«Qué fue de Brad»: No quiero esta vida

No puedes dormir y la cabeza, irremediablemente, te da más vueltas que una lavadora, como le sucede a Brad, el tipo de la fotografía, que intenta hablar con su somnolienta pareja mientras piensa que el futuro que soñó no le ha dado lo que suponía a pesar de tener una buena carrera profesional y una familia que lo quiere, pero Brad está obsesionado con la suerte de sus antiguos amigos del instituto, quienes han conseguido hacerse millonarios y triunfar y vivir en unas eternas vacaciones y tener mujeres muy guapas alrededor siempre. Durante un viaje escolar a la Costa Este con su hijo para conocer las universidades a las que el joven puede acceder, el protagonista decide plantar cara a esos miedos e inseguridades, a esa envidia y vacío agudos que le taladran el espíritu. Da igual que sea tomando una copa con una idealista jovencita que le recuerda quién fue un día, hace ya muchos años, o poniendo verde a un afamado y repelente escritor. Un excelente Ben Stiller encarna a este hombre de mediana edad en plena crisis, a este eterno insatisfecho para quien lo que ve es lo que existe, aunque en ocasiones las brillantes capas puedan esconder un rosario de miserias. Cinta tragicómica de ritmo desacompasado, el filme sube enteros cuando Brad y su muchacho intentan comprenderse mejor, durante aquellas escenas que ambos comparten, al principio, con la incomodidad de casi dos queridos extraños. Quizá nada cambie o quizá nada vuelva a ser lo mismo para Brad, pero de algo está seguro: «Aún estamos vivos», o sea, todavía podemos luchar.

Los esfuerzos, que ya ven sus frutos, de Ben Stiller por convertirse en un buen actor dramático

Que la continua insatisfacción del protagonista puede en ocasiones resultar cargante