «Little Thing», que la banda ha dejado corear al público. Es increíbnle la manera en que estos chavales que apenas superan los 20 años conocen los resortes de un macroconcierto. Se mueven como pez en el agua en el escenario, buscan la interacción con el público y siempre tienen una sonrisa. Dos cosas para acabar: One Direction ha tirado del tópico para decir lo muscho que le gustaba España. Ha hablado de tapas, han puesto «La Macarena» de los Del Río y han repetido cien veces eso de «amamos España». Pero a pesar de los tópicos, se fueron a lo grande con sus tres canciones más conocidas: «Best Song ever», «Story of muy life» y «You and I». Y conquistaron Barcelona.