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Literatura

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Pablo Sebastiá: "El desarrollo tecnológico ha de estar por encima de todo"

En «Reikiavik», una novela negra repleta de dualidades, explora la violencia y decadencia del presente y las posibilidades que la ciencia ofrece para cambiar nuestro futuro.

Pablo Sebastiá: "El desarrollo tecnológico ha de estar por encima de todo"
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En «Reikiavik», una novela negra repleta de dualidades, explora la violencia y decadencia del presente y las posibilidades que la ciencia ofrece para cambiar nuestro futuro.

Pablo Sebastiá Tirado es abogado, periodista, experto en comunicación y escritor. Sobre todo escritor, diría yo, aunque haya trabajado en diversos medios escritos y audiovisuales y en estos momentos compagine la creación literaria con la asesoría de empresas y la promoción editorial. Su última novela, «Reikiavik», editada con delicado cuidado por Reino de Cordelia, es una obra adictiva repartida en 35 apartados de cuatro capítulos titulados como tres libros del Antiguo Testamento –Génesis, Levítico y Salmos– y uno del Nuevo, Apocalipsis. Todo tiene su relación y su por qué, aunque no lo parezca cuando la historia comienza, como tantas del género negro, con el asesinato de unos mafiosos. «Cuando arranca la novela, los Ferruti, que han sido el clan más poderoso del arco mediterráneo, y quienes controlaban el negocio del juego, la droga y la trata de mujeres en Barcelona, atraviesan un periodo de decadencia. Es más fácil alcanzar la cima de los negocios (incluso de los ilegales) que mantenerse mucho tiempo en ella», asegura el autor.

Es en esos momentos de debilidad cuando suelen aparecer los sicarios. El de esta novela se llama Hannu y va acompañado de un aterrador rottweiler. «Hannu es el personaje central de la historia. Representa las virtudes y defectos de muchos de nosotros. Vivimos en un mundo en el que el bien y el mal ya no están enfrentados. Las personas ya no somos buenas o malas: somos buenos y malos. A la par. Y son nuestros actos, llevados al extremo, los que definirán quiénes somos. Los de Hannu, un tipo que hace el mal para alcanzar el bien, lo definirán a él», afirma Sebastiá.

Nada tan peligroso como ese convencimiento de hacer el bien desde el mal que vuelve a sus ejecutores imparables. Incluido al tal Hannu, un albino muy peculiar al que no le frena nada. «Nada ni nadie. En cierta forma le envidio. He creado un hombre con la fuerza moral suficiente para hacer aquello que cree necesario. Que cree justo. Sin dejarse influir ni un ápice por las conductas socialmente aceptadas. Envidio ese convencimiento. Hay quien me ha dicho que soy un romántico precisamente por eso». Un romántico amante de los animales. Porque en esta historia no se sabe bien si el protagonista es Hannu o su perro, que es incluso más humano que él. «Soy un gran defensor de los animales y siempre había querido introducir un perro en una novela. Pero, ¿quién es el protagonista? Cuando me lo preguntan los lectores les respondo que deben decidir ellos. “Reikiavik” no es una novela al uso, cerrada y definida al milímetro, hay terreno suficiente para que el lector la haga suya y decida quién es quién», explica.

Ciencia anticipatoria

Y no solo eso: el lector incluso tiene que decidir el género. Aunque el autor lo tiene claro: «Es una novela negra en sus pasajes impares y de ciencia anticipatoria en los pares». Muy ambicioso asegurar que lo que se cuenta, al menos en parte, es anticipatorio. Pero la historia lo es. Y, además, despista. Por ejemplo, hay una huida que parece un elemento central, pero no lo es. «Es tangencial a la trama. Nada es lo que parece en “Reikiavik”». Difícilmente lo puede ser uniendo dos escenarios muy distintos en tiempos también diferentes. «En Islandia es donde el lector encontrará la verdadera profundidad de esta historia, el lugar donde se plantean las dudas más importantes, más allá del quiénes somos o de dónde venimos. Las preguntas fundamentales que el hombre se ha hecho a lo largo de la historia, en “Reikiavik” tienen su respuesta... real o imaginaria». En efecto, la historia de Barcelona parece muy real, la de Islandia, en cambio, es otra cosa. «Son dos novelas en una. Varias tramas dentro de la principal. Y la complejidad varía según el lector. Hay quien hace suya la trama más violenta y quien prefiere adentrarse en los entresijos de la tecnología que va a cambiar para siempre la vida en el planeta». Son dos historias que se entrelazan a un ritmo trepidante. «Mi idea era que la novela se leyera de una sentada, que el lector no pudiera abandonarla, que se obsesionara con Hannu, Bianca, Carlota y los demás personajes. Parece que lo he conseguido y me hace muy feliz», confiesa Sebastiá.

Además de esas dos historias, la obra parte en dos a los personajes, que muestran dos caras, una limpia y otra sucia. «Hace tiempo que dejé de creer en la bondad y la maldad. Son las dos caras de la misma moneda y solo nuestra forma de emplear una y otra definirá quiénes somos en realidad». Y en medio de esa dualidad, la presencia de la Biblia en los títulos de los capítulos de esta novela, donde hay también versículos sagrados en los que se apoyan ciertos criminales para justificar su comportamiento. «La Biblia ha sido muy importante en toda mi obra. No soy un tipo religioso, pero la fuerza de algunos textos y los misterios que nos ha dejado me fascinan desde pequeño. Por eso la religión está tan presente en la novela. Bajo la piel, en un discreto segundo plano, se vuelve más y más evidente a medida que nos acercamos al final».

Y según avanzamos en la lectura es fácil comprender que hay una intención literaria clara que responde a la necesidad de trascendencia del hombre y delimita hasta qué punto es ético y moral el avance científico. «Defiendo de forma explícita que la ciencia no debe supeditarse jamás a nada. Ni a la economía ni a la moralidad. Si Dios nos ha dado un cerebro tan poderoso es para que investiguemos, creemos y busquemos respuestas a nuestra propia existencia y la del universo. El desarrollo tecnológico ha de estar por encima todo: gobiernos, religiones, empresas. Solo a través de él llegaremos a ser lo que como especie debemos ser».