Conciertos

Van Morrison: asusta el león cuando bosteza

El artista, en un momento del concierto
El artista, en un momento del conciertolarazon

El norirlandés y Georgie Fame ofrecen un sobrio y emocionante concierto en Madrid

Con Paul Moran (teclados), Paul Moore (bajo), Dave Keary (guitarra), Mez Clough (batería), Dana Masters (coros), Teena Morcombe (percusión). WiZink Center, 5.000 personas.

Convertido en una desmesurada sala de austera presentacion, el Wizink Center, el Palacio de los Deportes de Madrid, lucía silencioso, oscuro y hasta acogedor cuando el gran Georgie Fame salió al escenario. Qué ingrato es ser telonero a veces y qué regalo fue tenerle ayer antes de la estrella principal, Van Morrison. Ambos tienen una historia en común y algunos nos preguntábamos ayer por qué no podían estar juntos en el escenario. Será cuestión de egos, pero Fame ofreció una hora preciosa, aceptó su papel invitado y no quiso ser la gamba que se comió al león. Porque aún con el piloto automático, Van “the man” sigue siendo un gran y arisco depredador, precisamente lo que Fame no quiere ser. Al final del repertorio de la estrella de la noche, eso sí, pudimos verles juntos y hasta fundirse en un abrazo.

En formato trío, para no incomodar con su irresistible talento al patrón del día, Fame desgranó una colección de estándares que incluyeron “I’ve Got a Woman” de Ray Charles, y “Red House” de Jimi Hendrix, “Get on The Right Track Baby”, de Ray Charles, y, en la oscuridad del pabellón, cubierto de negros telones de luto, interpretó “Was” de Mose Allison, con una sobrecogedora emoción. Pese a las dimensiones, con los graderíos superiores cubiertos, y con un minimalista juego de luces, el recinto funcionó como un teatro desnudo por imperativo Morrison, que no gusta de alharacas.

Entonces salió el irlandés con su repertorio jazzy de la última época y sus gorgoritos de siempre y el personal se derritió. “Moondance” es uno de esos temas que lo consiguen con los primeros acordes y, entre un puñado de estándares, su voz llenó los miles de metros cúbicos del aire del recinto. Morrison está en un momento de completa volubilidad. Puede publicar dos discos (disfrutables pero innecesarios) y no tocar ni un tema (y se lo agradeceríamos) como, de hecho, el público de anoche en Madrid aplaudía cuando cantaba “Baby Please Don’t Go”, de sus tiempos en Them. Muchos recordaron lo que era el norirlandés y lo que podría ser, si aún le diera la gana.

Pero no nos pongamos nostálgicos, que aún queda mucha mecha en el viejo genio. Cuando quiere toca el saxo, la armónica, la guitarra o el teclado. Anoche estaba por la labor y solo le faltó la pandereta. “Broken record”, “Days Like This”, “Have I Told You Lately” y “Sometimes We Cry” dejan a cualquiera colmado de emociones. Ahí logró enseñar sus dientes el león pero no estaba atacando, no se asusten, miraba el horizonte de sus dominios como el que se asoma al balcón. Porque el que sabe que lo tiene no necesita mucho más.

Cuando avanzaba la noche, se enterneció y regaló “Brown Eyed Girl” y sucedió algo insólito: el público daba palmas en vez de grabar con el teléfono móvil. Ya estábamos cerca de la hora y media de recital y el león todavía tenía “In The Garden”, que se estiró en un interminable solo, pero son legendarias sus manías. El tiempo es oro. Y él siempre duerme en casa. Todos los demás tambien, pero anoche, más felices.