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Que cante el mariachi

Todavía con el buen regusto de «El tratamiento» en la boca, Pablo Remón presenta en los Teatros del Canal una obra esperpéntica con la corrupción política de fondo

Israel Elejalde (en la imagen) protagoniza «Los mariachis» junto a Luis Bermejo, Emilio Tomé y Francisco Reyes / Flora González Villanueva
Israel Elejalde (en la imagen) protagoniza «Los mariachis» junto a Luis Bermejo, Emilio Tomé y Francisco Reyes / Flora González Villanuevalarazon

Todavía con el buen regusto de «El tratamiento» en la boca, Pablo Remón presenta en los Teatros del Canal una obra esperpéntica con la corrupción política de fondo.

Pablo Remón vuelve a la carga. Aún con los ecos de su exitosa obra «El tratamiento» resonando en los mentideros teatrales de Madrid y con la gira todavía inconclusa de la no menos aplaudida «Barbados, etcétera», estrenada el año pasado, el dramaturgo y director presenta ahora «Los mariachis», un texto que curiosamente se fue gestando a la vez que los dos mencionados. «No fue una locura excesiva porque mi propia manera de escribir ya es bastante caótica. Yo escribo, escribo, escribo y luego reordeno. Incluso hay cosas que me las llevo de una obra a otra. Pero lo que sí hice desde el primer momento es planificar tres obras muy distintas: por la forma, por el contenido y por el lugar en el que se iban a representar», explica Remón.

La corrupción política es el tema de fondo en esta nueva función que promete, como todas las suyas, mucha risa y también mucha reflexión sobre algunos asuntos que nos tocan muy de cerca; una obra «esperpéntica», según su director, que «recuerda en algunos aspectos a Berlanga o a Buñuel». Israel Elejalde interpreta a Germán, un político corrupto y acabado que está esperando a ser juzgado con muy pocas esperanzas de salir absuelto. En esa tesitura –aquí empieza el surrealismo característico del autor– se le aparece nada menos que san Pascual Bailón, el patrón de su pueblo, para pedirle que lo saque en procesión. Obedeciendo al santo para cumplir penitencia, el protagonista emprende un viaje hasta la localidad de la meseta que lo vio nacer –no se cita el nombre del pueblo– para reencontrarse con su familia y con su pasado. «Lo he localizado en un lugar que puede ser Castilla, o cierta parte de Teruel... El sitio concreto es lo de menos. Pero se trata de una zona muy muy particular, casi desértica, que yo conozco bien porque mi familia es de por allí, de un pueblo de Zaragoza pegado a Soria. Yo guardo muchos recuerdos de ese paisaje; siempre me ha parecido muy mágico y muy inspirador», dice el director.

La acción principal de la obra se desarrolla en una especie de cocina-sala de estar de una casa en un pueblo casi vacío, de esos que antaño amanecían con el murmullo de gentes trajinando y que hoy han quedado sumidos en el silencio de un puñado de vecinos dispersos. «Durante toda la obra hay un contraste muy claro entre dos mundos –cuenta Remón–: el del campo, que es el lugar de origen al que regresa el protagonista, y el de la ciudad, que es donde prosperó y ganó dinero de forma, a veces, no muy lícita. El argumento, como suele ocurrir en mis obras, está muy fragmentado; hay continuos saltos y «flashbacks» para alternar esos dos planos. Es una historia quizá sencilla, pero está contada de manera algo rota». Lo que no hay en «Los mariachis», según su director, es ese propósito de contraponer un mundo horrible, el de la ciudad, al supuesto edén que sería el campo; más bien, lo que subyace es la idea de que estos lodos vienen de aquellos polvos: «Aquí el pueblo representa lo atávico; todo aquello que el personaje no puede dejar atrás. Yo creo que hemos vivido en 50 años una transformación brutal. Una parte de familia es de agricultores, y yo llegué a conocer ese mundo rural que era casi medieval. Y, de repente, en unos años todo cambió de manera radical. Nos creíamos que éramos algo. Y a mí me da la sensación de que toda la crisis moral que ahora vemos tiene mucho que ver con nuestras raíces. Hay mucho de picaresca ancestral, me temo. En la obra vemos que los personajes del pueblo se comportan igual que los de la ciudad; a otro nivel, claro, pero son igual de corruptos».

Sin referencias concretas

Para acompañar a Israel Elejalde en el reparto de «Los mariachis», Remón ha contado con otro actor de reconocida trayectoria, como es Luis Bermejo, y con dos de los habituales en sus producciones: Emilio Tomé y Francisco Reyes. Cada uno de estos tres da vida a dos personajes –uno del pueblo y otro de la ciudad– relacionados con la vida de Germán. Sin referencias a personas concretas de nuestro panorama político, aunque sí influido por algunos casos como el de Blesa, Remón ha tratado, según explica, de hablar del ascenso y la ulterior caída de quienes creían haber encontrado sitio en el círculo de los poderosos, «sin juzgar a nadie, sino tratando de ver más bien qué hay de mí, o de todos nosotros, en ellos».

Aunque el título de la obra puede inducir a error, así como el hermoso bigote que luce Israel Elejalde, la palabra «mariachi» no tiene aquí nada que ver con la música popular mexicana, sino con el nombre que se da en el argot financiero a los testaferros necesarios para montar una sicav (sociedad de inversión de capital variable), una polémica herramienta que ha sido utilizada en muchos casos para evadir impuestos.