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Tina Turner: «woman power» a nivel masivo

Ella elevó el empoderamiento femenino a los cielos después de un largo viaje por los infiernos y vivió para cantarlo
Tina Turner conoció a Ike cuando tenía 18 años, comenzando una dolorosa etapa de su vida
Tina Turner conoció a Ike cuando tenía 18 años, comenzando una dolorosa etapa de su vidaInstagram
La Razón
  • Alberto Bravo

    Alberto Bravo

Madrid Creada:

Última actualización:

Bastantes veces se abusa de aquello que se viene a calificar como «historia de superación», catalogación que logra captar de inmediato la atención de la audiencia para luego defraudar buena parte de las veces. Pero pocas como la de Tina Turner. Ella elevó el «woman power» a los cielos después de un largo viaje por los infiernos y vivió para cantarlo.
Casi todo en Tina Turner fue dramático hasta su resurrección –a todos los niveles– de los 80. Fue hija de padre negro y madre india en el Medio-Oeste americano, con lo que ello supone: vivir la segregación a varios niveles. Conoció la violencia en casa, su madre se largó sin decir nada después de recibir palizas y su padre se casó con otra sin que dentro de sus nuevas perspectivas estuviera cuidar de Tina.
Fue a los 18 años cuando Tina conoció a Ike Turner y ahí comenzó una etapa de su vida que nunca olvidaría por muchos motivos. Él era el típico macho que se puede imaginar, el hombre dueño de su hembra en todos los sentidos: el personal, por supuesto, y el profesional. El fino guitarrista y genial músico supo ver en Tina una fuerza animal irresistible para plasmar su visión del soul-funk. También tenía ella el carácter sumiso que exigía a todo aquel que quería estar cerca de él. Tina vivió junto a Ike los primeros aromas del éxito artístico gracias a una música torrencial y abrasiva que contaba con una voz salvaje, pero también experimentó lo que nadie debería vivir en sus carnes: el abuso, la violencia, las palizas, la humillación, la vergüenza…
El indeseable carácter de Ike se vio agravado por su depravada adicción a la cocaína. A mediados de los 70, camino de un bolo en Dallas, Tina recibió la enésima paliza y dijo basta. Tuvo que escuchar aquello de «nunca serás nada sin mí, ya volverás». Pero no cumplió ninguno de los dos presagios. Su venganza sería quizá lenta, pero finalmente irresistible.
Tina tardaría en encontrar su hueco en la industria. No solo estaba la inconcreción de su rumbo musical, sino el estigma del machismo imperante en la industria, que todavía tomaba partido por Ike. Y entonces ocurrió «Private Dancer». Tina estudió cada paso para llegar ahí: sería la primera mujer en llenar estadios haciendo… ¡rock! Aquel terreno de hombres sería conquistado por Tina en un meticuloso movimiento que empezaría por la transformación de Tina en algo jamás visto, en una estrella empoderada haciendo una música poderosa, más allá de lo sexual. Para ese disco elegiría canciones de Mark Knopfler, Al Green, David Bowie, John Lennon, Ann Peebles… La canción que dio título al álbum arrasaría, al igual que la imagen de una Tina capaz de hacer hondear la bandera del «woman power» a nivel masivo.
Tina pasó a llenar estadios y convertirse en multimillonaria. Todos querían tocar con ella: Eric Clapton, Bryan Adams, Knopfler, Elton John, Sting, Phil Collins… Todas las grandes estrellas (masculinas) reconocían como reina a Tina, y ya no se bajaría del éxito. El siglo XXI lo vivió desde la tranquilidad de una mujer que había logrado lo que quería. Fue una estrella en un mundo de hombres porque tuvo el coraje y el talento para hacerlo. Primero fue una superviviente y después una pionera. Tina Turner, la genuina.