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Óscar Reyes: «Los artistas viven en el alambre, dependen del público»

Con barba y el pelo corto no es tan identificable, pero le conocimos de sobra por su papel de Machupichu en la serie «Aída».

Óscar Reyes: «Los artistas viven en el alambre, dependen del público»
Óscar Reyes: «Los artistas viven en el alambre, dependen del público»larazon

Con barba y el pelo corto no es tan identificable, pero le conocimos de sobra por su papel de Machupichu en la serie «Aída».

A Óscar Reyes no le sorprende que su entrevistador comparta con él nombre y apellido. Dice que en Suramérica hay muchos hombres que se llaman así, algunos corruptos y delincuentes, así que recuerda que en su caso «es artístico». De hecho, tiene apellido asiático, de Japón. Allí su madre, la bailaora Paloma Reyes, conoció a su padre durante una gira. Óscar nació en Tokio, pero creció en Madrid, y, cuenta él, «me diplomé en Arte Dramático y tuve la suerte de que mientras me sacaba la carrera me contrataron en una compañía profesional de teatro. Compaginé los estudios con el trabajo. Gracias a Dios ya tengo más de 50 obras». La última en sumarse a la lista es «Te elegiría otra vez» en el Teatro Compac Gran Vía.

–¿Cómo llegó a «Aída»?

– Siempre hacía teatro y no veía la televisión. Entonces me llamó mi representante para un casting para una serie que no sabía de qué iba y, además, yo estaba trabajando en Jaén. Fui en coche a hacer la prueba después de actuar, con sueño, y me salió horroroso. Al final, fue el mejor que hice.

–Desde que interpretó al Machupichu ha cambiado físicamente, ¿le reconocen?

–Mucho menos, pero Machupichu prácticamente no me llama nadie. Hay una corriente que cree que a los artistas cuando hacen un personaje tan marcado nos molesta que nos llamen como él. Yo no he delinquido. He hecho un papel, me ha dado la fama y lo voy a llevar en el corazón siempre. Claro que prefiero que me llamen Óscar pero que me digan Machupichu no es algo que me desagrade ni de lo que me arrepienta.

–¿El personaje era despectivo con los suramericanos?

–Si entendemos qué es ficción y lo que corresponde con el personaje, no. Otra cosa es que comprendamos que es indigno y que no haya nadie que haga de pederasta ni asesino en serie. Si me hubiese planteado algo así nunca me hubiese metido en esta profesión. El favorito de los fans suramericanos de la serie era Colmenero, el más racista. Una vez me dijeron algo que se me marcó: los españoles se lo toman todo demasiado a pecho. A lo mejor tenemos en este país una doble moral. No hay casi personajes extranjeros en las series, y protagonistas, ni uno. Y las productoras y las cadenas dicen que eso no es así y que nadie es racista.

–¿A quién elegiría otra vez en su vida profesional?

–En «Aída» estuve diez años, casi un tercio de mi vida. La relación que formé con Mariano Peña (Mauricio Colmenero)... Es mi hermano mayor.

–¿Vivimos en un mundo feliz?

–No. Si cada uno hiciera su vida y dejáramos de fijarnos en la de los demás seríamos un poco más felices. Pero el ser humano es cotilla por naturaleza.

–¿Han respetado su privacidad?

–Al principio de «Aída» se formó un bulo increíble por una tontería. Mariano Peña no tenía coche y yo sí. Me pidió que le acompañara a comprar unos muebles y fui con él al centro comercial. Salió un rumor diciendo que los dos éramos pareja. Me hacía gracia porque la justificación era que se nos había visto pasándolo bien. Es decir, para que alguien no parezca tu pareja tenéis que ir serios y cabreados. Las fotos venden, pero algunas son mentira. Para solucionarlo, el castigo por mentir debe ser más caro que el beneficio.

–La vida del artista parece más cómoda de lo que es.

–Nuestro estatus real es el paro. Cuando empezaba a estudiar Arte Dramático mis amigos me decían que eso era para vagos, pero si eso es levantarte a las 5 o 6 de la mañana sin saber la hora a la que vas a salir y luego volver a tu casa a estudiar lo del día siguiente... Y si escribes, como yo, que he pasado una semana encerrado durmiendo poco porque de repente te viene la musa. Tenemos mucho riesgo. Es más fácil sacar una carrera más habitual y tener un trabajo con un puesto fijo. Vivimos en el alambre. Con esta obra tenemos contrato hasta junio si va bien de público, que es de lo que dependemos.

–Las relaciones no duran.

–Porque nos aguantamos menos y porque antes culturalmente estaba mal visto divorciarse, ahora es normal. Vida tenemos una y si no eres feliz con tu pareja, hay que intentarlo por otro lado. Yo llevo con mi mujer 13 años y cada día la quiero más.

–Algunos quieren querer.

–Todavía está el estigma de preguntar cuándo te vas a casar y a tener hijos. Pero si vives en pareja y no tienes críos es que estás enferma cuando quizá es que no quieres. También hay mucha gente que quiere querer para que socialmente se le acepte de otra manera.

–¿Buscamos amores de película?

–Hay quien no disocia y cree que su vida real tiene que ser como la de los personajes que interpretan las estrellas de cine. Claro, en la ficción si no hay conflicto no hay interés. Y todo lo que haces para crear ese problema te va hacer desgraciado.

–¿Cuál es la diferencia entre entretenimiento y cultura?

–El entretenimiento puede ser cultural, y al contrario. Sí parece que para que un producto sea cultural tiene que ser dramático. Me hace gracia esa frase de que es más difícil hacer reír que llorar, sin embargo los premios se los llevan los que hacen llorar. ¿Qué estamos vendiendo, no se los deberían llevar quienes hacen reír?

–Y, por ejemplo, ¿el fútbol?

– A mis hijas nunca las llevaré a un campo por las barbaridades que se escuchan. Vale que te enfades, pero hay que ser respetuosos. Se critica a los gladiadores porque no eran civilizados cuando el espectáculo es el mismo del público para arriba. La diferencia es que en la hierba no muere nadie.