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Pilar Adón, Premio Nacional de Narrativa: "Llevo toda la vida leyendo a mujeres"

El jurado ha destacado sobre la obra galardonada «De bestias y aves», de la escritora y traductora madrileña «su gran originalidad, belleza y riqueza poética»
La escritora Pilar Adón, además de en la prosa, se ha prodigado con soltura y reconocimiento en la poesía
La escritora Pilar Adón, además de en la prosa, se ha prodigado con soltura y reconocimiento en la poesíaAsis Ayerbe
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Siendo apenas una niña, con el estallido de los días azules contorneando las siluetas de sus pueriles sueños, Pilar Adón se encaramaba a la pequeña biblioteca que tenía su madre en casa y devoraba las historias de las hermanas Brontë o de Virginia Woolf, con independencia de si la profundidad de los textos de estas autoras era enteramente asimilada a una edad tan temprana. «Llevo toda la vida leyendo a mujeres», reconoce. Han pasado los años, ha mudado el escenario, han corrido los libros, han caído las hojas, las presencias, los espejos y la biblioteca ha conseguido ensancharse. Ahora Pilar ya no mira extasiada las obras de escritoras reconocidas, a pesar de que sigue leyéndolas con pasión, sino que obtiene galardones por la creación de las suyas propias y atiende por teléfono a LA RAZÓN con el entusiasmo todavía instalado en la garganta después de recibir el Premio Nacional de Narrativa por su novela «De bestias y aves» (Galaxia Gutenberg).
«La verdad es que estoy muy contenta. Ya han pasado unas horas desde que me han comunicado la noticia, pero sigo con una sensación abrumadora si te digo la verdad. Al final mis herramientas de trabajo son las palabras y es como si me hubiera quedado sin ellas, creo que no soy capaz de decir otra cosa más que gracias. Es una impresión muy grande la que he sentido y más por la propia novela. Estoy muy emocionada», admite con un tono de agradecimiento tan sincero que parecemos nosotros los encargados de habérselo otorgado.
La obra, de la que el jurado ha subrayado su « gran originalidad, belleza, riqueza poética y fuerza del lenguaje» así como «un estilo impecable que por momentos roza el lirismo, logra sumergir a quien lee en una atmósfera perturbadora, asfixiante y de apariencia onírica», venía precedida de un ramillete de reconocimientos ya que contaba con los galardones anteriores del Premio de la Crítica, el Premio Francisco Umbral al Libro del Año y el Premio Cálamo Otra Mirada. Una casa llamada Betania –que alude simbólicamente al lugar donde Jesús resucitó a Lázaro– abrazada por un rincón de tierra, un pellizco de naturaleza salvaje, de agua y árboles constituye la escenografía principal de un enclave aislado al que va a parar una mujer, Coro, que ha conducido durante horas en plena noche para llegar a un lugar desconocido en el que no quiere estar a pesar de que tal vez sea, como le dicen sin que llegue a creérselo las mujeres que la habitan, el espacio en el que descubra por fin lo que significa formar parte de algo.
La arquitectura triunfal del relato alude a varios elementos primordiales que podrían parecer estar de moda en el circuito de la narrativa española contemporánea pero a los que la autora resta espesor definiéndolos de la siguiente manera: «Cuando pienso en la universalidad de la historia, me voy a conceptos como la pertenencia: todos necesitamos pensar que hay un lugar al que podemos llamar hogar, en el que nos sentimos reconocidos y podemos experimentar la calidez del espacio y de quienes están dentro. También están los grandes temas que me agarran, a los que me entrego y que siempre trato, sea a través de la prosa, la poesía, el relato o la novela como la huida o el aislamiento».
Pero también el duelo. «El intento de superarlo y una sensación que puede sonar algo extraña pero que para mí es esencial y que tiene que ver con la presencia en la ausencia, con cómo sientes que están presentes seres que ya no están. El libro está dedicado a mi padre, que ya no está conmigo y que además se me fue cuando estaba escribiendo precisamente «De bestias y aves». Por eso es tan personal y tan importante todo esto para mí», reconoce. «Me interesa observar y mostrar a través de la escritura cómo somos capaces de mantener nuestras señas de identidad, nuestros propios criterios como individuos, nuestra manera de ver el mundo frente a la inevitable y omnipresente presión de grupo», añade sobre la importancia de la relación entre el individuo y el grupo en los ejes que vertebran su escritura.
Y las mujeres. Las mujeres como camino conscientemente recorrido, como sendero perpetuo de exploración, como referencia natural y especular continua. «Todos los personajes principales de mis novelas siempre han sido mujeres. Hace muchos años, curiosamente, publiqué un libro de relatos que se titulaba ‘‘Viajes inocentes’’ y recuerdo que en una entrevista el periodista en cuestión me preguntó que por qué todos los personajes de aquellos cuentos eran mujeres y yo no me había dado cuenta de que esto constituía algo a destacar. Me parecía algo natural y absolutamente lógico para mí hablar de mujeres. A partir de ahí fue cuando tomé consciencia de que era un hecho. Antes que escritora me considero lectora y mis referentes siempre han sido femeninos». Admite Adón, a modo de despedida, que la soledad voluntaria del escritor siempre necesita suplirse con el abrazo colectivo de los lectores. Pero qué largo, intenso y merecido ha resultado esta vez el de la crítica. "Hay una frase de la escritora estadounidense Joy Williams que decía que el escritor era ese "ser eternamente contradictorio". Por un lado somos grandes solitarios al tiempo que grandes exhibicionistas", remata.