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ARTE
El pasado futurista de Marisa González
El Museo Reina Sofía ofrece una exposición antológica de la experimental artista bilbaína

Año y medio después de que Marisa González ganara el prestigioso Premio Velázquez en 2023, el Museo Reina Sofía presenta, con motivo del galardón, una exposición antológica sobre esta artista pionera en la utilización, desde los años 70, de nuevas tecnologías en su obra.
"Marisa González. Un modo de hacer generativo”, comisariada por Violeta Janeiro, repasa cinco décadas de producción de la premiada y se podrá visitar desde este mismo miércoles 21 de mayo hasta el 22 de septiembre.
Ya en 1986, en la apertura oficial del museo, parte de, trabajo de Marisa González fue expuesto con el título de “Procesos: cultura y nuevas tecnologías”. Entre otras obras, ahora, el Reina Sofía recupera en esta nueva exposición, parte de aquella.
Pionera en España en combinar la creación artística y las tecnologías de la comunicación y la reproducción de imágenes desde los años 70, González es mucho más que una artista experimental e investigadora de la electrografía y otros sistemas generativos (termofaxes, fotocopiadoras y ordenadores, entre otros), previos a la década de los 2000, con una visión única del arte en cada contexto histórico que ha vivido. También es una creadora con un firme compromiso político en temas relacionados con el medio ambiente, el feminismo o el neoliberalismo. Todo eso se vislumbra en esta exposición, cuyo recorrido te adentra en su particular y chocante universo de máquinas, residuos e imágenes inquietantes e incómodas.

Un cortinaje de tiras de papel matriz, procedentes de las primeras fotocopiadoras con las que trabajó en Chicago, cuando estudiaba en el Art Institute, da la bienvenida al visitante, quien ya en la primera sala puede apreciar el tipo de materiales y la estética que interesa a la artista. Lo defectuoso, lo corroído, se expone en una mesa central rodeada de imágenes impresas en las que la imperfección muestra una verdad incuestionable que no podría transmitir la imagen más nítida. La prueba-error en estas estampas infinitas sobre la pared, creadas con un método propio, ofrece una lluvia de figuras, sombras, rostros, colores, texturas y expresiones que rodean a cabezas de muñecas (las defectuosas que la artista rescató de la fábrica de Famosa) o frutos fosilizados.
Su trabajo experimental y pionero en los años 70, en Washington, donde trabajó con la artista feminista Mary Beth Edelson, se puede observar en la pieza titulada “La Descarga”, perteneciente a su serie “Violencia mujer”. Como una especie de negativo de película a tamaño real, diferentes rostros de las que entonces fueron sus compañeras de escuela expresan terror. El objetivo: denunciar las torturas que las mujeres sufrieron durante la dictadura de Pinochet.
En frente, la búsqueda de la identidad, la angustia del vacío existencial, se perciben a través de “Liz Williams y sus máscaras”, mostrando varios retratos de esta mujer de tez blanca y rasgos y pelo afroamericanos. La violación también cobra presencia en esta sala de denuncia feminista.
A finales de los años 70, ya en Madrid, crea “Grafías musicales”, donde combina la pintura realizada en soportes tradicionales, con fotocopias de partituras de compositores contemporáneos en las que juega con la entrada de la luz.
Lo que cualquiera de nosotros descartaríamos de nuestras vidas arrojándolo al cubo de la basura, sirve a González para crear. Buen ejemplo de ello es la guata, ese material textil que descubrió acumulado en el filtro de su lavadora cuando vivía en Washington en los años 70. Con él trabajó en su serie “Presencias”, reivindicando el reciclaje y la resignificación de objetos.

El sistema gráfico informático del ordenador Lumena fue una de las herramientas más importantes en la carrera de González. Expuesto ya en la inauguración del museo, en 1986, la muestra vuelva a rescatar la instalación de esta primera estación de Lumena en España que procesaba imágenes captadas en directo gracias a la paleta digital de este sistema gráfico. Combinó este proceso con la fotografía y la fotocopia para crear una serie de retratos.
El faxno podía faltar como medio de creación en esta muestra. Esa máquina hoy obsoleta jugó un papel fundamental en la sociedad anterior a los años 90 y supuso un método masico de comunicación a distancia. La obra “La Estación Fax/Fax Station” eleva al cielo al fax, que escupe una larga tira de papel impreso con el que personas de todo el mundo se comunicaron con la artista.

La fotografía analógica al uso y el vídeo se ponen al servicio de González para, una vez más, denunciar las injusticias sociales. En este caso, su cámara posa su objetivo sobre Hong Kong, en mujeres migrantes sumergidas en un mundo de esclavitud que protagonizan el proyecto “Ellas, filipinas”.
Por último, grandes y emblemáticas infraestructuras arqueológicas industriales, como la central nuclear en Lemóniz, Vizcaya, o la emblemática panificadora de Bilbao, ocupan un espacio destacado en la exposición. La presión social logró frenar el funcionamiento de la central nuclear, de donde la artista logró rescatar para sus obras de arte, materiales que se encontraban en su interior.
Con “Luminarias”, González recuerda, a través de veinte lámparas rescatadas del interior, el declive de aquella panificadora en plena reconversión industrial del País Vasco y fragmentos del pasado.
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