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Norman Bates, el asesino travestido

El cine de criminales armados con utensilios de cocina arrancó con este dandi atormentado
Anthony Perkins dio vida a Norman Bates en «Psicosis», otro clásico de  Alfred Hitchcock
Anthony Perkins dio vida a Norman Bates en «Psicosis», otro clásico de Alfred HitchcockArchivo

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El asesino en serie forma parte del cine desde sus mismos inicios. En su etapa muda, Alfred Hitchcock dirigió «The Lodger» (1926), titulada en España «El enemigo de las rubias». En el filme, basado en la mítica figura de Jack el Destripador, deslumbra la secuencia de la llegada del realquilado a la puerta de la casa, recortado por un contraluz aureolado por la bruma nocturna. Una atmósfera luminosa que anuncia la inquietante aparición del mal muy similar al de la llegada del padre Merrin, entre vapores mefíticos, a la casa donde vive la niña endemoniada, en la película «El exorcista» (1973).
Este fue el primero de sus numerosos asesinos que aparecieron luego ambiguos, siempre elegantes y con apariencia de acomodados burgueses, como el tío Charlie de «La sombra de una duda» (1943), que impuso en el cine el modelo del dandi asesino estrangulador de viudas alegres. En esa línea, Cary Grant es un marido perfecto pero inquietante en «Sospecha» (1941), que Charles Chaplin tomó como modelo para «Monsieur Verdoux» (1947): un padre de familia que asesina a viudas ricas para mantener a su mujer paralítica y un hijo. En 1960, Alfred Hitchcock dirigió un filme de bajo presupuesto, en blanco y negro, con el equipo de su serie televisiva, en el que, por primera vez, se analizaba al asesino desde el punto de vista psicológico.
En «Psicosis» (1960), el atormentado Norman Bates se disfraza de su madre para asesinar con un largo cuchillo a la actriz Janet Leigh mientras se ducha. El sofisticado criminal de antaño daba paso, de esta manera, al psicópata escindido moderno y a un nuevo subgénero: el cine de asesinos armados con cuchillos de cocina, con un yo disociado y una violenta compulsión misógina. «Psicosis» compartió con «El fotógrafo del pánico« (1960) la idea del asesino psicosexual. En el no menos elegante filme de Michael Powell titulado «Pepping Tom», el mirón, el homicida, también mata con un afilado cuchillo a mujeres de vida fácil, mientras las filma con su cámara de cine. Si este extraña producción podría ser el antecedente del «snuff movie» o cine de «asesinatos reales», «Psicosis» anunciaría el «slasher» de cuchilladas y hemoglobina a raudales.
Ambas películas, de culto durante años y hoy consideradas obras maestras, pusieron de moda el asesino en serie muchos años antes de que el FBI lo catalogara como tal. Tanto Norman Bates como Mark Lewis son dos perversos mirones con una confusión sexual y una misoginia galopantes. A pesar de que los dos filmes utilizaron la elipse en las escenas de los asesinatos, convirtieron la violencia en un morboso espectáculo imitado hasta la saciedad.
Como precursores del cine de terror de cuchilladas, cuya influencia se haría hegemónica en el cine de terror, estos dos perturbados dieron paso, inopinadamente, a la moda de locas asesinas seniles con tijeras o hachas. El detonante fue «¿Qué fue de Baby Jane?» (1962), el filme que devolvieron a la fama a Bette Davis y Joan Crawford creando, a su vez, un nuevo subgénero de terror: el «hagsploitation» o títulos de «viejas brujas» enajenadas. «Canción de cuna para un cadáver» (1964), con Bette Davis de nuevo y Olivia de Havilland, y «Te espera la muerte, querida» (1965), con Tallulah Bankhead, fueron clásicos del «rip-off» o plagios de cine de terror de bajo presupuesto protagonizadas también por viejas glorias del cine de Hollywood, que garantizaban sustos y cuchilladas a gogó. En «Misery» (1987), Stephen King rememora este tipo de películas con actrices mayores cuya protagonista, una fan decepcionada, somete a torturas sin cuento a su escritor favorito hasta que resucite a la heroína de sus novelas románticas.
Con la decadencia de este subgénero de Gran Guiñol, los «gialli» italianos lo recauchutaron con un terror gore hiperviolento. Norman Bates, convertido en objeto de culto de películas italianas de bajo presupuesto, se movía entre desnudos de mujeres ensangrentadas, gritos y locos asesinos con afilados cuchillos, como en «El pájaro de las plumas de cristal» (1970) y «Rojo oscuro» (1975). Un tipo de cine en el que se asestaban tantas cuchilladas gratuitas y usaba tanta «sangre» que casi llegaba a las primeras filas de las salas.
El siguiente paso sería el gore de psicokillers caníbales armados con motosierras, máscaras de piel humana (Leatherface) y espantosas secuencias de terror rural «splatter», en la que Tobe Hooper, el director de «La matanza de Texas» (1974), inspirado en el asesino en serie Ed Gein, como Norman Bates, descuartizaba con su motosierra a jóvenes autoestopistas sin ahorrarle al espectador el macabro espectáculo de sus brutales crímenes. Años después, pero con un sesgo posmoderno, Ed Gein pasó de psicópata del terror rural a modelo del horror yuppie encarnado en Patrick Bateman, el asesino imaginario de «American Psycho» (2000).