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Crítica de clásica

Narraciones sinfónicas a presión

Obras de Adès y Janácek. Violín: Anthony Maarwood. Orquesta Nacional. Director: Thomas Adès. Madrid, 10-III-2023.

El violinista británico Anthony Marwood, en acción
El violinista británico Anthony Marwood, en acciónPIA JOHNSONPIA JOHNSON

Thomas Adès (1971) es sin duda uno de los compositores más en boga. Sus modos y maneras, su técnica, sus variadas, coloristas y atmosféricas propuestas llegan fácilmente al público. Con juvenil frescura y un sutil poder de convicción logra que su amor por las tinturas «desemboque en puentes comunicativos más familiares», comentaba un crítico británico. Se da en él, apuntamos por nuestra parte, una suerte de rara combinación entre la minuciosidad del orfebre y la libertad del amante de la naturaleza. Adès logra en su música atmósferas rarificadas de enorme atractivo tímbrico que se valen por sí mismas para otorgar poder y energía interna a sus pentagramas, sin atender a otros parámetros de índole constructiva o melódica. Aspectos que quedan meridianamente claros en la suite sinfónica extraída de la música de su ya célebre ópera «The Exterminating Angel», estrenada en el Festival de Salzburgo en 2017. Basada en la película de Buñuel de 1962, es muy representativa del estilo y técnica del compositor, cuyas principales características eran bien definidas por el musicólogo Ulrich Dibelius. Entre ellas, la flexibilidad y seguridad a la hora de plasmar colores. Es como si fuera un equilibrista del timbre a quien, cual un segundo Britten, las ideas musicales le llegaran como por arte de magia. La composición, que es producto del encargo de distintas instituciones y orquestas, entre ellas, la Nacional, se divide en cuatro movimientos. «Entrance», que describe la llegada de los invitados a la cena, que muestra «la inquietante repetición en una progresión concéntrica», como define en sus excelentes notas al programa la musicóloga Inés Mogollón, concluye con unos imponentes y fúnebres acordes. «March» es una marcha militar a lo Shostakovich. En «Berceuse» escuchamos una música de aire melancólico. Por fin, «Waltzes» es un vals deforme y astracanesco, revelador de un «fatum» inevitable. Música de temperatura muy alta, de un eclecticismo virulento y rompedor, que fue dirigida a toda presión por el autor, que muestra en el podio una actividad incesante, con movimientos espasmódicos y una gesticulación casi violenta, dando entradas y salidas sin parar, y empuñando una batuta fustigante, que no siempre logra la conjunción exacta ni clarificar convenientemente los planos. Algo que apreciamos en el resto del programa, abierto con una fanfarria para 14 trompetas, «Tower», escrita para festejar la inauguración de un nuevo edificio artístico diseñado por el famoso arquitecto Frank Gehry. Siguió con «Märchentänze», una movediza pieza danzable para violín y orquesta. Cuatro movimientos ligeros, de delicadas texturas, un dibujo a la acuarela en el que colaboró con mucha finura el violinista Anthony Marwood, a quien ya habíamos escuchado hace tres temporadas en el «Concierto» del propio Adès. Se sumaban a las citadas obras otras dos bastante características de Janácek: la primera, la colorista suite «Taras Bulba», de tan estilizado y dramático paisaje, una estupenda narración sinfónica dividida en tres cuadros en los que resplandece el sentido descriptivo del autor checo; la segunda, la llamada «Sinfonietta», una partitura llena del sabor de la tierra, de construcción impecable e inspirada en las fanfarrias de las bandas de pueblo. Se articula en cinco movimientos destinados a distintas combinaciones de instrumentos de viento. Verdaderamente espectacular. Lo fue la a veces poco clarificada interpretación, en la que la Nacional colaboró también a plena presión.