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En solfa

La nueva Scala

El teatro italiano no ha perdido el tiempo en sus casi 250 años de historia

Teatro alla Scala, de Milán
Teatro alla Scala, de MilánLR

El Teatro allá Scala, que se inauguró el 3 de agosto de 1778, es probablemente la institución lírica más famosa del mundo. A lo largo de casi 250 años se han estrenado en él buena parte de las óperas más célebres y ha recibido las primeras figuras de las direcciones musicales o escenográficas, intérpretes, etc. Por eso, también por sus anécdotas, es hoy una referencia. Pero el tiempo pasa y hay necesidad, no solo de mantenerlo vivo, sino de actualizarlo a las nuevas exigencias de hoy. Esta es la tarea que ha emprendido su actual intendente, el francés Dominique Meyer, y que ha venido a contar a Madrid dentro de su gira europea –Lausana, Zúrich, Viena, Berlín, Londres, Nueva York y París– para dar a conocer la situación de la institución.

Conviene recordar que la estructura del teatro fue renovada en 1907, cuando fue dañado seriamente durante la Segunda Guerra Mundial para reabrirse en 1946 con un concierto dirigido por Toscanini. También que entre 2002 y 2004 estuvo cerrado para ser restaurado. Todo ello son antecedentes de las próximas actuaciones sobre él.

Meyer declaró sentirse feliz porque el teatro se encuentra «benissimo» tras superar ampliamente la etapa de la pandemia. Sus abonos han crecido en una época en la que parecen pasados de moda, sus entradas, vendidas al cien por cien, y se mostró orgulloso de los 44 millones de euros que se recaudan en patrocinios.

La época del Covid se aprovechó para renovar toda la informática, muy atrasada, para cambiar los sillones –falta hace esto en teatros nuestros–, actuar sobre la acústica, tradicionalmente problemática en algunos sitios, modernizar la web, crear un canal de televisión por el que se ofrecerán representaciones futuras y espectáculos históricos como el «Simon Boccanegra» de Abbado, para lo que se crearán también abonos; para reducir en un 52% las emisiones de CO2 y crear un espacio adicional en la via Verdi con una sala de baile y otra para ensayos de la orquesta, así como oficinas para la administración, hasta ahora alejadas del teatro. Próximamente también se renovará la fachada. Y, para redondear, paz en la institución tras el acuerdo por tres años firmado con los sindicatos. Todo un éxito en la difícil Italia y más comparado con lo que sucede en otros teatros, como el San Carlo de Nápoles, el Reggio de Torino, etc.

Meyer, además de contar todo ello, vino a presentar la programación de la temporada, que, como es preceptivo, se abrirá en San Ambrosio el 7 de diciembre con un «Don Carlo» dirigido por Chailly y Lluís Pasqual, escenografía de Daniel Bianco, que contará con Netrebko –que repetirá en una «Turandot»–, Garança –también presente en una «Cavalleria rusticana»– Pape, Meli y Salsi. Hay otras grandes cosas, como un «Caballero de la rosa» con Petrenko en el foso, una «Medea» –curiosa la nueva vida de la obra– con Yoncheva, un «Werther» con Berneim o el inicio del ciclo del «Anillo» con Thielemann y McVicar. El centenario Puccini será celebrado, además de con «Le Rondine», con un concierto protagonizado por Kaufmann, de nuevo Netrebko y Chailly.

Meyer afirmó que un tercio de los espectadores son menores de 35 años. Hay precios para que estos no tengan que pagar 300 euros por una butaca y se crearán otros especiales con el fin de que el cambio a partir de esa edad tenga un coste gradual. Así mismo se pondrá en marcha «un palco en familia» para que los padres, a precio normal, puedan ir acompañados de dos hijos por 15 euros.

Pero, adicionalmente, dio los detalles del proyecto ítalo-español dirigido por FRPO Rodríguez y Oriol, WALK Architecture de Madrid y SD Partners de Milán, para la construcción de los nuevos talleres y almacenes del teatro en el barrio de Rubattino de Milán, cerca de Lambrate. La denominada «Magnifica Fabbrica» reunirá alrededor de un gran parque todos los talleres y almacenes de la Scala en un único centro de producción proyectado según los más avanzados criterios de sostenibilidad medioambiental y ahorro energético. La Scala no ha perdido el tiempo.