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Rolando Villazón: «Para dedicarte al canto tienes que ser algo narciso»

Dedica su nuevo disco a Verdi y publica su primera novela, «Malabares»
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Después de escuchar a este hombre-orquesta (ópera, escritura, televisión, director de escena) uno se convence de que ganaría mucho dinero como relaciones públicas, pues le dotaron para la comunicación, y que cuando se escriba su biografía no va a ser la carrera de tenor lo que más páginas ocupe. Presenta disco, un homenaje a Verdi en Deutsche Grammophon, pero también su primera novela, "Malabares"(Espasa), recuérdenlo por si algún día reciben la noticia de que ganó el Planeta.
-Dice que no quieres hacer un recorrido exhaustivo por Verdi, pero empieza por el principio y acaba por el final de su obra...
-Es un recorrido. Sería terriblemente pretencioso de mi parte decir que voy a mostrar a Verdi, es apenas un ejemplo de su época joven, la popular ("La traviata"y "Rigoletto") y el maduro. En cada uno faltan cosas, como "Otello"en el maduro, un repertorio que no es para mí. También selecciono algunas de sus canciones, que sirvieron de laboratorio para sus óperas. También el aria de su gran oratorio: "El réquiem". En una pequeña cajita tenemos un muestrario de la obra de este compositor que pretende ser un homenaje, pero también una invitación.
-Asegura que Verdi no compuso para el aplauso, sino que siempre contaba algo; sin embargo es uno de los autores más aplaudidos.
-Lo es. Estoy convencido de que buscaba llegar a la gente, no una ópera exitosa. Pero lo uno acababa siendo la consecuencia de lo otro. Era atrevido pero, además, permaneció fiel a su manera de ver la música en un momento en que esta ya transitaba en otras direcciones. Por ejemplo, se cumple también el aniversario de Wagner que, para mí, supone la música llevada a un extremo religioso. Verdi es el último que pertenece en la tradición del músico como servidor de la Humanidad.
-Verdi es para usted la "inmediatez perfecta", ¿qué es entonces Wagner?
-No es fácil. Verdi es inmediato, pero está a la misma altura musical de Wagner, aunque sea popular. Wagner es el gran arquitecto. Sus obras son hermosamente elaboradas.
-¿Cómo voz está más cerca de Verdi, pero cómo espectador?
-De los dos. Mis óperas favoritas, sin orden alguno, son: "Don Giovanni"(Mozart), "Don Carlo"(Verdi), "La Walkiria"(Wagner) y "Eugène Oneguin"(Tchaikoswky). De ellas, nunca podré cantar a Wagner.
-Sí ha escogido "Don Carlo"en el disco, se le ve fascinado por la figura del anti-héroe...
-Una voz lírica, para horror de todos los sabios de este mundo, creo que le va mejor a Don Carlo que una heroica, aunque una voz dramática también sirva. El personaje nunca logra nada de lo todos quieren que logre: el gran heredero, el amante de la esposa de su padre... Es más un poeta que un político.
-Se lamenta de que antes todos los cantantes hacían de todo y ahora hay que especializarse...
-En parte tienen razón, porque antes las orquestas no eran tan fuertes ni tan sonoras como ahora. Es maravilloso, pero el muro sonoro es mucho mayor para un cantante. Ahora, ocurre por necesidad, pero también por necedad. Las grabaciones han hecho que una parte de los amantes de la ópera tengan concepciones limitadas. Por ejemplo, el primer Otello no era una voz dramática. Hoy, muchos cantantes deciden no abordar cierto repertorio por miedo a quebrantar las reglas no escritas.
-¿Ha sentido mucha presión para no abordar ciertos papeles?
-Sí, pero no he hecho caso. No he tratado de hacerlas felices. Sigo lo que creo que va bien a mi voz. Siempre habrá gente que niegue que puedo Händel, Mozart... ahora, de hecho, nadie sabe qué tengo que cantar. Creo que las discusiones de los blogs son buenos para la ópera, pero el artista debe independizarse de eso.
