Xenia Rubinos, híbrida total
La estadounidense presenta su disco «Black Terry Cat», un cóctel de sonido y de identidades
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La estadounidense presenta su disco «Black Terry Cat», un cóctel de sonido y de identidades
Xenia Rubinos nació y se crió en Estados Unidos y el inglés es su vehículo de expresión. Pero contesta al teléfono en castellano, lengua que domina menos de lo que querría pero que salpica varios de los temas de su último disco, «Black Terry Cat», un cóctel de sonidos como lo es ella misma de identidades. Hip-Hop, R&B, instrumentación jazz componen su estilo inclasificable. «Claro, yo quería investigar un poco en quién yo soy y en mis raíces africanas por parte de mi mamá, que es puertorriqueña y de mi papá, que es cubano. Pero es que yo me crié aquí y mi ídolo de la infancia es Mariah Carey, así que no puedo negar que ésa es mi identidad aunque no sea mi sangre..., pero te puedes imaginar que hay mucho por explorar», bromea. Rubinos presenta su excelente nuevo trabajo en Madrid (10 de noviembre), Granada (11) y Barcelona (12).
«Otra de las cosas que me sentía obligada a ver más de cerca es mi ‘‘blackness’’ (negritud) que no es ni la forma de vivirla de los negros de aquí ni tampoco de algunos latinos», cuenta cuando se le pregunta por alguna de las bromas del disco. «Sí, hago un chiste privado con unos amigos que me decían que soy una ‘‘99 cents. Beyoncé’’, vamos una Beyoncé de descuento. Y pensé que esa canción no podía estar tan pulida como sus temas, sino tener una actitud punk», explica la artista, cuyo álbum puede definirse por la portada: una niña negra con dos coletas afro que sonríe ampliamente dejando ver el enorme hueco donde deberían estar sus dientes frontales. «Eh, pero no soy yo, que todo el mundo lo piensa. Vi la foto y me pareció tan funky...». El asunto identitario asoma en «Mexican chef». «Es una canción que se me ocurrió cuando paseaba por una calle muy comercial de Manhattan. Allí puedes ver en la parte delantera a los blancos esperando para recibir a los clientes y en todos los callejones traseros de todos los restaurantes los cocineros latinos ponen sus bachatas, salsas y rancheras y están fumando o riendo». Poco a poco el disco se fue contruyendo con historias personales, como «Blackstar», que no es un homenaje a Bowie, que dio ese título a su último disco, sino a su padre: «Durante el proceso, él enfermó y finalmente falleció. Yo iba a verle a Florida, adonde se marchó a vivir. Y de vuelta en casa pensaba que estaba distante y veía su luz, pero era como esas estrellas de las que te llega su luz pero ya han desaparecido», explica Rubinos. Con su padre hablaba en español. «Pero desde que falleció ya casi no lo hablo y estoy perdiendo el vocabulario». Por cierto, ¿sabe que Rubinos es un apellido gallego que...? «¡Sí! Ya me dijeron que debí de perder la eñe por el camino y que por lo visto quiere designar a alguien rubio... ya ves, que en algún momento tengo un antepasado rubio, fíjate qué cosas», exclama. «Me han dicho que mi abuelo era gallego y se fue a Cuba. Y que mi papá fue a España, a Madrid, como en el año 72 hasta el 76 más o menos, y que todos los días le escribía una carta a mi abuela para contarle cómo era aquello. Me han salido por ahí por Facebook un par de primos, pero ya sabes que no te puedes fiar de nada de eso...».
- Dónde: Sala Moby Dick. Avenida de Brasil, 5. Madrid.
- Cuándo: 10 de noviembre, 21:00 horas.
- Cuánto: 12 euros.