
Sección patrocinada por 

cultura
¿Qué fue del "indie”? De filosofía a etiqueta de marketing
Mientras se celebran los aniversarios de los discos señeros del género en España, el nombre de aquel movimiento ha sido transformado en reclamo comercial

Hace más de tres décadas que la palabra aparece constantemente. El término «indie» llegó a España a principios de los 90 como una especie de categoría extraña que agrupaba a una serie de grupos de música que tenían más características divergentes que comunes, pero a los que unía una misma actitud ante la creación artística. Llegó importado de la escena británica y fertilizó en nuestro país produciendo por esporas una serie de frutos raros, de escaso éxito, más grupos vencidos que ganadores. Fue, colectivamente, una pequeña desilusión. Pero no del todo. El término caló en las siguientes generaciones y se filtró en el sustrato de la escena nacional. Hacía falta un barbecho durante los años del cambio de siglo y la crisis de la industria discográfica para que resucitase la etiqueta, aplicada a nuevos grupos que surgían sin el apoyo de las grandes compañías, en plena reconversión industrial y debacle frente a la «piratería». La denominación mantenía el prestigio incólume del fracaso y era perfecta para ser capitalizada. En el filo de la primera década del siglo, la etiqueta era omnipresente, tanto, que estaba a punto de perder su significado, algo que ha sucedido por completo en 2024, cuando, por cierto, Los Planetas celebran el sonadísimo 30 aniversario de «Super 8», Surfin Bichos soplan 35 velas por «La Luz de tus Entrañas» y han publicado nuevos trabajos Pauline en la Playao La Habitación Roja. Pero, ¿qué queda del «indie»? ¿Existió acaso alguna vez? ¿Sabemos de qué hablamos cuando usamos la palabra «indie»?
«Se ha pervertido»
Fernando Alfaro arrancó en 1988 un proyecto suicida llamado Surfin’ Bichos desde la periférica Albacete. «Por entonces, ni siquiera se llamaba ‘‘indie’’. En realidad, para mí, había una primera oleada con esa denominación que eran los disidentes de una Movida que ya no arriesgaba nada. Hablo de grupos como Aviador Dro, Glutamato Ye-yé, Parálisis Permanente... que eran los coetáneos del ‘‘indie’’ británico, de donde viene el término. La segunda ola eran grupos que brotamos como setas, como Cancer Moon, Los Bichos, Las Aventuras de Kirlian, nosotros mismos y otros que se me olvidan, que formaban una escena de garage y psicodelia que ni siquiera se llamaba ‘‘indie’’, sino ‘‘noise pop’’, y así fue hasta más adelante», dice en declaraciones a este periódico. Los Surfin tenían una postura radical. «Por supuesto. En cuanto a vivencia personal, a compromiso con tu propia obra, éramos radicales. Decidimos qué teníamos que decir y lo llevamos al extremo. Y esa ha sido la óptica que siempre hemos tenido, como una especie de fe, de ética, de compromiso. Pero eso ya no existe en nada de lo que se denomina como ‘‘indie’’, todo se ha pervertido», dice Alfaro.
Mar Álvarez fundó, junto a su hermana Alicia y otras tres mujeres, Undershakers en 1994, un grupo de influencia anglosajona y, tres años después, formaron Pauline en la Playa, de estilo diametralmente opuesto. Ambos estaban editados por Subterfuge, sello militante independiente. «La filosofía con la que arrancamos hace treinta años es la misma que mantenemos hoy, la de hacer canciones por necesidades expresivas y artísticas, que atienden al objetivo de la pura creación sin un propósito comercial más allá que el de la subsistencia, claro, de poder vivir de lo que haces», dice Mar a este periódico. «Lo que importa son las razones por las que haces las cosas. Esa es una postura filosófica, de cómo entiendes el arte, una autogestión –Pauline en la Playa autoeditan hoy sus trabajos– que se convierte en posición política también. Otra cosa es que ahora se aplica ‘‘indie’’ a todo, como una forma de etiqueta para vender y que hasta ha devenido en que todos los grupos suenen igual». «Ahora el ‘‘indie’’ se ha pervertido o incluso prostituido completamente –dice Fernando Alfaro-. Sigue siendo una etiqueta infalible, todo el mundo lo quiere ser. Los grupos de festivales, que es la nueva radiofórmula, que podría llamarse festivalfórmula, están encantados con esa etiqueta. Pero ha sucedido siempre con los movimientos culturales, que se asimilan con las triquiñuelas del mercado, se convierten en lo ‘‘cool’’».
