Festival de San Sebastián

«Paesa», el hombre que jugaba con «otra moralidad»

Alberto Rodríguez presenta en San Sebastián la esperadísima «El hombre de las mil caras», que narra la historia del espía que presuntamente se llevó el dinero robado por Luis Roldán.

«Paesa», el hombre que jugaba con «otra moralidad»
«Paesa», el hombre que jugaba con «otra moralidad»larazon

Alberto Rodríguez presenta en San Sebastián la esperadísima «El hombre de las mil caras», que narra la historia del espía que presuntamente se llevó el dinero robado por Luis Roldán.

Ya lo dijo un diputado isabelino: hacerse rico denota inteligencia. Aquello era en 1848. Y así estaban las cosas. Para José Coronado, el problema arranca antes: «El pícaro siempre ha existido en España, desde Rinconete y Cortadillo». En los años 90, todos eran el listo de la clase. Ya lo había predicho Solchaga, el ministro de Economía: «España es el país donde se puede ganar más dinero a corto plazo de toda Europa y quizá uno donde se puede ganar más dinero de todo el mundo». En ese contexto, con un Partido Socialista omnímodo y el gran capital afluyendo a la estrenada democracia, hubo quien, como Luis Roldán, no sólo se llevó el dinero, sino la caja entera. Fue en 1994: el ex director de la Guardia Civil se fugó con 1.500 millones de pesetas. Y Francisco Paesa, «El hombre de las mil caras», estaba ahí para pescar en el río revuelto de la alta política, en las cloacas del Estado.

Historia de siempre

Alberto Rodríguez no pudo sustraerse al encanto del espía más enigmático de nuestra reciente historia. Y, por eso, aceptó meterse en el bendito berenjenal de este guión, de esta película estrenada ayer en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián: «Me atrajo desde el primer momento su figura, la de un hombre que ha conseguido mantenerse en el alambre durante 45 años, haciendo todo tipo de trabajos, por llamarlo de algún modo, un superviviente. Pero es que, además, en el libro («Paesa, el espía de las mil caras», de Manuel Cerdán, que ha servido de base al guión del propio Rodríguez) vi la tramoya de cualquier noticia que pudiera haber en el telediario de la noche del año en que lo estaba leyendo, en 2012, y eso había ocurrido casi 20 atrás. Me daba la impresión de que había problemas que estábamos repitiendo, como en un juego de espejos, una y otra vez».

Por eso, dice, «El hombre de las mil caras» habla de hoy, de siempre, aunque todo sucediera en 1994 con la búsqueda, por tierra, mar y aire, desde París a Laos, de Roldán, el baile de sillones en el gabinete socialista y la presencia siempre sigilosa, siempre latente, de Francisco Paesa. Eduard Fernández presta su cara al espía en una narración que parte del punto de vista de Jesús Camoes (José Coronado), un piloto de aviación civil, amigo de Paesa, del que se tienen pocos datos biográficos: «Era un vividor, un hombre normal, con su familia pero muy mujeriego, con un buen trabajo... Vivía bien, aunque lo que más le gustaba era la aventura y su amigo Paesa le proporcionaba eso, y él, sin tener ambiciones económicas, se dejaba llevar por la adrenalina de la aventura». A través de él nos colamos en los trapicheos de Paesa, quien, según la teoría más aceptada (aquí nada es verificable al 100%), negoció un regreso pactado de Roldán con el Gobierno español para, finalmente, llevarse lo que el ex director de la Guardia Civil había malversado más el millón de dólares que el propio Roldán le ofreció por mantenerlo escondido en París y poner el dinero sobre seguro en Singapur.

«Más que lo que pasó en los 90, a mí lo que me interesaba de esta historia es que el problema seguía, sigue, e incluso ha ido creciendo –señala Rodríguez–. Desgraciadamente, los españoles hemos hecho en estos últimos años un máster en economía sumergida (con conceptos como “offshore” y todo eso) y con la crisis ha ido saliendo más a flote el problema. También nos hemos hecho conscientes de que existe otro mundo por encima del de los ciudadanos normales, gente que está jugando en otra liga, con una moralidad distinta probablemente, e imagino que sobrevivir en esa no es tan fácil y uno piensa de otra manera». Para Coronado, la fascinación que ejerce Paesa es palmaria y está imbricada en el propio ADN nacional: «Era un tipo muy admirado no sólo por sus más cercanos, sino por todo el país. España es un país donde siempre aplaudíamos al que “se lo llevaba” y queríamos ser como él. Lo que pasa es que hoy en día la crisis ya no nos deja admirar a esa gente, pero en aquellos tiempos de bonanza, de salida a la democracia, con la clase media subiendo, Paesa era un personaje admirado. Todos los sucesores que han querido aproximarse a él, como Bárcenas o Blesa, ya no tienen esa admiración porque tampoco tienen el “savoir faire” de Paesa y los tiempos no están para que nos quiten un euro».

Mera ficción

A pesar de contar con material tan potente y con la tentación de pontificar sobre nuestra historia reciente, Alberto Rodríguez insiste una y otra vez en rebajar las ambiciones de su película hasta (y no es poco, desde luego) la mera ficción, el puro entretenimiento: «Llegó un momento en que nos dimos cuenta de que nosotros no íbamos a llegar a la verdad de lo que pasó, que incluso periodistas que se han estado documentando durante años tienen teorías dispares sobre lo que sucedió, así que decidimos hacer una ficción y aclararle al espectador que lo que está viendo es eso y que los personajes están estilizados, dentro de sus propios códigos». Con todo, «El hombre de las mil caras» es un dignísimo sucesor de la premiada «La isla mínima». Está por ver si San Sebastián compensa a Alberto Rodríguez con su retrato sobre Roldán y Paesa por aquella Concha de Oro que le ganó (en justa lid) «Magical Girl» a «La isla mínima» hace dos años. Por lo pronto, han logrado que el propio Paesa dé señales de vida a través de una sorprendente entrevista con «Vanity Fair». «Su último golpe de efecto», concluye Rodríguez.