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Contracultura
Por qué los hombres son más de derechas: "¡Es el feminismo, idiotas!"
Los últimos estudios, especialmente los del CIS, reflejan una tendencia conservadora en los hombres y los jóvenes, frente a la mujer, que se inclina cada vez más por el progresismo
Muy lejos quedan aquellos tiempos republicanos en los que la socialista Victoria Kent era partidaria de que la mujer no votase, frente al alegato a favor del sufragio femenino de Clara Campoamor, porque decía la malagueña que el voto de la fémina, conservador, estaba influenciado por el cura y el marido.
Parece, sin embargo, que ha vuelto aquel programa de lucha de sexos emitido a comienzos de los 2000: «Furor» Pero en esta ocasión no serían «minipuntos» lo que separaría al equipo de las chicas del de los chicos, sino puntazos. Y es que la brecha de género en lo que al voto en las elecciones en nuestro país se refiere se abre como una falla durante un sismo. Una polarización ideológico-sexual, si se permite tal copulativa, que se amplía más en las nuevas generaciones.
Según el CIS, el 71% de los votantes del partido de Alvise en las pasadas elecciones europeas fueron varones, al igual que el 66% de los electores de Vox. Además, la mitad de los votantes hombres menores de 24 años apostó por Se Acabó la Fiesta o Vox en dichos comicios comunitarios. Por su parte, los partidos más votados por mujeres fueron PSOE y Podemos: ambos con un 63% de sufragio femenino.
Si retrocedemos hasta las elecciones generales del verano de 2023, siguiendo también al CIS, el partido liderado por Santiago Abascal recibió aproximadamente el doble de apoyo masculino que femenino. La suma de PP y Vox se saldó con 7 puntos por encima en confianza del hombre respecto a la de la mujer.
Sin salir de la encuestadora estatal, un estudio relativamente reciente recoge que el 44% de los hombres considera que se ha ido demasiado lejos en políticas de igualdad; un dato que asciende hasta el 52% entre los varones con una edad comprendida entre los 16 y los 24 años. Es decir, más de la mitad de los hombres jóvenes en España se sienten discriminados por el feminismo. Algo que, no sin razón, apoya el periodista cultural Víctor Lenore: «Me parece saludable que los chavales se planten y digan que hasta aquí hemos llegado. No es normal crecer en un ambiente tóxico que te acusa todo el rato de ‘señoro’, ‘machirulo’ y ‘básico’».
Los datos son elocuentes, hablan por sí solos. Pero habrá que interpretarlos. Digo yo.
¡Es el feminismo, idiotas!
Podríamos hablar de la economía, de la formación, de la inmigración, del cambio climático, de los derechos LGTBI..., del autoritarismo, y si me apuran de Taylor Swift y de Mbappé; pero no creo que nada de esto nos lleve a una respuesta de por qué hoy los hombres votan conservador y las mujeres, progresista; y por qué los jóvenes son cada vez más de derechas, si es que así fuera.
«El gobierno, la profesora y su compañera de clase se ponen el lazo morado. Esto implica que se vea al feminismo como un instrumento del establishment que coarta su comportamiento, y que dificulta la interacción con el otro sexo». Pablo Simón, que además de politólogo es romancero en Cádiz, explica aquí a la perfección el origen del problema. Es purito principio de Arquímedes, contra mayor fuerza apliquemos para hundir la pelotita en el agua, con más furia rebotará.
Opina la escritora Ángela Vallvey, autora de «Cuentos para dormir más y mejor» (Arazlia Ed.), que este bibloquismo «tiene sin duda que ver con el avance del feminismo en los últimos tiempos. Las mujeres han dado un paso adelante en cuestión fundamentalmente de derechos sexuales, y eso ha inhibido a los varones, que están atravesando una crisis de masculinidad y se refugian en valores conservadores para preservar su identidad, que consideran en riesgo».
El columnista José Peláez, agudo como siempre, encuentra el desencadenante de esta brecha en las políticas de Igualdad: «Si les importara la igualdad lo más mínimo habría miles de mujeres a las puertas de los juzgados apoyando a los hombres que quieren la custodia compartida o exclusiva de sus hijos. La izquierda enmascara bajo el nombre de igualdad un lobby a favor de la mitad de la población y en contra de la otra media».
Mientras queJorge Vilches, firma habitual en esta casa, es claro, rotundo, sobre los porqués de los posicionamientos más progresistas de la mujer: «Las mujeres son más feministas porque la legislación, los medios y la cultura exalta lo femenino y las prioriza en detrimento de los hombres por un simple azar biológico. Hoy, la moda es ser mujer y lo casposo ser hombre. Sería estúpido que las mujeres fueran contra una legislación y una tendencia mediática y cultural que les da una ventaja sobre los hombres».
«Se debe a una percepción de riesgo de retroceso. Las nuevas generaciones de mujeres han tomado conciencia de que los derechos adquiridos y los avances en materia de igualdad no están consolidados y hay partidos que suponen un amenaza para los mismos, y cuya amenaza perceptible moviliza hacia aquellas opciones políticas que sea susceptibles de frenarlas». Quien esto afirma desde la otra orilla es Ainhoa Martínez, periodista en la sección de Nacional en LA RAZÓN.
Franco es contracultural, lo LGTBIQ+ es hegemónico
Sostiene Peláez que todos los jóvenes en general «son más conservadores, tanto hombres como mujeres. Pero lo hacen como contraposición a lo que les han vendido como progresismo, que se ha convertido en un cúmulo de tonterías muy alejadas del sentido del progreso». Lenore habla de un proceso largo, que abarca desde mayo del 68 «hasta el feminismo dominante actual que abrazan desde la UE hasta Netflix». Aunque cree que «el progresismo tiene aquí la batalla cultural perdida: en el futuro habrá cada vez más Roros y menos Irantzus Varelas. Y eso será el triunfo de la inteligencia natural de las mujeres».
Santi Gigliotti, que es un plumilla del ABC de Sevilla insultantemente joven, percibe que «la rebeldía ha cambiado de bando, que hoy lo rompedor, lo incorrecto y lo punki es ser conservador. Y de esto, tiene mucha culpa la izquierdona, que es esa progresía mandona y hegemónica que nos dice que lo blanco es tutifruti y lo negro es morado. Que no ha sabido asentar su éxito y se ha pasado de frenada dejando la razón a un lado y otorgándole campo libre a movimientos de extrema derecha para que campen a sus anchas y vayan metiendo postulados reaccionarios y muy peligrosos en una juventud que le busca respuestas fáciles a problemas difíciles».
«Que exista un porcentaje tan elevado de hombres que opinen de ese modome parece un grave problema, sobre todo porque aún falta mucho camino por recorrer para alcanzar la igualdad real», opina Ainhoa Martínez en consonancia con Ángela Vallvey: «La opinión de que las políticas de igualdad han llegado muy lejos demuestra que hay una insatisfacción en la parte masculina de la sociedad que no asimila la descompensación que cree que se producen en asuntos tan sensibles como la violación». Y remacha: «La confusión está servida».
Hijo de Granada y del año 2000 es Carlos Padilla, periodista: «Entiendo que ahora vivimos un momento donde hay una parte de los hombres que ven en los conservador algo más punk, más libre y contracultural, y les mola estar en ese lado. Y bien es cierto que en muchas mujeres ha calado un discurso en ver en un barbilampiño de Vox a alguien conservador. ‘No, mujer, ese se ha hecho de Vox como el que se apunta al gimnasio, para ligar o por el estilo’».
Como ven, las opiniones profesionales parece que también va por género. «Furor, Furor, na, na, na, na, na, na, na, ¡Furooor!»
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