Sobre el devenir semántico del término ha publicado un enjundioso ensayo José Olmo Cano («Indie. La construcción de un no-género musical», Berenice): «Empecé a sospechar cuando se aplicaba el apelativo a todo tipo de música: indiefolk, indietrónica... ya cabía todo, incluso los grupos que publicaban en las multinacionales y se convierte en sinónimo de lo popular. Así que fui desmintiendo punto por punto las otras características que se le asocian a la etiqueta». En su ensayo, Olmo niega la propia carta de identidad del estilo: «Si lo entendemos como apócope de independiente, sí. Hubo una escena de compañías independientes y la hay, pero si vamos más allá, entramos en conceptos contradictorios. Porque si hablamos de actitud, por ejemplo, son distintas entre los grupos. Y como género musical no se puede entender, porque no tiene unas características concretas. Esos grupos llamados “indies’’ no tienen unas características definitorias de que los identifiquen. Desde parámetros musicales, es difícil de hacerlo encajar», explica. «Cuando explotó el tema del indie entre 2011 y 2015 y estaba el movimiento hipster que se hizo tan mediático, tan popular. Ellos eran los abanderados de lo desconocido, lo minoritario y eso marcaba la gran distinción. Eran gente ávida de productos culturales y descubridores de tendencias. Y el público indie tenía ese afán por el producto minoritario y subrayar esa condición inconformista», dice el autor. Para Olmo, la etiqueta en esa época de auge «se sustenta en el valor de la “autenticidad”, en que si está “al margen del mercado” tiene el prestigio que no tienen la cultura de masas y “los grupos para vender”. Pero se aplica incluso a los grupos que se hacen para vender y sonar en festivales», explica el autor. Todos queremos sentirnos únicos, especiales, que vamos a contracorriente y no con la masa. El eslogan quintaesencial de la publicidad moderna.
«Postureo»
Durante la segunda década del presente siglo, la palabra «indie» se convirtió en una forma de autoprestigio, de superioridad cultural e intelectual, acentuando la eterna distinción entre lo comercial y lo auténtico aunque en realidad los productos que abanderaban lo supuestamente «indie» eran tan comerciales como el que más. «Después de investigarlo mucho, he llegado a la conclusión de que no es más que un reclamo de venta, un eslogan atractivo para un determinado segmento de la población que busca diferenciarse», dice Olmo. Como decía Nacho Vegas en una entrevista con este periódico en 2022, «el indie se prostituyó y ya no significa nada, es postureo». Y, sin embargo, algo hubo, en algún momento, que trató de que las cosas se hicieran de forma diferente.
Si es que alguna vez existió...
►El debate está vivo aunque parezca mentira. En algunos foros se publican diatribas en contra de que se considere «indie» a tal o cual banda. «Yo también me lo pregunto –dice Olmo–. Grupos como Love Of Lesbian, Arde Bogotá, Supersubmarina, Viva Suecia... tratan de ser encajados en la categoría pero es una mera excusa comercial. Cada verano ves festivales que enarbolan la bandera del ‘‘indie’’ y los medios destacan la palabra indie porque es también una forma de Seo. Se ha convertido en una palabra jugosa si aparece en la URL de una noticia», dice Olmo, que trabajó durante años en la extinta web El Quinto Beatle. Ni siquiera Vetusta Morla (que tienen un contrato de distribución con Sony) encajarían en la norma de independencia, algo que le pasaría también a Sonido Muchacho, que comparte con Universal medios de promoción y de distribución. ¿Podemos dar por muerto al «indie»? «Sí, si es que alguna vez existió».
✕
Accede a tu cuenta para comentar