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Canciones que cambiaron el mundo
«Rapper’s Delight» y el gran robo del rap
El primer tema editado de la historia del rap fue un éxito comercial arrollador y el amanecer de una cultura

N acieron con poca distancia en el tiempo, pero con el mismo espíritu y ambas cambiaron el mundo. El punk decía «a la mierda el mundo» con la boca muy abierta, gritando en la cara de su interlocutor, salpicando con saliva en suspensión al oyente y haciéndole notar el aliento fétido de los desheredados, pero, cuando en 1979 se publicó «Rapper’s Delight», quienes estaban escuchando sentían que alguien hablaba desde los mismos márgenes de la sociedad con un acento diferente. Aquella canción era una auténtica audacia: quince minutos de ritmo vacilón y rimas clavadas con estilo. Lo tenía todo: frases e historias, guasa y elegancia, calle y sexo, justo lo que el rock había perdido. También tenía algo un poco vergonzoso: era una copia, un robo, pero sin ella nada habría sido lo mismo.
Hacía por lo menos un lustro que el rap se cocía en el purgatorio del Bronx cuando ni la Policía se atrevía a patrullar por aquellas calles. El abandono era total. Bloques de viviendas quemados y abandonados, sin suministro eléctrico, droga en cada esquina y una autopista, la carísima Cross Bronx Expressway, como una cicatriz, partiendo en dos a una población sin resistencia. Nueva York estaba abandonada, herida de muerte. En 1977, un rayo provocó un apagón que duró un día y medio, porque nadie se atrevía a intervenir. Los saqueos fueron masivos y se dice que las tiendas de sonido nutrieron de equipos gratis a todas las «crews» (pandillas) del norte de Nueva York, que practicaban una disciplina nueva: los DJ mezclaban dos temas –o, muy a menudo, el mismo tema en dos canales–, para provocar, con «loops» hipnóticos, competiciones de baile y de rimas improvisadas. El de los equipos de sonido fue solo el primer robo de esta historia. Acababa de surgir, impulsado con la energía eléctrica que sustraían (segundo robo) de las farolas de la calle, el hip hop. DJ Kool Herc, Grandmaster Flash y Afrika Bambaataa eran los nuevos ídolos de lo nunca oído: música por y para los desfavorecidos.
Una pizzería de Nueva Jersey
Por supuesto, ninguno de aquellos superhéroes de barrio pensaba que se pudiera ganar dinero con aquello que hacían para entretenerse, competir, marcar territorio y, ante todo, contar lo que les sucedía y que a nadie parecía importarle. Porque eso fue lo más importante del rap. Dio realidad al drama de una no despreciable cantidad de personas en la espalda del mundo. Inyectó autoestima a una generación que se veía condenada al fracaso escolar, profesional y vital.
Sylvia Robinson era una productora de r&b a punto de ver quebrar su empresa, fundada junto al igualmente mafioso Joe, su marido. El tiempo se agotaba cuando presenciaron en Harlem una sesión del DJ Lovebug Starski, rimando sobre la música en una discoteca de Harlem. Ni siquiera sabía que eso se llamaba rap, pero tuvo la visión: había que grabarlo. Los Robinson formaron apresuradamente el grupo en Nueva Jersey, en una pizzería, donde trabajaba Henry «Big Bank Hank» Jackson, conocido por improvisar sobre cintas. Los productores le hicieron una prueba con el delantal perdido de harina y también escucharon las rimas de un cliente habitual, Guy «Master Gee» O’Brien. Este les puso en contacto con Michael «Wonder Mike» Wright para completar el trío. Grabaron la canción en una toma y vendieron 14 millones de copias, hasta en la lejana Holanda. El tema sacudió al planeta, pero para los pioneros del Bronx había un verdadero pecado original: algunas de las rimas eran claramente «robadas» a Rahiem de Grandmaster Flash and The Furious Five y, además, en cuanto a sonido, parecían raperos de parvulario. Ese era el tercer robo, pero hubo un cuarto: la línea de bajo sobre la que se sustentaba el tema estaba hurtada de «Good Times», de Chic, quienes fueron finalmente acreditados y todavía ingresan «royalties» por el tema. Para la escuela pionera fueron los Milli Vanilli del hip hop, no eran «reales», por utilizar un término que todavía no se había inventado. Sin embargo, fueron conscientes de que el rap ya había cruzado la frontera del Bronx y ni siquiera soñaban lo lejos que llegarían sus voces durante las siguientes tres décadas. Pero sin aquella audacia no habría sido posible.
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