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Apuntes para una falsa polémica
Pero, entonces, ¿Cervantes era heterosexual o no?
El cervantista y asesor de Alejandro Amenábar en «El cautivo» responde al ruido generado con el estreno de la película

El mes de septiembre de 2025 ha entrado en los libros de historia del cervantismo: Miguel de Cervantes, que tuvo una de las vidas más novelescas de nuestros escritores de los Siglos de Oro, por fin cuenta con una película a su altura como persona y como escritor: «El cautivo» de Alejandro Amenábar, estrenada en España el 12 de septiembre.
Como histórico será el momento en que se estrenen en un circuito comercial algunas de las comedias de Miguel de Cervantes que aún permanecen sin una presencia en las tablas teatrales como se merecen. Y te recuerdo, curioso lector, que solo tenemos ocho comedias impresas de Miguel de Cervantes, tan solo ocho. ¿Te imaginas que los ingleses dudarían en estrenar en los mejores teatros del mundo si ahora encontraran alguna obra nueva de William Shakespeare, por muy mediocre que fuera, que no es el caso de las comedias cervantinas?
Así estamos en la actualidad y así parece que fue siempre en relación a nuestro querido y admirado Cervantes: tuvo que esperar más de 120 años después de su muerte a contar con una biografía, la que diera a luz Gregorio Mayans i Siscar al inicio de la edición de «Don Quixote» publicada en Londres en 1738; y ahora ha tenido que esperar hasta el 2025 para que un director con su voz personal, con una obra cinematográfica a sus espaldas que le ha colocado en los libros de historia del cine español, para que dialogue con él, para que se invente un universo de ficción donde la vida de Cervantes, un Cervantes hombre esté en el centro. Y esto es lo que ha hecho Alejandro Amenábar con su película «El cautivo»: una ficción cinematográfica situada en los cinco años que estuvo cautivo en Argel, desde 1575 a 1580, es decir, desde sus 28 años a los 33 con los que volvió a España gracias a los trinitarios, en especial, a Juan Gil.
«Alejandro Amenábar no ha hecho un biopic de Miguel de Cervantes. No ha querido contar la vida de Cervantes en Argel»
Alejandro Amenábar ha construido una ficción cinematográfica a partir de una ficción literaria (el cuento «Historia del cautivo» de Miguel de Cervantes insertado en la primera parte del «Quijote»), que necesita de su ritmo, de sus tiempos, de su lógica y de sus personajes y acciones para contar la historia (o las historias) que se entrelaza en la película. Alejandro Amenábar no ha hecho un biopic de Miguel de Cervantes. No ha querido contar la vida de Cervantes en Argel (que sería un proyecto audiovisual que está llamando a las puertas de las productoras a voces), sino «su historia», «su particular historia», y como tal hemos de ir a verla. Nos puede gustar la propuesta cinematográfica, nos puede emocionar, divertir, asombrar o aburrir. Pero este es el destino de cualquier película. Esta es la realidad de cualquier ficción: tendrá su público. Y nunca podrá ser todo el público. Pero, al menos, como a cualquier ficción, le tenemos que dar la oportunidad de dialogar con la propuesta que nos ofrece antes de opinar. ¡Cuántas películas, amable lector, hemos ido a ver con más o menos expectativas, y en cuántas nos hemos aburrido como ostras y en cuántas hemos disfrutado como niños hasta llegar a las lágrimas! Así deberíamos acercarnos a «El cautivo» de Alejandro Amenábar: una ficción cinematográfica, sin pensar que Amenábar está sentando cátedra de cervantismo o de historiador. Ni lo es ni lo pretende. ¿Por qué se lo vamos a exigir?
Una falsa polémica cervantina antes de estrenar la película
Durante la semana previa al estreno de la película, se ha levantado una encendida polémica que aún se mantiene viva en determinados medios y en tertulias más o menos interesadas. En realidad, una falsa polémica porque se hablaba de la película, de lo que se veía en la película, de lo que se defendía en la película sin haberla visto. Una polémica a partir de las escasas imágenes de los «trailers» de promoción y de las declaraciones del director, de los titulares que aparecían impresos en boca del director.