-Todo eso ocurre porque es una figura popular a nivel mundial. A Verdi también se le criticó por lo mismo. ¿Se ha visto preso de su propio personaje?
-Sí. Hay muchos cantantes que se operan o dejan de cantar por un tiempo, pero no se documenta de la misma manera que la mía. Es normal y no me importa hablar abiertamente de eso. Es mucho más común de lo que pensamos. Ahora no me hacen críticas de lo que canto, sino de mi historia. Le acaba pasando a todo el mundo que tiene éxito.
-En este mundo multimedia es imposible abstraerse...
-Siempre algo llega, pero no leo blogs, porque me gusta el fútbol americano y me doy cuenta de las barbaridades que pone la gente. Si yo fuera el jugador del que hablan entendería que duele. No estoy en contra de los blogs, pero no se lo recomiendo a ningún cantante porque vivimos constantemente criticados: por el director de escena, los compañeros, el coach... Cuando canto Barroco lo hago con los más profesionales, no necesito que en internet digan que soy maravilloso o lo contrario.
-¿La única manera de enfrentarse a eso es tener el ego en su sitio?
-Para dedicarse a esto tienes que ser un poco narciso, aunque ahora el término es muy negativo, aunque todos lo tengamos, y si te pasas de la raya es negativo. Estoy en un punto muy afortunado porque canto en los mejores teatros, tengo la fortuna de grabar...
-¿Es por eso que hace otras cosas?
-Cuando empecé, Barenboim, con quien ahora voy a hacer un estreno mundial de un ciclo de Elliot Carter, me dijo: "Vas a ser famoso, ¿y sabes para qué sirve eso? Para darte libertad artística. Lo he tenido siempre presente: no es una meta, sino una consecuencia. Con mi manager tengo un acuerdo: mándame solo las críticas buenas y son las únicas que leo. Como director de escena, vi todas, pero es algo muy diferente porque no es algo que salga de ti, como es el caso de la voz.
-Será una sorpresa para mucha gente que haya publicado un libro. ¿Cuándo empezó esta pasión?
-Con un amor platónico a los doce años, a la que escribía poesía, luego a mi mujer fueron cuentos... Creí que iba a ser escritor, pero la voz tomó su camino y me convertí en cantante. He seguido escribiendo por gusto (anecdotarios, impresiones...), pero cuando me iba a operar y los quince doctores del mundo me dijeron que tendría que dejar de cantar, sabía que mi recuperación iba a ser para largo, hice un estudio en mi casa, me puse a Silvio Rodríguez y toda la obra de Brahms, y comencé a escribir mi novela.
-¿Por qué el mundo del circo?
-Tomo el payaso como arquetipo. En realidad, como muchas de las primeras novelas, tiene mucho de preguntas filosóficas. No es autobiográfico, aunque tiene muchas cosas de mí. Hay un personaje que quiere ser sacerdote, como yo... Balancin sufre un problema de espalda y tiene que dejar de actuar por un año... Pero esto no es una autobiografía, ni hay mensajes escondidos.
-Si tuviera que decidir por qué ser recordado mañana: por tenor o escritor, ¿qué elegiría?
-Por ninguna de las dos. Sé que la novela estará detrás de la figura del tenor. Se habla mucho de la fama en este libro, pero creo que no me interesa. Quisiera que se me recordara como Rolando Villazón, si es que alguien me recuerda, pero intento vivir una existencia auténtica, como Sartre, y no caer en el papel.
-¿Resultó complicado publicar?
-Me ha dado gusto que no lo fuera. Las editoriales se lo tomaron muy en serio, de hecho, fue contraproducente que no fuera una biografía, sino una novela que pretende ser seria. Puedo permitir de ser un buen lector, leo una novela a la semana, y no permitiría publicar algo que no estuviera a la altura.
-Cambiando de tema, Madrid sigue sin poder descubrirle como cantante en una ópera...
-Tengo una deuda con Madrid. Tendré que llamar a Mortier, porque lo admiro, había un par de proyectos que se cayeron por mi operación. Tengo que venir a esta ciudad con un proyecto de esos que le gustan al director del Real, pero con el que también yo comulgue.

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