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La peculiar «Doña Francisquita» de Lluís Pasqual vuelve a casa

El Teatro de la Zarzuela ofrece diez funciones de la obra cumbre de Amadeo Vives, Premio Max a la Mejor Producción Lírica de 2020
Sabina Puértolas e Ismael Jordi en la adaptación de «Doña Francisquita» del Teatro de la Zarzuela
Sabina Puértolas e Ismael Jordi en la adaptación de «Doña Francisquita» del Teatro de la ZarzuelaJAVIER DEL REAL

Madrid Creada:

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El Teatro de la Zarzuela repone “Doña Francisquita”, uno de los títulos fundamentales del género y obra cumbre de Amadeo Vives, con ella acaba la temporada lírica del coliseo madrileño, que quiere conmemorar así los 100 años de su primera vez en él. Con libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, esta obra maestra de Vives fue estrenada en el vecino Teatro de Apolo en octubre de 1923 con un éxito apoteósico y varios meses después llegaba al escenario de La Zarzuela, ya en 1924, desde donde salió rumbo al Teatro Colón de Buenos Aires.
Esta producción del teatro que ahora se repone, coproducida con el Gran Teatre del Liceu y la Opera de Lausanne, es una versión original y muy personal de Lluís Pasqual, que reescribe los textos hablados, y aunque fue muy controvertida en su estreno en 2019, fue premiada con el Premio Max a la Mejor Producción Lírica 2020. Inspirada en “La discreta enamorada” de Lope de Vega, la joven Francisquita es sin duda uno de los personajes femeninos de zarzuela más reconocibles y populares, presenta la historia de su amor por Fernando, que ni lo nota, absorbido como está por una cómica, Aurora la Beltrana, que no le corresponde.
El Teatro de la Zarzuela ofrecerá 10 funciones, del 19 al 30 de junio, dirigida musicalmente por Guillermo García Calvo, que tendrá a su cargo al Coro Titular del teatro y dos colaboraciones especiales, las castañuelas de Lucero Tena y el actor Gonzalo de Castro, junto a un doble reparto que cuenta con las sopranos Sabina Puértolas y Marina Monzó dando vida a Francisquita, cuyo amor se disputan Don Matías y su hijo Fernando; los tenores Ismael Jordi y Alejandro del Cerro interpretarán el papel del estudiante Fernando, que pretende a Aurora, la Beltrana, una popular actriz que nada quiere de él y cuyo rol encarnan las mezzosopranos Ana Ibarra y María Rodríguez. Los tenores Enrique Ferrer y Manuel de Diego serán Cardona, amigo de Fernando. La soprano Milagros Martín da vida a doña Francisca, madre de Francisquita; el barítono Santos Ariño a Don Matías, padre de Fernando y pretendiente igual que este de Francisquita, y el barítono Isaac Galán a Lorenzo, alias el “pollito”, amante de Aurora. Además, 12 bailarines y 12 actores, completan el elenco de esta comedia lírica en tres actos y amor a cinco bandas.

Una obra maestra

Para el director Guillermo García Calvo, “una dificultad de “Doña Francisquita” es que la partitura es muy densa y la instrumentación muy romántica, muy operística y variada, con música española castiza, fandango, opereta o rondalla. Tan variada estilísticamente que es como un caleidoscopio de la zarzuela y la opereta europea de la época, cada número es un derroche de imaginación, melodía, armonía y ritmo, una de las mejores obras del repertorio lírico español, del europeo y mundial”.

Como explica Leo Castaldi, ayudante de Lluís Pasqual, “la pieza está compuesta por tres pequeños espectáculos, es decir, cada acto es un pequeño mundo aparte, el primero lo sitúa en los años 30 en un estudio grabando un disco; el segundo se encuentra en otro de televisión en los años 60, y el tercero en la contemporaneidad, en el Teatro de la Zarzuela asistiendo a una puesta en escena muy moderna de Doña Francisquita”. Para Castaldi, hay dos claves para entender la dramaturgia de Pascual, “por un lado, una vertiente personal alimentada por su experiencia con la zarzuela, muy presente en su vida desde pequeño y con la que ha crecido, y por otro, su exploración sobre la historia de la transmisión de la zarzuela en el entorno social y en los medios de comunicación durante el siglo XX, disco, radio y televisión, para desembocar en el ensayo general de esta puesta en escena tan moderna, que no podría entenderse sin esas estaciones antecedentes”. Por otro lado, “esta obra es un espectáculo grande y largo y para Lluís Pasqual era importante crear un dispositivo que moviera continuamente la colocación del decorado, que sorprendiera al público a cada levantada del telón con algo distinto y ese es un objetivo cumplido, porque pasa de forma muy rápida para el espectador”, concluye.