Y durante estos días, mientras muchas personas opinaban de oídas, se rasgaban las vestiduras de oídas, se escandalizaban de oídas, y eran capaces de mantener posiciones virulentas –y en más de una ocasión insultantes– de oídas, pensaba en las horas y horas que en los últimos años he estado leyendo, estudiando, analizando, corrigiendo, dudando, vuelta a estudiar, a corregir, a leer, a estudiar en silencio para poder tener una opinión sobre el tema, para poder ofrecer una visión a partir de una metodología donde los datos aparecen como el punto de partida, pero siempre intentando comprender cómo se habían analizado a lo largo del tiempo, las razones que habían sustentado algunas teorías y, sobre todo, cómo podríamos abordar el tema de la sexualidad cervantina desde el siglo XXI, desde 2025.
«Hasta dónde vamos a seguir alimentando un debate serio como sociedad sin argumentos, con respuestas llenas de prejuicios?»
Estos años de trabajo –que han sido varios años– han cristalizado en un libro de más de trescientas páginas: «Cervantes íntimo. Amor y sexo en los Siglos de Oro» (Plaza & Janés, 2025), donde defiendo una línea de trabajo novedosa en los estudios biográficos cervantinos: la posibilidad de acercarnos a Cervantes más allá del Cervantes-personaje que se construyó él mismo en sus obras y del Cervantes-mito que se ha ido perfeccionando a lo largo de los siglos. Es decir, centrarnos en el Cervantes-hombre, en ese hombre que vivió en los Siglos de Oro. ¿Y cómo hacerlo? Situándolo en su tiempo, conociendo mejor su tiempo, como ya hice en el primer tomo de mi biografía cervantina: «La juventud de Cervantes» (Edaf, 2016), que fue el puente que me llevó a participar como asesor en «El cautivo» de Alejandro Amenábar.
Mientras leía o escuchaba los comentarios de tantos «cervantistas» de un día o de colegas académicos que, sin haber visto la película (en la que Alejandro Amenábar confiesa que lleva trabajando ocho años) ni mi libro «Cervantes íntimo», eran capaces de despreciar cualquier acercamiento a una particular sexualidad de Cervantes, con términos tan científicos como «paparruchas», me decía: ¿Hasta dónde vamos a seguir alimentando un debate serio como sociedad sin argumentos, con respuestas llenas de prejuicios?
Como estudioso de la vida de Cervantes desde hace más de diez años, como uno de los biógrafos que siguen queriendo avanzar en el conocimiento, le doy las gracias a todas aquellas personas que quieran dedicar su tiempo a acercar a Cervantes a la sociedad, a romper barreras y, sobre todo, a quitarle el mármol, el bronce y el polvo que lo ha alejado de los más jóvenes, cuando tiene tanto que enseñarles, que compartir con ellos. Por eso, como sociedad, nos guste o no el resultado cinematográfico final, tenemos que agradecerle a Alejandro Amenábar que este mes histórico de septiembre de 2025 sea un mes cervantino, y que se hable sobre Cervantes, incluso en los telediarios, esos espacios que han monopolizado las luchas partidistas de los políticos y que tenemos que reivindicar como voz de la ciudadanía.
En el taller de un creador: de Cervantes a Alejandro Amenábar
En «Cervantes íntimo» rescato una frase de Juan Goytisolo que me parece un buen punto de partida para adentrarnos en el taller de un escritor, de un poeta, de un artista, de un director de cine. Una cita de sus «Crónicas sarracinas» y es la siguiente: «El gran escritor crea a partir de todo: su voracidad insaciable le impulsa al pillaje desenfrenado de librerías, museos, culturas: a penetrar en ellos como en terreno conquistado; a apropiarse sin remordimiento de lo que le interesa y conviene, a fundar en el trasvase, permeabilidad, ósmosis su única e irreductible especificidad». Y más adelante: «No hay así influjos unívocos, ni fuentes exclusivas ni génesis: solo poligénesis, bastardeo, mezcolanza, promiscuidad».
Así le sucede a Miguel de Cervantes y así también a Alejandro Amenábar.
