Crítica

Un discreto encanto: de Strauss a Monteverdi

Crítica de clásica. «Richard Strauss, dramaturgo». Piano: Rosa Torres-Pardo. Pedro Actor: Aijón Torres. Director artístico: Paco Azorín. Fundación Juan March. Madrid. 8-III-2017./ «L’Orfeo» de Monteverdi. Les Arts Florissants. Director: Paul Agnew. Teatros del Canal. Madrid. 10-III-2017.

La Razón
La RazónLa Razón

Richard Strauss escribió dos melodramas para narrador y piano en los que él mismo acompañó en el teclado al actor Ernst von Possart. Si «El castillo junto al mar» (1899) es una pieza muy breve, en cambio «Enoch Arden» (1897) se extiende durante más de una hora para contar una historia de amor, desgracia y felicidad real como la vida misma y frecuente en periodo de entreguerras, aunque no sea éste el caso. La obra, con mucho texto recitado y poca música al piano, gozó de éxito e incluso ha sido llevada al disco con artistas como Fischer-Dieskau o Glenn Gould, a pesar de que Strauss acabó por apartarla y considerarla como lo que fue: una obra de compromiso. La Fundación March ya programó ambos melodramas hace casi 20 años y los recupera ahora con una simple pero cuidada producción de Paco Azorín, con la siempre artista Rosa Torres-Pardo al piano y Pedro Aijón como actor recitador yendo de menos a más. Interesante, pero la mayoría se quedarán con ganas de escuchar más al piano. Aún quedan un par de meses para que se cumplan los 450 años del nacimiento de Monteverdi y los Teatros de Canal se han adelantado con «Orfeo», la primera gran ópera de la historia. Esta maravillosa música cuenta con producciones y grabaciones señeras como las de Concerto Italiano, Concert d’Astrée, Concetus Musicus Wien, Taverner Consort, etc., y directores como Harnoncourt, Gardiner, Jacobs, Alessandrini, Savall... El Canal ha recurrido a instrumentistas de Les Arts Florissants y una compañía canora en la que destaca el tenor Orfeo de Cyril Auvity y se echa de menos una mayor solidez en los bajos. Probablemente hubiera sido mucho pedir tener a William Christie al frente, pero el resultado habría pasado del discreto encanto al interés real. Paul Agnew se hace cargo de todo, algo plano musicalmente –pasó sin pena ni gloria el «Vi ricorda, o boschi ombrosi»– y muy modestamente en lo escénico, con un solo decorado de pocos elementos y exceso de oscuridad en esa primera parte en la que cabría haber introducido un mayor contraste luminotécnico. Lleno total con un público agradecido y entusiasta.