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«Nico 1988»: Entre dos nadas

«Nico 1988»: Entre dos nadas
«Nico 1988»: Entre dos nadaslarazon

Dirección y guion: Susana Nichiarelli. Intérpretes: Tryne Dyrholm, John Gordon Sinclair, Anamaria Marinca, Sandor Funtek. Italia-Bélgica, 2017. Duración: 93 min. Biopic.

«He estado en la cumbre, he caído en lo más bajo. Ambos lugares están vacíos». ¿Cómo hacer equilibrios entre dos nadas? En los últimos tres años de su vida en la carretera, de gira con una banda de jóvenes músicos, con la adicción a la heroína circulando sin frenos por sus venas, Nico reniega de su pasado con la Velvet sin admitir que todo en ella es tiempo que pasa, y se acaba: su voz, su desaliño entre gótico y pre-grunge, su bipolaridad, sus traumas históricos, sus amantes, el hijo que tuvo que abandonar y que ahora es yonqui. Nico encarna una cierta idea de la contracultura, aunque Susana Nichiarelli parece más interesada en explorar su esquinado carisma que en utilizarla como símbolo de decadencia de un arte de vanguardia transcontinental que, desde la Factory warholiana hasta el Garrel más experimental, agitó las conciencias de los setenta. Es el modo en que «Nico 1988» reacciona ante el «biopic» convencional, no siempre de manera afortunada: los flashes del pasado, en forma de películas caseras que irrumpen en el relato, no son originales, ni siquiera llevando el sello de Jonas Mekas. Lo que importa es el presente, que se llama Tryne Dyrholm. La actriz aporta rabia indolente al personaje, una fortaleza que se transforma en vulnerabilidad con pasmosa urgencia, lo que nos hace pensar en una Gena Rowlands con el rimmel corrido y las lágrimas de la actuación y el síndrome de abstinencia. Ahí está el icono y la madre, la mujer despechada que aún irradia una luz que atrae a las mariposas.

LO MEJOR

Tryne Dyrholm sabe sortear las trampas que le tiende un personaje tan icónico y carismático

LO PEOR

Se esfuerza por evitar los caminos trillados del «biopic» pero no siempre lo consigue