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Hallazgos arqueológicos

Peñico, la ciudad reencontrada

A partir del 12 de julio, abrirá para el público el yacimiento de este núcleo considerada toda una joya urbana antigua clave en el desarrollo de la historia de Perú

Rebautizada como la Ciudad de Integración del Valle de Supe, el sitio fue fundado en torno al 1800
Rebautizada como la Ciudad de Integración del Valle de Supe, el sitio fue fundado en torno al 1800Agencia EFE

Hace apenas unos días la eminente arqueóloga peruana Ruth Shady anunció el fin del proceso de musealización y la apertura al público el próximo 12 de julio de un fascinante yacimiento clave para el conocimiento de la historia antigua del Perú: la ciudad de Peñico, un núcleo urbano surgido hacia el año 1800 a.C. que, situado a unos doscientos kilómetros al norte de Lima en el valle de Supe, fue un punto estratégico clave entre la costa, la montaña y la selva amazónica.

Esta apertura supone la culminación de ocho años de estudio arqueológica in situ aunque, en realidad, se debe trazar el origen de esta investigación al año 1994 cuando el equipo investigador dirigido por la Dra. Shady comenzó a prospectar de forma sistemática el valle de Supe. Aunque se conocía desde hacía décadas la existencia de restos antiguos a lo largo de toda esta franja de terreno, el trabajo realizado durante los dos primeros años de investigación permitió catalogar cientos de yacimientos de los que sobresalieron dieciocho que, por sus peculiaridades compartidas, les hicieron pensar en un horizonte común y una datación muy antigua. Así, en 1996 comenzó la excavación de Caral, el más grande de todos los núcleos advertidos.

Las sucesivas campañas de excavación acreditaron que era un lugar absolutamente único, desvelando un sofisticado trazado urbano de 66 hectáreas caracterizado por una impresionante arquitectura monumental. Sin embargo, la mayor sorpresa fue la confirmación de su cronología. No en vano, representaba el hallazgo de la primera civilización americana con 5000 años de antigüedad. Es decir, antecede en 1500 años a la siguiente, a la Olmeca de Mesoamérica, poniéndose prácticamente a la altura temporal de las primeras culturas mesopotámicas y de la egipcia del Viejo Mundo aunque a diferencia de estas últimas, la cultura Caral-Supe se desarrolló sin la competencia, modelo y retroalimentación de otra civilización similar.

Se trataba de un Estado centralizado, con una clara división jerárquica y ocupacional en donde se desarrollaban una fértil actividad agrícola y una riquísima industria pesquera, articulándose complejas redes comerciales que desbordaban la geografía privativa de esta cultura y conectaban la costa, los valles, la sierra y la selva amazónica. Caral actuaba como espacio central, beneficiándose sus élites de su papel intermediador con las comunidades productivas, pudiendo dedicarse a otras actividades que sustentaron su primacía como la observación astronómica, el estudio matemático aplicado a la construcción de espacios rituales y, por supuesto, a la elaboración de ritos que asegurasen su poderío sociopolítico.

De hecho, en los veinte asentamientos urbanos o pachacas se presentan unas características comunes, entremezclándose áreas residenciales de diversa categoría social con espacios públicos, como edificios piramidales, plazas circulares y lugares dedicados a la incineración de ofrendas, realización de actos comunales además de templos. Por supuesto, Caral destaca sobre todas las demás por su tamaño, monumentalidad y espectacular planificación urbana, que respondía a criterios cosmológicos y religiosos.

Un prestigio avalado por el tiempo

La pachaca de Peñico fue creada en altura en el valle superior de Supe según el modelo de la cercana Caral para, según la nota de prensa del Ministerio de Cultura de Perú, “realzar la monumentalidad de sus edificaciones, protegerse de inundaciones, deslizamientos, y promover la interacción y el intercambio” con los asentamientos del interior y la costa. Es decir, un rol semejante al disfrutado por la sagrada Caral aunque extendido en el tiempo puesto que el equipo de Ruth Shady considera que, una vez que la gran urbe del valle del Supe y la mayoría de pachacas comenzaron a declinar, Peñico siguió disfrutando de un estatus especial amparado en su prestigio hundido en la antigüedad, su situación estratégica y la explotación de la hematita, un mineral de óxido de hierro utilizado desde los más remotos tiempos como pigmento rojo y cuyo nombre procede del griego Teofrastro que lo asemejaba a la “sangre seca”.

A partir del 12 de julio, los visitantes podrán disfrutar de sus dieciocho edificios hasta ahora excavados, tanto públicos como residenciales y, en especial, del Edificio Público Mayor B1-B3, el más destacado de la urbe por sus funcionalidades político-administrativas e ideológicas. Allí, aparte de esculturas de barro, joyería e instrumentos líticos de todo tipo, se han encontrado extraordinarios relieves de pututus, unos instrumentos musicales de larga trayectoria histórica en el ámbito andino que eran ofrecidos como ofrendas a las divinidades y cuyo sonido era perceptible a enormes distancias siendo, por tanto, un estupendo reclamo para convocatorias. Peñico, denominada por sus investigadores como la “Ciudad de la Integración Social” del valle del Supe, estuvo en activo por siglos, transmitiendo el legado de Caral-Supe aunque todo sea dicho la influencia de la más antigua civilización americana fue sentida y continuada por todas las culturas posteriores, incluida la incaica. No extraña que se enfatice esta conexión atemporal con la celebración el día de su apertura del Festival Peñico Raymi y de una ofrenda a la Pachamama.