Nacho Campillo: «Escribo mis canciones para amansar a las fieras»
Lanza «Pacífico 360», con el que el artista celebra 30 años de carrera.
Nacho Campillo ha vuelto a desnudarse en un disco reflexivo que suena a él en estado puro. Después de tres años de grabación, ha titulado su nuevo álbum como si fuera una coordenada marítima, pero en realidad conmemora sus 360 meses de carrera musical. El que en su día llevó la batuta del grupo Tam Tam Go! y creó emblemáticos himnos generacionales es un adelantado de su tiempo que no quiere encasillarse en ninguna corriente, lo que demuestran los temas libres de prejuicios que ha incluido en ‘Pacífico 360’, disponible desde hoy.
–Un giro de 360 grados en su carrera devuelve al punto de inicio ¿Este disco es eso?
–Es un antes y un después, ahora comienzo de nuevo, aunque en esta profesión siempre empezamos de cero.
–¿Y cómo es el nuevo Nacho Campillo?
–Sigo con la ilusión intacta, y vuelvo renovado. Mi niña me ha dado mucha vida para componer.
–¿Ser padre le ha metido en la corriente?
–No, para nada. Siempre he estado fuera de las corrientes y sigo muy inquieto culturalmente. Salgo cuando me apetece, pero ahora hago una vida más hogareña. Dedico mucho tiempo a mis hijos. Su infancia es de lo más bonito. Es como un revivir y eso rejuvenece.
–Dígame un momento y un lugar para escuchar el disco...
–Es idóneo para viajar, porque te transporta a muchos lugares. Pero también para escucharlo una noche romántica durante una cena con tu pareja y unas velas.
–¿Para tomar cafés o copas?
–(Risas) No sé qué decirte...
–Tras 360 meses en la música, ¿qué es lo más importante que ha aprendido?
–A ser yo mismo. El éxito en la vida es conocerte a fondo y tener el valor de vivir con ello. Yo me conozco bastante bien, y eso ayuda a ser más honesto en las canciones y a comunicar mejor. También he aprendido a dar, sin esperar recibir.
–¿Y lo más importante que ha dejado de aprender?
–(Piensa) A tocar el piano, pero nunca es tarde. Ya me enseñará mi niña, que está aprendiendo ahora.
–¿Vivimos un ti empo para recordar?
–Me quedaría con otros pasados, como cuando estaba en Londres. Mis padres se separaron cuando era muy chico y me fui a vivir allí. Luego llegué a Madrid y me encontré con La Movida.
–Recordemos una de sus letras más emblemáticas. ¿Para qué quieren más aquellos a quienes les dan lo que quieren tener?
–(Risas) Eso es pura avaricia.
–¿Cómo se hace una canción para que siempre sea actual, como «Atrapados en la red»?
–Fue una casualidad. «Espaldas mojadas», por ejemplo, la compuse en los 80, 10 años antes de que saliera, y cuando apareció en España nadie entendía nada. Desde chico he viajado mucho y vi cosas antes de que llegaran aquí.
–Vamos, que es una persona adelantada a su tiempo.
–La verdad es que sí, por el hecho de viajar. Estuve en Estados Unidos, en Reino Unido... Y cuando vine a Madrid llevaba unas pintas... con pendientes, el pelo largo... Era como el friki. Me miraban como si fuera un perro verde.
–¿Usted es fuerte o se lo hace?
–La vida me ha hecho fuerte, me la he tenido que buscar desde los 15 años. Llegué a Madrid con una mano delante y la otra detrás. Me metí en una compañía de teatro, a trabajar en radio, de dj... y hasta ahora. Nunca he tenido unos padres o una familia que me avalaran. Los estudios me los pagué yo. Pero también tengo mis momentos de debilidad. Mi perrito se ha muerto hace poco y he estado llorando por las esquinas más que cuando se murió mi madre.
–Cambiando de tema, ¿para qué sirve la música?
–Tiene muchas funciones. Para entretener, divertir... pero también para dignificar las emociones y para que los seres humanos puedan ser mejores personas. La música tiene algo de bálsamo y de terapia. Yo escribo mis canciones con la intención de pacificar y amansar a las fieras.
–¿Hablamos de la situación de la industria en España?
–Hay dos industrias paralelas: la independiente, de grupos que se hacen a sí mismos, artesanalmente; y luego está la discográfica, más conservadora, que se encuentra en declive, apoyándose en los «reality» y sacando a los artistas prefabricados, como si fueran de usar y tirar.
–¿Usted qué prefiere, componer o cantar?
–Me gusta la soledad del compositor con la guitarra, el lápiz y el papel en blanco. Pero cantar en un escenario es como milagroso.
–¿Cómo despierta su voz?
–Con un té con jengibre, con un café bien cargado o con tomillo y miel. A veces me fumo un cigarrito cuando voy a cantar en los conciertos; y, otras, me tomo un chupito de whisky.