Historia

San Sebastián

Pernambuco, una victoria con forma de cómic

Los cuadros que narraban de forma seriada el triunfo del almirante Oquendo en Brasil se exponen en el Museo Naval.

El combate fue relatado de principio a fin en los cuadros de Juan de la Corte (en la imagen, la vista IV), toda una crónica del triunfo del almirante vasco
El combate fue relatado de principio a fin en los cuadros de Juan de la Corte (en la imagen, la vista IV), toda una crónica del triunfo del almirante vascolarazon

Los cuadros que narraban de forma seriada el triunfo del almirante Oquendo en Brasil se exponen en el Museo Naval.

Nochebuena de 1734. Un incendio se declara en el Alcázar de Madrid –un antiguo castillo que los Austrias había reconvertido en residencia palaciega– fuego envuelto en cierto halo de misterio (hay leyenda que atribuyen cierta intencionalidad a las llamas que devoraron prácticamente el edificio debido a que no era del gusto del monarca Felipe V) y que se llevó por delante enseres, muebles y una enorme cantidad de obras de arte, alrededor de 500, que quedaron reducidas a cenizas. Otra buena parte, más de mil, se pudo salvar.

Aquella aciaga noche cuadros, mesas, aparadores, lámparas, cortinajes..., fueron arrojados por las ventanas del edificio con el fin de salvarlas. Algunas obras de Velázquez, como «La expulsión de los moriscos», de la que nos han quedado únicamente bocetos y que era tenida por una pieza maestra, quedó reducida a cenizas y «Apolo, Adonis y Venus», lo mismo que lienzos de Tintoretto y Brueghel. Sin embargo, otras, como «Las Meninas» afortunadamente sobrevivieron a las llamas. Dentro del conjunto de lienzos que se salvaron aquel 24 de diciembre (el incendio se prolongó durante cuatro interminables días) se encuentran los que celebran la victoria de Pernambuco, una batalla en la que salió victorioso el almirante Antonio de Oquendo (San Sebastián, 1577-La Coruña, 1640) que venció a la flota holandesa que comandaba el almirante Adrian Hans-Pater, a pesar de su inferioridad numérica en cuanto a naves y hombres. El enfrentamiento fue tan intenso como cruel. Apenas de prolongó desde las nueve de la mañana hasta primera hora de la tarde y fallecieron unas 600 personas.

Naves capitanas

Una exposición en el Museo Naval de Madrid (que estará abierta hasta el 7 de enero de 2018) muestra por primera vez las obras, cuatro cuadros que relatan de manera coorrelativa cómo se desarrolló el enfrentamiento en el mar, «desde el momento del acercamiento a la batalla de las naves capitanas con sus cañones hasta el combate definitivo», comenta la comisaria, Clara Zamora. Las obras fueron un regalo que ofreció el citado marino al monarca Felipe IV para dar fe de su victoria. «Es el arte utilizado como elemento diplomático y político. Las obras colgaron del Alcázar hasta el mismo día del incendio y son obra de Juan de la Corte. Están pintados hacia 1632», explica Zamora, quien subraya que «las pinturas poseen un valor histórico-documental de primer orden y son un ejemplo para los historiadores de cómo entender las conexiones entre el arte y la política en el siglo XVII, además de un testimonio del desarrollo del combate en el mar».

Junto a las cuatro obras seriadas, como si se tratara de un cómic que explica el desarrollo del combate naval, se expone uno de los dos cuadros que el almirante Oquendo encargó para su uso y disfrute, actualmente en una colección particular y de autor anónimo y que representa el momento cumbre de la batalla. Para salvarlas de las llamas las telas se cortaron literalmente de los marcos que las contenían para poder enrollarlas y arrojarlas por las ventanas, de ahí que hayan perdido las leyendas que cada una llevaba escrita y en las que se podía leer el episodio correspondiente a la batalla pintada.

«La victoria de Pernambuco está protagonizada fundamentalmente por dos elementos, el azúcar, cuyas plantaciones servían a los intereses de España y Holanda, y el fuego, éste por partida doble, pues la quema de una astilla en la nave del marino holandés hizo que se prendiera la embarcación y las llamas que acabaron con el Alcázar de Madrid», explica Clara Zamorano. Y es que durante el siglo XVII los holandeses se fueron estableciendo en diferentes áreas del Caribe, América del Norte, el Océano Índico, el Pacífico e India con un objetivo claro: convertirse en al primera potencia comercial del mundo para superar al imperio español, hegemónico en ese periodo histórico. Una de las pretensiones de las provincias Unidas de Holanda era ocupar las regiones productoras de azúcar para lo que necesitaban controlar puertos estratégicos como es el caso del de Pernambuco, en la costa de Brasil, lo que consiguió en 1630 y perdió el 21 de noviembre de 1631 tras su liberación por parte del almirante Oquendo.

Hay en la exposición otra pieza que merece una atención detallada y ésta es el estandarte español que llevó el almirante vasco y que constituye una pieza de enorme valor histórico: «Nos parecía una lástima que se expusiera de una manera plana y así se ha ideado un sistema de trampantojo lleno de teatralidad y barroco al máximo que permite al visitante verlo de pie, aunque la pieza se exponga sobre una mesa gracias a un espejo donde se refleja y que permite la ilusión de ver el pendón como si estuviera levantado», comenta la comisaria, que asegura que han sido tres años de trabajo hasta que la exposición ha podido ver la luz «y que han merecido la pena, por la calidad, por el documental que constituyen y por poder ver reunidas estas piezas. Los prestadores no han puesto ningún problema a la hora de dejar las obras», pues pertenecen a colecciones públicas, corporativas y particulares españolas. «Entrar en la sala es como hacerlo en un santuario, pues se ha sabido crear un ambiente de misticismo único. La luz, además, juega un papel fundamental a la hora de iluminar las obras ya que da la sensación de que en vez de estar colgados los cuadros se encuentran suspendidos», señala. Junto a las obras se puede ver un audiovisual que explica cómo fue la batalla y el origen de esta sobras. Solo una de las obras ha sido objeto de restauración, la que pertenece al almirante Oquendo «y gracias a los trabajos de limpieza se ha podido ver la leyenda entera de la obra», dice la comisaria.