Un brillante despedida

El concierto ha albergado un acto emotivo: la despedida de José Ramón Encinar tras 13 años en el podio de los conjuntos madrileños. Como homenaje, Mena y las dos agrupaciones han interpretado fuera de programa el «Canto del destino» de Brahms. La intención fue buenísima, aunque la ejecución, más bien desangelada, no tanto. Falta de ensayos, sin duda. Tampoco brilló la obertura de «Don Giovanni», de Mozart, confusa y exenta de tensión. Todo fue mejor en el resto. Hay que festejar el estreno de la suite sinfónica de «La Celestina», de Bernaola. La partitura, presentada como ballet en el Real en junio de 1998, ha sido reconvertida estupendamente por Encinar, a instancias lejanas del compositor y el empeño de José Luis García del Busto, autor de unas ejemplares notas al programa. El resultado es un trabajo equilibrado, de una soberana orquestación, ligera y transparente, evocadora de la conocida trama y dividida en cuatro movimientos. Riqueza temática, jugosa instrumentación, bien estilizados aires de danza, variado colorido. Música visual escrita con inteligencia, con el sustancioso lenguaje, irisado y refinado, propio del creador vasco, que tuvo exquisita plasmación.

Apreciamos general afinación, brillo, plasticidad y manejo adecuado de la paleta tímbrica en «Don Quijote», de Strauss. La dirección, de amplio y elegante gesto, fue elocuente, correspondida con una fulgurante respuesta orquestal. No se percibieron desigualdades; todo estuvo en su sitio. Hecha así se muestran todas las bellezas y significados de esta página, que tuvo además un espléndido protagonista en el chelista Asier Polo, sobre todo en un final verdaderamente logrado, tocado con una lacerante expresividad y un sonido de rara belleza, redondo, sedoso y muelle; aunque de reducido volumen, lo que se observó en los tutti. Magnífico el Sancho del viola Iván Martín y a excelente nivel asimismo el concertino Santiago Juan.