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Crítica de clásica
Prometedor bautismo de Alondra de la Parra
Primer encuentro en público de la impetuosa directora mexicana y de los conjuntos de los que va a ser rectora en los próximos cinco años
Obras de Falla, Rodrigo y Ravel. Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid. Guitarra: Pablo Sáinz Villegas. Dirección: Alondra de la Parra. Auditorio Nacional, Madrid, 24-IX-2024.
Primer encuentro en público de la impetuosa directora mexicana y de los conjuntos de los que va a ser rectora en los próximos cinco años. En general ha sido positivo, aunque no todo ha llegado al nivel de la excelencia. La sesión comenzaba con las dos suites sinfónicas de “El sombrero de tres picos”, de Falla, en la que De la Parra buscó una acentuación muy marcada, que impulsó la interpretación hacia el dominio de lo danzable; después de todo se trata de un ballet. Y hubo gracia algo gruesa y rotundidad a manos llenas. El gesto de amplios brazos abiertos de la directora, su cimbreo constante pareció impulsar la vitalidad de los músicos, que tocaron sin especiales matices. Cierre de Las uvas excesivamente masivo y borroso.
En el “Concierto de Aranjuez” de Rodrigo se lució como siempre Pablo Sáinz Villegas, un auténtico virtuoso de la guitarra, que tocó con delectación, máxima concentración y sapiencia fraseológica, puede que con una excesiva morosidad. El “Adagio” nos sumergió en las aguas profundas de la noche serena. Digitación pulquérrima, sonoridad balsámica, serenidad a manos llenas. Extensa y minuciosa cadencia. Y gran colaboración del corno inglés. Gentilísimo fue sin duda el “Allegro gentile”, en el que el solista tuvo el alado acompañamiento de la orquesta. Y un esperado bis: “Recuerdos de la Alhambra” de Tárrega, uno de los caballos de batalla del guitarrista, que explora aquí todos sus recursos expresivos y poéticos.
Las dos suites de otro ballet, “Daphnis et Chloé” de Ravel, cerraban el concierto. Sin llegar a encontrar la ideal planificación ni la sonoridad exquisita, la tímbrica bien trabajada, la transparencia de texturas ideal, De la Parra nos ofreció aquí su mejor rostro. Atenta y sugerente, abierta y dispuesta, su gesto revoloteó con destreza y llevó en volandas a un conjunto acogedor y en este caso elástico para tratar las dinámicas, aquí tan importantes. El tan difícil “Amanecer” de la segunda suite estuvo hasta cierto punto cuidado y la progresión avanzó hacia lo alto de forma adecuada.
No tan lograda fue la planificación del gran crescendo que eleva a las máxima alturas la maravillosa música. Animación en la “Pantomima”, de rítmica tan audaz y excelente resolución de los contratiempos. La vorágine de la “Danza general” estuvo bien pautada y en su sitio, aunque en los compases finales, con la nueva intervención del coro, todo sonara enormemente borroso a falta de una planificación más detallada y cuidadosa. Un concierto prometedor a la espera de futuras comparecencias.
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