Por qué Taylor Swift es la mayor estrella femenina del pop

Sólo hizo falta que sonaran los primeros acordes imperativamente rítmicos y dosmileros del éxito «Hips don’t lie» con el que Shakira dotó a las caderas de una función motriz desconocida hasta el momento: la de ser capaz de rotar 180 grados sin atisbo de fractura, para que Taylor Swift se despojara, en un rapto de latinidad súbita, de su espíritu genuino de chica country curtida en la industria discográfica de las costuras geográficas de Nashville y se convirtiera en una colombiana más derrochando baile, gozo y sinuoso placer corporal mientras sonaba la música, entonaba el «lerololelole» con más intención que resultado y le lanzaba besos a su compañera de triunfos durante la noche de los Premios MTV celebrada en Nueva Yersey.

La estrella del pop, que arrasó de manera fulminante con su tema «Anti-Hero» en una dilatada gala dominada por el talento de las mujeres terminó de consagrar así el éxito cosechado con su gira «The Eras Tour» alzándose con nueve de los once premios a los que optaba, entre ellos los de mejor artista, mejor videoclip del año o mejor canción. La dimensión del éxito y la trascendencia cultural obtenidos por esta artista oriunda de Pensilvania durante los últimos años se ha convertido en un fenómeno planetario de tamaño grosor que hasta el oportunismo academicista se ha visto en la obligación de intervenir a través de un artículo institucional emitido por la Universidad de Harvard en dónde se reúnen las reflexiones de expertos que ofrecen sus diferentes puntos de vista sobre el impacto y la relevancia de Swift.

Empezó cantando sobre historias de amor en pueblos pequeños porque a veces no hay nada más universal que los dolores propios pero fue precisamente esa vulnerabilidad narrativa expuesta en las letras de sus canciones lo que le permitió establecer una conexión profunda con millones de jóvenes alrededor del mundo y transformarse de manera progresiva en una mujer madura y consciente que decidió regrabar toda su obra con la suficiente determinación artística como para evitar que la industria viciara su creatividad.

«Taylor tiene muchos dones diferentes como compositora, tanto a nivel macro, (en cómo la canción cuenta una historia o presenta una actitud), como a nivel micro (en cómo las vocales y las consonantes encajan). No me sorprendió descubrir que su composición en conjunto tenía una mayor cantidad de palabras que cualquier cuerpo de canciones exitosas comparables, excepto con alguien como Bob Dylan», apunta Stephanie Burt, profesora de inglés en Harvard, en el citado artículo.

Otra de las bazas argumentales que parecen explicar su relevancia además del impacto económico estratosférico que generan sus conciertos en las ciudades anfitrionas en las que actúa, y el, por consiguiente, elevado márgen de beneficios que obtiene con cada directo, reside en su fuerte vinculación con las emociones proyectadas, tal y como resalta Alexandra Gold, becaria clínica en psicología de la Escuela Médica de Harvard: «Hay un fuerte vínculo social y emocional que las personas sienten con ella. Cuando la gente se vuelve súper fan de alguien es porque hay algo en el objeto de la figura pública o celebridad que se conecta con su identidad. Hay algo en sus creaciones que es muy común a la experiencia humana». Y casi, casi, hasta real.