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Historia

Qué nos enseña la historia sobre nuestro cambio climático

El historiador José Soto Chica y el paleoclimatólogo Francisco J. Jiménez analizan en un libro cómo el clima ha hundido culturas y favorecido imperios, y, sobre todo, qué lecciones debemos extraer ante el reto que supone

Coronas votivas visigodas en el Museo Arqueológico Nacional (MAN), de Madrid.
Los visigodos afrontaron hambrunas debido a una fuerte sequía David JarLa Razón

«A veces nos olvidamos de que el clima es un actor más de la historia». El historiador José Soto Chica, autor de «Imperios y bárbaros» y «Los visigodos», ha aunado fuerzas con Francisco J. Jiménez Espejo, uno de los grandes especialistas en paleoclima, y juntos han publicado «El Dios incomprendido» (Desperta Ferro), una obra ambiciosa que estudia la incidencia que el tiempo ha tenido en las culturas y cómo su impacto ha hundido civilizaciones o favorecido la difusión de imperios. «Ya en el siglo XIV, Ibn Jaldún aseguraba que el clima y la geografía deciden el devenir de los pueblos. Cuando leía fuentes sobre el reino visigodo y reparaba en sus descripciones, muchos me aseguraban que eran construcciones apocalípticas, pero cuando acudes a los paleoclimatólogos entiendes que sus conclusiones corresponden con lo que lees en los documentos. Esos textos cuentan la realidad, no están reescribiendo la historia desde construcciones religiosas o exageraciones: había hambre, la gente moría y hubo pestes».

«Los godos explican todo lo que no se debe hacer en un cambio climático.

José Soto Chica

Su compañero en esta aventura intelectual recuerda que los hombres siempre han creído que podían influir en el clima erigiendo templos, elevando plegarias o celebrando ritos. Una conducta que delata la importancia que siempre ha tenido el tiempo sobre nuestro destino. «No todo en la historia se explica con el clima, pero cuando se produce un cambio climático y observas las sociedades y los imperios, reparas enseguida que siempre existe una respuesta, una adaptación, un cambio económico o tecnológico. Si no se entienden los cambios climáticos, no entiendes lo que pasaba. Falta una pieza del rompecabezas». Soto Chica recuerda que la erupción de un volcán en Islandia antes de la Revolución Francesa arruinó las cosechas y eso desencadenó «el descontento de los campesinos y creó las condiciones para la Revolución Francesa. No la determinó, pero la facilitó». Jiménez Espejo suma una anécdota: «Si miras al pasado, te das cuenta de que muchas revoluciones se desencadenan después de malas cosechas».

«Nuestros políticos no están preparados para afrontar el cambio climático»

José Soto Chica

Este volumen explica la caída de los hititas, el porqué del auge de la cultura de las praderas en Norteamérica o por qué se extendió el Islam. «Se redujo aún más el agua y eso favoreció el nacimiento del Islam. Ves cómo los pastores cambian y se convierten en conquistadores. No les queda otra opción. A la vez, el norte de África colapsa y en Hispania cae la temperatura, hace más frío y esto provoca crisis y divisiones políticas. Los godos explican todo lo que no se debe hacer en un cambio climático. Este factor se convierte, en el caso de los árabes, en algo positivo y en un detonante. El colapso de los godos es no poder afrontar esta modificación del clima».

«La historia nos dice que los cambios climáticos provocan migraciones, divisiones políticas y estrés social»

A lo largo de esta obra asoman los neandertales, culturas antiguas de la Península Ibérica o la crisis del antiguo Egipto, cuando la tierra que rodeaba a las pirámides aún no era un desierto, sino una sabana, y el río Nilo disponía de ocho brazos y no solo uno. Pero lo más importante de este libro es que estos ejemplos arrojan luz sobre lo que hoy debemos hacer y lo que sucede en una civilización cuando es golpeada por un cambio del clima: «Provoca procesos migratorios, divisiones políticas y estrés social. En el caso de Egipto, presenciamos cómo un mal gobierno puede ser fatal, pero también que uno concienciado, por dura que sea la crisis, puede salir adelante, como ocurrió con Justiniano, que vio su reinado afectado por explosiones volcánicas que destruyeron las cosechas y que el hambre desencadenó una peste. Esta crisis se llevó por delante a un tercio de la humanidad, pero Justiniano sale de este bache aplicando solidaridad a las regiones más afectadas, trayendo trigo de Egipto y acudiendo a soluciones reales, como la construcción de infraestructuras hidráulicas». Para Soto Chica la consecuencia es evidente: «Es capaz de adaptar la economía a la nueva situación y encajar el golpe, con decisiones racionales».

¿Y hoy?

La gran pregunta suspendida en el aire es qué va a pasar en el futuro. Para Jiménez Espejo, «el cambio climático va a tener efecto distinto en cada región. En un lugar lloverá más, en otro habrá sequías y en otra parte veremos inundaciones. Si se sigue calentando el Mediterráneo, se originarán las condiciones propicias para que las danas sean cada vez más frecuentes. Andalucía tendrá el mismo clima que Marrakech, la aridez irá creciendo y cada región deberá adaptarse».

Soto Chica comenta que este libro «da ejemplos de lo que se debe y no se debe hacer en estas circunstancias. Pero me temo que nuestras clases políticas no están preparadas para gestionar un cambio climático como el actual. No vamos a ponernos de acuerdo para detener las causas. Va a ser un fracaso. Poner de acuerdo a Estados Unidos, Pekín o Brasil no va a ser posible». Jiménez Espejo concluye que «lo ético sería mantener los parámetros climáticos dentro de los valores que conocemos, porque si cambias la energía y el CO2 que emitimos, te metes en condiciones que no conoces, no sabes qué va a pasar porque se disparará algo en la circulación atmosférica o la oceánica».