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Música

Taburete, y ahora que si los perros fuman

El grupo publica nuevo trabajo en el que se enfrentan al choque entre quienes quieren

ser y quienes son

Antón Carreño y Willy Bárcenas tienen todavía la sonrisa pícara de quien conoce sus defectos y, aunque no esté orgulloso de ellos, los ama, una actitud que es tan válida y saludable como la de ir a la consulta de un psicólogo a expiar las culpas y los traumas. Apenas pueden reprimir la risita cuando hablan de sus vicios, de las malas costumbres que acechan detrás de cada esquina. Pero hay una diferencia: hace diez años, cuando comenzaron haciendo canciones con Taburete, defendían sin fisuras las costumbres de calaveras profesionales y, ahora, superados los treinta, asoman otras reflexiones en su nuevo disco, «El perro que fuma», más reposado y (algo) menos parrandero que los anteriores: «Creo que estamos en otro punto vital y nos sale hablar de otras cosas, buscar otro sonido. Estamos en otro punto de la vida», dice Carreño en conversación con este diario.

Vayamos al grano: ¿quién es el perro que fuma? Bárcenas sonríe: «Es el diablillo que tenemos dentro, el que no nos deja, el que frustra nuestros objetivos, el que te hace caer otra vez en la misma piedra y se manifiesta en de muchas formas. El perro que fuma puede ser en un momento determinado un amigo, puede ser un estímulo, puede ser la televisión, puede ser... cualquier cosa que te aparta del camino. Por ejemplo, dices ‘‘me voy a casa’’ y de repente aparece alguien que trata de convencerte: ‘‘¿por qué no te quedas y te tomas una copa más?’’. Ahí aparece el perro. Y es muy difícil decirle que no: te lleva a otra, otra, otra.... y ahí estamos otra vez». El perro que fuma sabotea nuestros planes. Está dentro de nosotros y está fuera. «Se manifiesta de muchas formas –ríe Carreño–. Y la cabra tira al monte, el perro se junta con otro... y son todos un poco hijos de...». Taburete es la historia de dos amigos haciendo canciones desde hace una década. «Bueno, aquí estamos nosotros dos, pero, en realidad, la banda somos ocho y los mismos prácticamente desde el inicio y eso es increíble, sobre todo cuando ves que otros grupos caen por eso. Tenemos un grupo de música, pero sobre todo un grupo de amigos acojonante donde están nuestros managers, los técnicos, la gente de vídeo y foto... unos personajes secundarios increíbles que yo creo que son la razón por la que no se nos ha ido la cabeza ni nos hemos vuelto unos idiotas ni nos lo hemos creído de más». Un grupo lleno de potenciales perros fumadores... «Cada uno puede ser el perro del otro, dependiendo de en qué momento. Siempre va a haber alguien que la lía un poco más. ‘‘Venga, una copita, total, no sé qué’’... y al final caemos por acoso y derribo», dice con cara de culpable.

Lo «normal»

Normal que así, aunque sea tácitamente, detecten el conflicto entre lo fácil y lo correcto: «Tienes esa felicidad inmediata, que al final es la vía fácil, pero te das cuenta que la vida es otra cosa, que hay que buscar una más real. Ahí comienza la eterna lucha entre lo que uno quiere ser y lo que es, tu naturaleza. En ese proceso estamos», señala Antón, a quien no le asusta la palabra madurez: «Para nada. Yo tenía 19 años cuando empezamos el grupo. Soy más consciente de las cosas y las valoro más. Al principio estábamos en la rueda pero no valorábamos las cosas como ahora». Añade Willy: «Dábamos por hecho que era normal que nos sucediese todo aquello, la cantidad de discos de platino, la nominación a los Grammy, llenar todos los recintos donde actuábamos... Lo disfrutamos, pero no lo pusimos en el lugar tan extraordinario que era y de lo que ahora somos conscientes. Éramos inexpertos, funcionábamos por la inercia sin valorar lo difícil que es que te ocurran esas cosas».

El nuevo disco llega tras un año de reposo, alejados de salas y pabellones. «Lo necesitábamos, la verdad. Para echar las cosas de menos, para viajar y descansar y cuidarnos un poco más, que las giras desgastan mucho», cuenta Willy, que en el nuevo trabajo hace una síntesis de la experiencia de «tres semanas con doce monos», es decir, de una de sus giras por Latinoamérica con pastillas, borracheras, peligro y comer techo: «(risa floja) Creo que ahí no dejamos mucho a la imaginación... Sí, esa canción cuenta la aventura que vivimos juntos y es un homenaje a los inicios... parece que a la gente le hacen gracia», explica Bárcenas sobre sus legendarias expediciones por los bajos fondos del continente. Ya conocen la famosa teoría filosófica: el hombre es un perro para el hombre.

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