Tino Casal, un rey del "glam" demasiado moderno
Su música experimental y su estética barroca le dotaron de un aura especial, siendo aún admirado pese a su temprano fallecimiento con 41 años
Madrid Creada:
Última actualización:
Tenía totalmente embrujada a toda la Movida Madrileña. Fue su música, su estética, su mirada, su presencia... todo en Tino Casal era, en el buen sentido, demasiado moderno para la época. Fue uno de esos artistas que dejan una huella única, diferente, personal, de los verdaderamente inimitables. También compositor, sus extravagantes atuendos sumados a su mirada gatuna le dotaban de un aura aún más especial, que consolidaba cada vez que sostenía el micro. Nacido en Tudela Veguín (Oviedo) como José Celestino Casal Álvarez, hizo historia dentro de la música pop ochentera en nuestro país. Y por ello aún se le escucha, admira y recuerda: se cumplen este domingo, 22 de septiembre, 33 años desde su trágico fallecimiento.
Tan solo tenía 41 años cuando murió: fue a causa de un accidente de tráfico por las calles de Madrid. Iba de copiloto junto a Gonzalo García Villanueva, su baterista, pero por exceso de velocidad chocaron contra una farola. El pintor Antonio Villa-Toro y el modelo Manuel Camino Alcón también iban en el vehículo, pero solo Casal falleció en el incidente. "Rotura del músculo cardíaco causada por una de sus propias costillas", rezaba el informe médico. La noticia causó una gran conmoción tanto en el mundo de la música española como en la sociedad en general, pues la música de Casal era, además de cañera y liberadora, recibida con cariño por parte de todos los públicos.
Fue una figura clave en la Movida Madrileña, donde destacó por su experimentación sonora y su estética "glam" y rockera. Entre 1981 y 1989, Tino publicó cinco álbumes de estudio, destacando entre sus canciones las icónicas "Embrujada", "Eloise", "Pánico en el Edén", "Tal como soy" u "Oro negro". Pero la música no era su último talento. Él mismo diseñaba y se cosía sus atuendos imposibles y barrocos, así como, por si no fuese suficiente, también fue un notable pintor.
Era el refugio y la gran pasión de Tino: cada vez que necesitaba escapar de la vorágine social y cultural que le envolvía, recurría al óleo. Con el pincel daba rienda suelta a su prodigiosa imaginación, dejando un legado pictórico repleto de color, extravagancia y misterio. Una especie de representación artística de sí mismo, al igual que lo fue su música. Treinta y tres años después, seguimos embrujados por su brillante esencia.