Sierra, un arsenal de emociones
El grupo presenta «A ninguna parte», un álbum lleno de desazón y canciones pegadizas.
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El grupo presenta «A ninguna parte», un álbum lleno de desazón y canciones pegadizas.
Un año después de su publicación, demasiadas reseñas citan la misma palabra para definir «A ninguna parte», el primer LP de Sierra. Le achacan una «nostalgia» que no se ve por ninguna parte. «Quizá sí que haya desencanto, desesperación, amor, pero yo no me identifico con ese sentimiento en absoluto. No siento eso y el disco no es un ejercicio de estilo, pero pienso que muchos tiran del lugar común para identificar el disco con los 80 y ponerle el adjetivo fácil», dice Hugo Sierra, compositor y vocalista del grupo. La mayor virtud del álbum, además de un sonido ya característico, es el de unas letras que se escuchan auténticas y reales, no escritas por un personaje interpuesto. «Es uno de los pilares de mi manera de entender y escuchar música. Contarlo todo desde cerca de mí, no inventar nada y explorarlo todo. Yo he traducido mi vida en canciones», dice sobre el álbum, que es el núcleo del concierto que esta noche ofrecen en Madrid junto a La Plata.
La desazón está presente constantemente, pero en particular en temas como «No quiero ser un hombre», donde Sierra canta exactamente eso. «La verdad es que quería decir mucho y no sé si lo digo bien. Pero se trata de cosas importantes, de no sentirme identificado con los estereotipos y valores que nos dicen cómo debemos ser. Que un hombre sea así y una mujer de esta otra manera. Yo no me siento identificado con ser un hombre como me dijeron que tenía que ser. Creo que está enfocado más a los valores que al género. Nos hacen actuar de una manera y esa desazón que aparece la he sentido muchas veces». Las consecuencias de esas imposiciones están ahí. «Día a día me encuentro con gente admite verdades que no lo son. Como eso de que las cosas se consiguen con sufrimiento y, si no es así, no merecen la pena. Pues es absurdo y nos lleva a ser poco solidarios con los demás, a premiar los valores del individualismo. Y vivir en estado de competición que multiplicado por millones convertimos al mundo en un lugar difícil de vivirse», cuenta Hugo, que ha sido padre recientemente.
La música colombiana
También dice en otro tema: «Yo no soy de aquí ni de esta ciudad, ¿a cuántos han echado de la capital?». «Es otra sensación. En el colegio, en bares, en fiestas, en la universidad... muchas veces me he sentido fuera de sitio. Me suele suceder que pienso que no pertenezco, que no soy de aquí. Me pasa desde niño, que no entendía ni a la gente ni a la vida. Me costó mucho tener amigos de verdad, que te entiendan y que te conozcan, pero no tiene que ver con Madrid. Yo me crié aquí y era solo una manera de hacer entendible una idea que quería transmitir», explica. «De todas formas, yo pienso que antes exploraba más en las tinieblas de las cosas y aquí hay más equilibrio. Hay canciones de amor y hay luz. Pero entiendo que llame más la atención lo negativo».
Las comparaciones del grupo con The Cure, Pegamoides y otros iconos de los 80 saltan a los oídos, pero cuando se le pregunta a Sierra por influencias, sorpresa en Las Gaunas. «Te podría decir todo lo obvio, pero me flipa la música colombiana, desde el ''currulao'' (echen un vistazo si no conocen estos ritmos africanos asentados en los valles del Pacífico colombiano desde tiempos de la esclavitud) a J Balvin, que me encanta. Y el reguetón. No me interesa el contenido lírico del reguetón, pero me encanta el ritmo», dice sobre un estilo que apela al esqueleto, justo las antípodas del sello de Sierra, un dardo a las emociones. «No me gusta ese contenido lírico y ahora se empieza a oír el discurso de por qué han reducido la carga sexual o sexista en sus letras y ellos lo achacan a que no quieren molestar al público masivo, pero no han entendido que hay un problema de forma y de fondo. Aun así, el disco de J Balvin es la leche. Me impresionan los sonidos que utiliza», dice Sierra. «Sin embargo, tienes razón en que el reguetón es más urgente e inmediato y mi trabajo implica sentarse y, a veces, incluso sufrir un poco».