Para construir «El cautivo», Alejandro Amenábar ha tomado como base los propios textos de Cervantes («Historia del cautivo» y «La información de Argel»), algunas obras de la que conocemos como literatura de cautivos, en especial la «Topografía e historia general de Argel», de Antonio de Sosa (aunque se publicó en 1612 con la autoría de Fray Diego de Haedo), donde se describe las costumbres de la ciudad de Argel, algunas biografías y estudios cervantinos, y toda una serie de análisis, nacidos en los años 80 y 90 del siglo XX, donde se analiza la sexualidad cervantina desde una óptica homosexual, destacando el libro de «Un esclavo llamado Cervantes», de Fernando Arrabal, que ha sido leído como una biografía cuando no es más (ni menos) que una más de sus obras de ficción, donde la imaginación se desborda en cada una de sus páginas.
Y con estos mimbres y con la imaginación, y con la propia lógica de una narración que, a medida que se va construyendo, exige cambios y adaptaciones, Alejandro Amenábar ha construido su ficción cinematográfica «El cautivo». Con mucha «poligénesis, bastardeo, mezcolanza y promiscuidad», como se le debe exigir al gran artista que es.
«Muchas personas se han rasgado las vestiduras y escandalizado de oídas»
Y lo ha hecho no para hacer un biopic de la vida de Cervantes, como decía antes, sino para contar una historia, una particular historia donde no se obvia ningún aspecto del Cervantes-hombre, incluida la sexualidad. Una historia que tiene un corazón, que tiene un núcleo central, que no es más que el texto cervantino de «El cautivo», del que nacen todas las líneas narrativas amorosas, con el que se cruza otro núcleo heroico que es la aventura de los intentos de fuga. Una película donde vemos a Cervantes en el proceso de escritura, en el proceso de contar historias, en el proceso de enamoramiento y en el proceso de idear fugas y de defenderse de sus enemigos. Una película compleja que ha bajado a Cervantes del pedestal para colocarlo a la altura de nuestros ojos, y que espero que sirva para que a muchas personas les comience a interesar la figura y la obra de Cervantes.
Como te decía al principio de esta tribuna, lector curioso, que llevo más de diez años haciendo del estudio de la vida de Cervantes parte de mi propia vida. En mi libro «La juventud de Cervantes» (Edadf, 2016) podrás encontrar todo lo que sabemos y no sabemos de la Argel que vivió Cervantes. Y en mi reciente publicación «Cervantes íntimo» (Plaza y Janés, 2025), el análisis de cómo se ha ido construyendo en el tiempo tanto el mito del Cervantes heroico y ejemplar, así como del mito del Cervantes homosexual, para así estar en disposición de acercarnos al Cervantes-hombre, que tuvo una vida plena, aventurera y llena de matices en los conocidos como Siglos de Oro. Aquí tienes la ciencia y la historia, el conocimiento cervantino. Como diría el propio Cervantes, «el historiador ha de escribir, no como debían ser las cosas, sino como fueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna». Y eso es lo que he hecho en estos años y espero seguir haciendo en los próximos como cervantista y como biógrafo de Cervantes.
Y cuando vayas al cine a ver «El cautivo» de Alejandro Amenábar, porque te animo a que seas parte de este momento histórico de ver la primera gran película que se ha hecho sobre nuestro querido Cervantes, lo hagas sabiendo que están viendo una obra de ficción, una creación de un artista que, como también nos recuerda Cervantes, «el poeta puede contar y cantar las cosas, no como fueron, sino como debían ser». Y ese es el territorio del artista Alejandro Amenábar. Y este fue el territorio del poeta y dramaturgo Miguel de Cervantes: ¿O acaso crees que cuando escribió la «Numancia» en el siglo XVI lo hizo para hacer un documental histórico de lo que sucedió en la población celtíbera en el siglo II a.C.?
Y después, al margen de que te guste o no la película (que para gustos, colores), al margen de que te convenzan o no mis argumentos cervantistas en mis libros y en los de otros cervantistas que pueden caer en tus manos, quizás haya llegado el momento de rendirle el mejor homenaje a Cervantes: deja de perder el tiempo rasgándote las vestiduras en las redes sociales o en las barras de los bares, y cumple la promesa que muchas veces te has hecho: abrir las páginas y comenzar a leer el «Quijote», o cualquiera de las obras de Cervantes. Y si te ves con pocas ganas de adentrarte en la riqueza de su lengua original, no te preocupes: cómprate alguna edición moderna del «Quijote», como la de Andrés Trapiello, y a disfrutar, que estamos aquí dos días, y no nos los vamos a perder en falsas polémicas cuando podemos disfrutar de verdaderas obras maestras.
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