El posible cierre de una librería sevillana simboliza la crisis del sector
La existencia Verbo, que se ubica en el centenario Teatro Imperial, peligra por la falta de ayudas y suministros
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En pleno centro de Sevilla, cruzar sus puertas suponía una experiencia. Verbo no es una librería al uso ("es", porque todavía, afortunadamente, es). Ante un telón siempre abierto, se extienden hileras de estanterías repletas de libros, expandidas por el espacio y que actúan como espectadores a punto de descubrir nuevas historias y mundos sobre el escenario. La de Verbo es una librería con encanto. De esas que acogen y envuelven, que nos conquistan cuando aparecen en las películas y que, no obstante, no visitamos lo suficiente. Por ello peligra su existencia, un cierre inminente que simboliza la gran crisis que atraviesa el sector, y que no ha pasado desapercibido ya no solo en la localidad andaluza, sino a nivel nacional.
En 2015 abrió la emblemática librería Verbo en la calle Sierpes de Sevilla. Se inauguró en un teatro centenario, el Imperial, siendo el patio de butacas y el propio escenario los espacios donde se colocan los libros a la venta. Este teatro fue inaugurado en 1906, y acogió numerosos espectáculos de zarzuela, así como obras de los hermanos Álvarez Quintero. A principios de los 2000, se instaló en este espacio la librería Beta, que permaneció inamovible durante una década. Fue en 2017 cuando aterrizó Verbo, continuando con el encanto de su antecesora, y promoviendo de nuevo la lectura y lo cultural. No obstante, parece que ya no hay librería que resista a la crisis que atraviesa, principalmente, el lector hispalense.
Verbo intenta sobrevivir en medio de una crisis que ha obligado a cerrar en la ciudad varias librerías en los últimos años, aunque otras como Fran Nuño, de 10 metros cuadrados, todavía aguantan. Y es que puede que la capital andaluza no se pueda permitir el lujo de perder más librerías, tras cerrar en 2023 El gusanito lector, Caótica o Isla de Papel, pero debe ser por sus dimensiones, casi 1.000 metros cuadrados, o por ocupar todo un teatro, desde sus taquillas al escenario, que el anuncio de la crisis de esta librería ha resonado con más fuerza que los cierres de otras empresas que se dedican a lo mismo. Con esto, Verbo ha publicado un comunicado en sus redes sociales en el que agradece a los clientes y ciudadanos en general “las muestras de apoyo que están recibiendo” y confía en no formar parte de la historia negra de una ciudad sin librerías, algo que más de 700.000 personas no deberían permitirse a sí mismas. Asimismo, en dicho comunicado puntualiza que no hay un cierre definitivo: "A pesar de la innegable situación delicada de la entidad, a fecha del presente comunicado -el 11 de enero-, no se ha decidido el cierre de dicha librería en un entorno cultural único en nuestra ciudad, dado que estamos buscando alternativas que resulten viables a la continuidad".
Pero, ¿por qué puede cerrar sus puertas esta librería, y a medio minuto a pie sobrevive otro gigante, como Casa del Libro, con nada menos que cuatro plantas? La respuesta a esa pregunta intenta encontrarla Ricardo Carneado, uno de los socios de Verbo, que habla con EFE en mitad de demasiadas estanterías vacías, y lamentando que no están teniendo todas las ayudas que ahora mismo necesitan de editoriales y distribuidoras, al fin y al cabo las grandes beneficiadas de su trabajo. “Estamos buscando soluciones por todos lados, tanto desde el punto de vista de colaboraciones con empresas privadas como con buscarle soluciones a esas deudas” que se han contraído y que ponen en riesgo la estructura de la empresa, aunque, dentro de la prudencia, lamenta que “ha habido poca ayuda de las editoriales a la hora de poder buscarle soluciones y no llegar al corte del suministro”.
En esencia, necesitan contar con libros en sus estanterías y liquidar con editoriales y distribuidoras según se vayan vendiendo. Es la pescadilla que se muerde la cola, porque sin libros no hay dinero, pero sin dinero no hay libros, “y te resulta imposible volver otra vez a intentar darle soluciones a las tesituras económicas” que se van dando durante el año. Además, el local es alquilado, aunque Carneado explica que ese es el menor de los problemas que tienen, porque la propiedad les está echando una mano mientras despeja la tormenta, y, sin dar muchos detalles, dice que no paran de hacer gestiones y agradecen la ayuda moral, porque otra no pueden tener, que les están dando desde el Ayuntamiento.
Nuño podría ser la librería más pequeña de la ciudad, y tiene en su mostrador un cartel que agradece la fidelidad del público para haber cumplido 25 años de vida en su local de la calle San Luis, a tiro de piedra de la Basílica de la Macarena. Su gerente es Fran Nuño, que abrió inicialmente en el barrio de Triana, pero no había cumplido un año de vida empresarial cuando llegó al casco antiguo. Compró el local, de modo que el alquiler no le quita el sueño, y cuenta, además con la ventaja de ser escritor y participar en muchas actividades, de modo que “saco la librería a la calle, y atraigo a gente al local”, con lo que “si saben que tengo este negocio, muchas veces hacen compras en él quienes me convocan para acudir a sus citas con mis libros”.
Nuño cree que, para las librerías pequeñas, la pandemia marcó un antes y un después, porque se comenzó a leer más “al tener más tiempo libre”, y “los que ya eran lectores de por sí leyeron más todavía”, para crearse, incluso una conciencia de apoyo al pequeño negocio. Este librero asegura que, en una ciudad que ha perdido nueve librerías en un año, vende más libros que en 2019 “porque la cifra se ha estabilizado y los lectores siguen apostando muchos de ellos por las pequeñas librerías”, incluso por encima de gigantes de compras a través de internet.